Los mensajes de las redes sociales: su semántica tácita

Sáb, 25/01/2014 - 16:31
Inocentemente y con deseos de entretenimiento se conecta uno a las redes sociales. En ese espacio de "comunicación" se entera uno de chismes, medio conversa con sus amigos (perdón, con sus contactos
Inocentemente y con deseos de entretenimiento se conecta uno a las redes sociales. En ese espacio de "comunicación" se entera uno de chismes, medio conversa con sus amigos (perdón, con sus contactos), lee chistes, ve fotos, se actualiza livianamente sobre algunas noticias y... me quedé corto, no sé qué más se hace... En ese barullo heteróclito de confusión y en general de banalidad se topa uno con toda suerte de osadías, despropósitos, propagandas y de pretensiones personales visibles las unas, apenas disimuladas las otras. Como en el mundo real, podría uno aventurarse a concluir. Bien ameritaría una buena clasificación de "los escribientes", bien valdría la pena y buena ilustradora sería de los perfiles y deseos de quienes por esa aldea global deambulan. Lo intentaremos en otra ocasión, pero desde ya se advierte que esta va desde el desprevenido e ingenuo hasta el apasionado por alguna causa, el poeta, el artista, el exaltador de ánimos, pasando por el sutil que oculta sus intenciones. Eso sin olvidar a los comerciantes, los políticos, los buscadores de fortuna, de sexo y cuanta mercadería o apetencia pueda tener la especie humana. Larga lista en perspectiva. De momento solo vamos a considerar y a título de mención e interrogante una de estas categorías, porque es de lejos la más común y de evidente detección: "los exploradores", vamos a llamarla así. ¿Qué intentarán, cuál es el propósito de todos estos exploradores que nos asedian con las fotos de sus viajes, sus salidas a restaurantes, bares, paseos o cualquier otra actividad por baladí que sea? Sin mayor análisis diría uno que nos quieren comunicar y compartir sus dichas presentes, sus emociones al estado y presente puro tal como les van llegando, sin pudor ni retención. Sin embargo, podría uno optar por creer que son una especie de aventureros, a lo Marco Polo, que intentan informarnos sobre lo que han descubierto y que generosamente nos ilustran con el propósito de que aprendamos o de que nos animemos a descubrir esos lugares y situaciones que, de suerte, les han tocado. También podría pensarse que estos exploradores están presumiendo y enviando mensajes del estilo: mira lo que yo he podido ver y disfrutar y tú no podrás hacer porque no perteneces a mi clase económica o política (algunos hacen turismo con dineros del Estado y como parte de sus "trabajos"). Si se asume que nos están aconsejando hacia donde deben orientarse nuestras futuras expediciones, bien podrían entonces estos exploradores hacer alguna crónica de viaje que vaya más allá de la mera exhibición de sus personas al lado de monumentos, animales y otros exotismos. Es decir que el objetivo sea claro y no confunda nuestra mente, a veces maliciosa, haciéndola creer que se trata de un "épater le bourgeois", en cuya caso el cometido sería muy diferente y hasta antipático. "Mira este soy yo en este fabuloso hotel", "mira este soy yo en tal evento exclusivo", "mira como me paseo sobre un elefante", "mírame entre los delfines", "obsérvame al lado de esta personalidad", egos y fantocherías que ni ilustran ni enseñan, sino que buscan valorizaciones y admiraciones anodinas. El silencio y la prudencia serían preferibles y bienvenidos. Qué vanos somos los humanos en nuestro afán de presentarnos como superiores a los otros; y para ello nos valemos de múltiples medios para expresarlo, con ramplonería algunos, con sutileza otros, pero igual todos con el mismo objetivo: "observa mi yo y mi recorrido por el mundo". Qué bien se prestan las redes sociales para tal fin, o ¿será que para eso han sido creadas? Otros exploradores se contentan con indicarnos que van a dormir, que se tomaron una cerveza, que están fatigados, que esta es mi abuelita en la piscina; y ¿eso qué diablos nos incumbe, desde cuándo esas banalidades rutinarias son importantes para nuestro conocimiento, en qué nos atañen y qué nos aportan? Borregos útiles de pavoneos ególatras de otros, en eso nos constituimos. Conozco a alguien que hace unos años estuvo en Israel en donde tomó cientos de fotos, muchas de las cuales publicó en una red social; se tomó el mentado viajero la molestia de añadir notas concisas y pertinentes sobre los lugares que visitó. Algo o mucho enseñó. Algo o mucho aprendí. Pero ¿me enseña algo la simple vista de un tigre o el hall de un desconocido hotel en donde el explorador se ha hecho fotografiar apoltronado en un mullido sofá? ¿Qué mensaje está pasando este explorador cuando publica estas fotos? Es esa la respuesta que debemos buscar, porque, a no dudarlo, mensaje y semántica hay y está lejos de ser imperceptible o inocente.... Las cosas bellas que nos acaecen en las vida, los bienes que poseemos, las circunstancias afortunadas parecen para algunos no tener un valor per se, por su disfrute inherente, sino en la medida en que los demás sean testigos, actores pasivos de esa dicha que les es ajena y a la que no accederán; un público complaciente y “aplaudiente” de una exhibición ostentatoria y provocadora. A manera de colofón, el simpático, y no menos socarrón, avisito que leí recientemente que describe agraciadamente la situación: “Estudios recientes comprueban que uno puede ir y volver a cualquier lugar perfectamente sin necesidad de publicarlo”. Amén. ___ PD: Claro, se me dirá que es opción de cada cual desconectarse de estas redes y cortar de tajo con esta nadería y complicidad tácita... Algo debe gustar cuando aún permanecemos y no hacemos un buen corte de mangas a esta estupidez colectiva... Una interesante tarea de explicación y análisis para psicólogos advertidos.
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