Paz con campesinos sí es paz

Mar, 08/03/2016 - 18:15
Para nadie es secreto que la firma de los acuerdos de paz de La Habana no será el fin del conflicto. Sin justicia social no es posible lograr el ambiente armonioso de progreso y felicidad inherente a
Para nadie es secreto que la firma de los acuerdos de paz de La Habana no será el fin del conflicto. Sin justicia social no es posible lograr el ambiente armonioso de progreso y felicidad inherente al concepto de estado, finalmente, esa es su esencia: igualdad, libertad, fraternidad, legitimidad de las leyes y confianza en las instituciones son anhelos que de una u otra forma deberán consolidarse en la consecución de la paz. Un sector ignorado y poco valorado es el campesino, clase colombiana olvidada que, sin lugar a duda, es parte integral de nuestra realidad económica, política, cultural y social. Ellos constituyen la denominada: “economía campesina”, que como bien lo ha expresado el presidente de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), Luis Alejandro Jiménez, “los campesinos individualmente somos pequeños empresarios; unidos somos una economía”. No es para menos, según las cifras del Ministerio de Agricultura, en Colombia existen 1.600.000 familias poseedoras de tierras, que generan en promedio dos empleos y representan alrededor de 3.200.000 puestos de trabajo, cifra nada despreciable. ¿Qué sucedería si el campo colapsara y esa enorme cantidad de colombianas y colombianos tuvieran que buscar sustento en otros sectores? seguramente nuestra economía sufriría grave deterioro. Pero, ¿qué hacer? En principio lo que todo campesino nos diría con la mayor espontaneidad, quizá mirando sorprendido a los ojos y pensando: ¡qué ignorantes son estos citadinos! Es necesario entender que el desarrollo del campo es un concepto que tiene relación con la calidad de vida, la organización social y el aspecto económico, cultural, político y territorial de nuestros campesinos. En consecuencia, es urgente la eliminación de la cadena deshumanizada e indolente de intermediación, lo que implica la organización de un sistema propio de los campesinos, sin que sean otros los que lleven el producto al consumidor. La tenencia de la tierra es fundamental y para ello es necesaria la titulación de predios con el fin que los campesinos puedan acceder al crédito. Debería existir una política de estado que obligara a los productores de insumos a bajar los precios o una estrategia que le permitiera elaborarlos a través de la creación de una empresa gubernamental que se ocupara de ello, sería como una especie de subsidio. La asistencia técnica es fundamental si tenemos en cuenta que es necesario acceder a la ciencia a través de la investigación que deberían desarrollar las Universidades y colocarla al servicio de los campesinos de manera sencilla y con amplia difusión. El precio de la maquinaria agrícola convendría reducirlo, no es posible que un automóvil BMW cueste menos que un tractor en un país que podría tener vocación agrícola, el mundo está lleno de industria y en pocos años lo que necesitará es alimentarse. Y finalmente, es vital promover la cultura de la asociatividad, pero ella debe responder a una organización democrática y de base y no a instituciones altamente burocratizadas y elitistas. Si pudiéramos implementar los anteriores requerimientos, seguramente nuestros campesinos tendrían la oportunidad de ser autónomos y no estar sujetos a políticas asistencialistas, que a la larga, crean despotismo y dependencia. Obviamente, la situación del campo no es responsabilidad del actual gobierno, décadas de inercia gubernamental llevaron este sector a la ruina, no en vano el último informe del DANE, registra cifras alarmantes que demuestran que el sector rural está sumido en la pobreza. ¡Sí hay pobreza en el campo, Pa´ Dios lindo no habrá paz!
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