La paz es una excusa para todo, incluso para cometer los peores errores no una sino varias veces. El país perdió miles de vidas en los años del traumático proceso del Caguán. Mientras el Estado le apostaba a la paz, la guerrilla secuestraba, asesinaba y ganaba espacios políticos. Terminamos arrinconados, con una democracia amenazada y en grave peligro de perder nuestras libertades. Algo similar sucedió con la Ley de Justicia y Paz. Mientras el gobierno creía en la buena fe de los paramilitares, ellos seguían amenazando, asesinando y expropiando a la fuerza a los más débiles.
Hace camino de forma sinuosa una reforma de la Constitución hecha a la medida para los hampones. Se trata del llamado Marco Jurídico para la Paz. Con el argumento que por la paz todo se justifica, el Acto Legislativo parece redactado a la medida de las Farc y los grupos terroristas de derecha. Prevé, por ejemplo “la renuncia a la persecución judicial penal”, una figura que es el sueño de cualquier bandido. Esta permitirá que se escoja cuáles delitos serán considerados por la justicia y otros que pueden ser pasados por alto. A pesar del horrible y evidente fracaso de la justicia transicional, se amplía su espectro a quienes “hayan suscrito un acuerdo de paz y a quienes se hayan desmovilizado”. Otro bombón para tantos que, por fuera de la ley, han venido utilizando las armas y la violencia para imponer su comportamiento criminal.
Todo lo anterior queda consignado no en una ley sino en la CONSTITUCIÓN NACIONAL. Si yo fuera bandido de derecha o de izquierda -que es lo mismo- estaría feliz. Luego de ocuparse de las víctimas y de aprobar una ley para repararlas, ahora el Congreso se apresta a aprobar una reforma constitucional para darle beneficios a los victimarios. Los principales destinatarios aprovecharán su disfraz político para beneficiarse de esta norma que desconoce todos los principios de la legalidad, protege a quienes han violado de manera integral la ley, han desconocido los derechos humanos, secuestrado, masacrado y torturado. Todo esto en nombre de la dictadura de la paz.
Ya es hora que entendamos que la paz no se logra renunciando a la ley y la civilidad. Que los violentos siempre aprovecharán la debilidad de quienes están dispuestos a comprometer los principios fundamentales que no son negociables. Por negociar con los narcos terminamos en el drama de la cárcel de la catedral en Envigado. Por querer negociar la paz casi perdimos la democracia en el Caguán. Por negociar una falsa paz, perdimos una parte de nuestra legitimidad institucional en Santa Fe de Ralito. Todas estas experiencias amargas deberían habernos dejado valiosas lecciones
Este proyecto es un regalazo para las Farc. Pero también para los que, desde el otro espectro ideológico, creen que la ley es algo simbólico y se puede ajustar a sus necesidades. Nuevamente están los ingenuos que, de forma consciente o inconsciente, creen que la paz se obtiene con debilidad. No sobra recordar la célebre frase de Churchill: “cuando se ha querido la paz al precio del deshonor se obtiene el deshonor pero no se logra la paz”.