Paro porque bogas

Publicado por: admin el Jue, 22/08/2013 - 16:31
Lo que demuestran los paros agrarios y de camioneros y los ánimos de revuelta social que se perciben en ellos no es la instigación de la derecha, o la infiltración de la guerrilla o el oportunismo
Lo que demuestran los paros agrarios y de camioneros y los ánimos de revuelta social que se perciben en ellos no es la instigación de la derecha, o la infiltración de la guerrilla o el oportunismo de la extrema izquierda, como lo quieren presentar los representantes del Gobierno. Lo que queda palmariamente en evidencia es que el presidente Juan Manuel Santos aun no ha entendido que la paz social es el corolario y complemento del cese al fuego ya que es la garantía de que se comprende realmente la etapa crucial de la paz llamada postconflicto. Haber llegado a la mesa de negociación con las FARC sin distinguir la paz con los sectores armados de la paz social no podía generar sino las consecuencias que hoy se viven con los paros y la consiguiente inestabilidad social. Es obvio que en cada paro, cada huelga y cada manifestación de los trabajadores o de los campesinos siempre hay instigadores, de las extremas, de los oportunistas y de los que quieren pescar en río revuelto, pero eso es apenas un árbol que no les está dejando ver el bosque al gobierno de la inconformidad social que existe realmente en el país más allá de la voluntad o de los intereses de los líderes políticos de oposición cualquiera que sea su orientación ideológica. Y ese es precisamente el quid del asunto. La paz tiene que contar como principal aliada a la sociedad civil. Y eso significa también negociar con ella. Y la negociación implica hacer concesiones al margen del beneficio político que logren sacar unos u otros. Quizás el presidente, que siempre ha vivido en una burbuja clasista no comprenda mucho este tema. Pero lo que es imperdonable es que el asesor para estos efectos, Luis Eduardo Garzón, no haya entendido que su papel antes que ser un aliado de la incomprensión del gobierno es el de ayudar a orientar una negociación con los sectores sociales. Salir a estigmatizar los paros es aplicar la misma medicina que le aplicaron a Lucho desde la otra orilla los representantes de una clase política que centenariamente ha ignorado la problemática social y que siempre ha excluido a sus representantes, asunto que de una u otra manera hoy se reconoce como caldo de cultivo para que se haya prolongado tanto en Colombia la lucha armada que en el resto del mundo desapareció hace ya varias décadas. En este sentido, hay que reconocer que resulta mejor mediador Angelino que Lucho. Angelino se ha preocupado por transmitir con conocimiento de causa las peticiones y reclamos de los sectores protestantes en cada ocasión, pero Lucho, que supuestamente ingresó a la Unidad Nacional como representante de un partido que mal que bien tiene claridad respecto de los déficits sociales, decidió convertirse en un espadachín más, a lo Gabriel Silva, del presidente Santos, cuando tendría todas las condiciones para ser el interprete de las exigencias de los marchantes, el consejero del gobierno sobre la necesidad de tener una actitud negociadora, pero sobre todo de ser el generador de las condiciones del diálogo social que requiere el posconflicto. Lucho era el llamado a ser puente para que se iniciara la paz social y se esta portando como un escudero del gobierno en contra de los sectores sociales. No se puede dejar que la protesta social sea tratada como la inspiración del uribismo o la instigación de las Farc, o de la pesca de votos de Robledo. Entre otras sería reconocer una fortaleza que no tienen ellos ni juntándose. Esa es la mejor forma de caer en el facilismo de descalificar la protesta y por supuesto  de no atender los reclamos de la sociedad civil. Incluso si se piensa estratégicamente el gobierno debería más bien apuntarle a quitar las banderas de reivindicación social que pudiera manejar la oposición, no solo para restarle a sus adversarios sino para sumar a su favor. Al fin y al cabo ese es el juego de la política. Y eso solo se logra ganándose a los sectores sociales por su puesto negociando sus demandas. Lo cierto es que bastante tendrá que aprenderle Garzón a Garzón y mucho mejor si a Lucho se le ocurre pensar en emular a un excamarada suyo que hoy da muestras de tener las cosas más claras que muchos de los mortales, el octogenario presidente de Uruguay Pepe Mujica, quien ya ha dicho que está dispuesto incluso a ayudar con las negociaciones con la guerrilla colombiana. Un líder de la izquierda humanizada y del compromiso social y ambiental que ha entendido a punta de carcelazos y derrotas de proyectos armados que el mundo no es blanco ni negro sino que los matices grises son los que requieren la tolerancia en medio de la diversidad. Un líder de izquierda que no estigmatizaría un movimiento social y más bien conminaría al gobierno a repensar su enfoque tradicional. Un líder que negociaría con humildad y no descalificaría con soberbia. Sobretodo que Lucho no entendió lo que Angelino sí, desde un comienzo, es que hace parte de una especie de gobierno de coalición’, o que por lo menos ese debería ser el enfoque de su participación en el gobierno porque fue el resultado de una fórmula electoral de dos visiones diferentes y no un acuerdo con un militante del partido del gobernante. Angelino es negociador efectivo porque ha sabido mantener las distancias en cambio Lucho perderá hacha, calabaza y miel porque no asume el papel de consejero sino de segundón. Claro ese es el resultado de que su llegada al gobierno de Unidad Nacional no fue una discusión interna del partido Verde sino una decisión burocrática de algunos directivos, a los cuales no le ha ido para nada mal en cuestiones de puestos y cargos directivos. Ojalá que no sea que se le está prendiendo el estilo un poco chambón del presidente Santos cuando se deja sacar la piedra. Como cuando le dice a su primo opositor Pachito Santos que tiene sida mental o cuando acusa al octogenario irreverente Fabio Echeverry de ser uno de los instigadores del paro. Porque en ese caso sí toca tener un plan b rápido para sacarle las castañas del fuego a Lucho y de paso al presidente, como que acudan a la sensibilidad del gran hermano, el periodista y exizquierdista Enrique Santos Calderón que seguramente tendría mayor capacidad de negociación a juzgar por los primeros acercamientos con las FARC que hoy nos tiene por lo menos en un camino de sueños de reconciliación. En todo caso el episodio no deja de ser un poco triste para Lucho porque el otrora gran promotor de paros ahora se luce como el macartista mayor. Y por ese camino los verdes tendrán que mirar cuál es su papel en esta coyuntura, porque si no se trata de apoyar el postconflicto a partir de sus experticias y sus sensibilidades entonces están en el lugar equivocado. Y no solo el umbral electoral seria su amenaza sino que dejarían ver que están seriamente amenazados por convivencia, como en los realities porque estarían a punto de perder hasta el umbral ideológico, algo que los dejaría sin razón de ser. Y ahí sí, si la sal se corrompe, pues apague y vámonos.