En uno de los canales de cable vi este fin de semana una película sobre Ernesto Che Guevara, el revolucionario argentino ejecutado por los militares bolivianos después de que diezmaron su grupo y lo rodearon hasta no darle ninguna alternativa.
El Che se convirtió desde ese entonces en ídolo, o más que eso en ícono de rebeldía. Se reprodujo su imagen hasta la saciedad, explotándola mercantilmente en camisetas, estampillas, vasos, cuadernos y todo tipo de objetos de negocio. Se volvió usual encontrar su figura en casas y vehículos al lado de la Virgen, alumbrada por veladoras o por ridículas lamparitas, en medio de una idolatría que no toleraba una mirada objetiva sobre su lucha.
Esta puesta en escena de la vida del Che, a diferencia de muchas otras que lo han mostrado en momentos de gloria, lo retrata en sus últimos días, esos de desolación, olvidado por su amigo y compañero Fidel Castro, apartado de los movimientos de masas, aislado de los sindicatos y rechazado por ese pueblo indígena que él creía iba a levantarse en armas para seguirlo hacia la toma del poder. Esta película, independiente de su calidad más bien mediocre, tiene el acierto de enfrentar ese ídolo de una manera descarnada, no como lo ha idealizado la lucha revolucionaria en América Latina. Lo presenta de una manera tan íntima como lo hace su propio diario, ese que Ernesto Guevara llevaba hasta el día de su ejecución.
El Che murió solo, o lo que es peor, se llevó con él la vida de algunos idealistas más, que también murieron inútilmente por una revolución armada que no tenía ninguna posibilidad. Muy pocas guerrillas lograron la toma del poder por las armas en nuestro continente, pero en cambio, si se perdieron vidas valiosas que habrían sido útiles a la humanidad en una democracia respetuosa de las ideologías.
Otro idealista, también guerrillero que afortunadamente no perdió la vida en esas épocas de lucha armada, hoy está ofreciendo enormes resultados a su pueblo y a la humanidad como dirigente democrático. Se trata de Pepe Mujica, Presidente de Uruguay, que no reniega de su pasado pero reconoce que se puede vivir dentro del capitalismo y nos recuerda que “ uno no tiene derecho a sacrificar la vida de una generación en nombre de una utopía, de un mundo hipotético que va a ser mejor”. Así lo dijo en reciente entrevista publicada por El Tiempo.
Mientras el Che, luchando contra la dictadura y contra su propia condición de salud, con un asma que le quitaba el aliento, tan necesario para combatir, se aferró a esa lucha inútil, sin ser capaz de reconocer su soledad, José Mujica esperó por años, guardando pacientemente ideas, pero modificando procedimientos, para llegar a la conquista del poder.
Fidel Castro, hoy, es un líder al que no se le desconoce su valor histórico, pero su pueblo no ha logrado mejoras sustanciales apartado del capitalismo, recluido en un estatismo enfermizo que ha retrasado el desarrollo de Cuba. Mujica, años después de Fidel, llega al poder con medios democráticos y jura respetar la constitución y las leyes; no empuña las armas sino que se acoge a la democracia y al sistema imperante, pero no se resigna, hace cambios profundos, solo que despacio sin agredir libertades, ni abolir la propiedad privada y el capitalismo.
Los tres, el Che, Fidel y Mujica, compartieron la revolución armada, pero sus opciones los condujeron a sitios muy distintos: a Castro a un gobierno interminable, rodeado de áulicos que no le han permitido cambiar su mirada sobre el desarrollo económico y las libertades; Mujica, con su propio aprendizaje salido de la tortura, la cárcel y la reflexión de un hombre sensato, como presidente respetado y respetuoso; y el Ché, en la inmortalidad, pero en la inutilidad de una vida perdida tempranamente.
Valiosas cada una para nuestro proceso de paz. Qué bueno sería que en algún momento nuestros guerrilleros pudieran revisarlas sin estridentes discursos ideológicos. De pronto ocurría un milagro y es que viendo la película de El Che o releyendo su diario, Timochenko, Catatumbo y todos ellos y ellas se dieran cuenta que eso de echar bala, de atentar contra la población, sembrar de minas el campo, secuestrar, extorsionar, etc., hace parte de un pasado que debería quedar sepultado. Podrían sacar por lo menos una enseñanza del Mujica de ahora y del Che de antes, la de que ninguna revolución vale una vida.
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No se vale, ¡Che!
Lun, 13/01/2014 - 16:15
En uno de los canales de cable vi este fin de semana una película sobre Ernesto Che Guevara, el revolucionario argentino ejecutado por los militares bolivianos después de que diezmaron su grupo y lo