Si sus colegas no cambian el voto en las vacaciones (y en política nadie se compromete y está obligado a cumplir), Olga Lucía Velásquez será la presidenta de la Cámara de Representantes, a partir del próximo 20 de julio.
Está claro que la posición será para el liberalismo, cumpliendo acuerdos y desacuerdos políticos, porque lo pactado cuando llegaron a esta legislatura era algo distinto.
Velásquez es vocera del partido en la corporación y su juventud y desparpajo le ha permito hacer una campaña más personal que política. El problema está en que debe ser primero acogida por su bancada, que a su vez presenta un nombre a toda la corporación.
Y en la bancada hay guerra civil. También aspiran Miguel Angel Pinto y Alejandro Carlos Chacón, presidentes de comisiones y con importantes padrinos políticos nacionales.
Sería refrescante para la política y para el Congreso la elección de Olga Lucía, de origen llanero pero bogotanizada, amiga de Juan Fernando Cristo (de su mano llegó al Congreso), y ahora del brazo de Rafael Pardo.
Tiene el pecado de haber sido secretaria de gobierno de Samuel Moreno, pero comparte ese “antecedente” con Clara López, hoy Ministra de Trabajo. Las dos NO fueron vinculadas a investigaciones por los ilícitos cometidos.
Olga Lucía Velásquez ha tenido un buen desempeño en el Congreso (su primer período), tiene un discurso fluido y sabe de la marrulla política y sus límites. Algo va de la mecánica y las maromas para salir elegido y la corrupción en el cargo. La simpática Velásquez, siempre de rojo en el Congreso, sería presidente de la Cámara después de Nancy Patricia Gutiérrez y Zulema Jattín, que lo fueron en los años noventa.
