Pega bruto, pero escucha

Mié, 11/07/2012 - 01:02
El fanatismo es la enfermedad derivada de la fe y de la ignorancia. Los fanáticos suplen la falta de racionalidad y de argumentos con su actitud agresiva o confrontadora. El fanático ama irreductibl
El fanatismo es la enfermedad derivada de la fe y de la ignorancia. Los fanáticos suplen la falta de racionalidad y de argumentos con su actitud agresiva o confrontadora. El fanático ama irreductiblemente su fetiche o su creencia como verdad única o como ser excluyente para quien no hay otro distinto, mucho menos mejor. El fanático es una persona que tiene la seguridad de su afirmación como tabla salvadora. Aunque sabe en su interior, cuando vela a horas de la madrugada, que puede estar equivocado, para tranquilidad suya no se toma ningún trabajo en corroborar su presunto conocimiento. El fanático no discute, aplasta. El fanático no da razones, insulta. Para combatir el fanatismo hay que acudir a la tolerancia como una virtud del ciudadano civilizado y demócrata que respeta, aunque no comparta otras ideas en lo político, lo religioso, en las modas o demás gustos humanos por el arte o la gastronomía, por ejemplo. La tolerancia se aplica a lo que no es delito. No se puede tener tolerancia con las violaciones graves a la ley. ¿Tolerancia con quien ejerce violencia en el hogar contra su mujer o familia? ¿Tolerancia con los bandidos de la ciudad o del campo que violan los derechos fundamentales? ¿Tolerancia con los corruptos que desvían la aplicación de la norma o de los fondos públicos en provecho propio o de sus amigos? La tolerancia se aplica a opiniones o actos no prohibidos. Es la base de la convivencia. Las guerras religiosas surgidas en Europa a raíz de la aparición de otras iglesias cristianas distintas a la católica llevó a Voltaire a escribir su Tratado sobre la Tolerancia (1763). No conoció lo que a pocos años de su muerte fueron los fanatismos racionalistas de las facciones de la Revolución Francesa donde las ejecuciones de contrarios políticos, alimentados por el sectarismo jacobino, mostraron un capítulo sangriento de la naturaleza humana. Pero no olvidemos que a este hecho histórico de la Revolución Francesa dizque lo acompañaba un lema humanista: libertad, fraternidad e igualdad. La revolución siguiente, 1917, la Rusa, tenía una consigna de odio de clases y de dictadura manifiesta de un solo partido. Con mayores veras no escapó a las matanzas, a la purga de sus propios camaradas, a los campos de exterminio en Siberia. Ni hablar del fanatismo racista concomitante del nazismo que miró como enemigos extinguibles al resto de los humanos que no fueran arios. En Colombia dos personalidades podrían ser símbolos de la tolerancia: Gerardo Molina y Héctor Abad Gómez. Este último dejó un libro que recoge sus reflexiones sobre le tema: Manual de Tolerancia. Por fortuna la Colombia de hoy, salvo los que apelan a la fe en las armas para la lucha política, los líderes de la nación no se insultan, no hacen exhortaciones al odio ni llamamientos a la eliminación del contrario. En el lenguaje actual hay desafíos intelectuales y programáticos. Hay pullas, señalamientos políticos. Pero ya no es posible volver a las pugnaces oratorias de Laureano Gómez y Jorge Eliécer Gaitán que, al momento de su asesinato, hicieron explotar el caldero de lucha de clases y resentimientos que ellos habían cocinado. De ahí que el fanatismo que se incuba en esas clases medias de hoy, tecnócratas sin piso cultural político. Profesionales de consumo y abstencionistas de la historia de su país, forman la tribu de la superficialidad y del pensamiento en consignas, como digieren las frases que anuncian los productos que consumen en los supermercados. Decía el poeta español Pedro Salinas: “Lucha por no quedar en donde quieres tu: en los alfabetos, en las auroras, en los labios”. Sectarismo viene de secta. Las sectas, cuyo nombre se aplicó a grupos religiosos inicialmente, son silvestres en las universidades públicas donde esconden su paranoia. ¿Cómo hacen los profesores para enseñar y esperar resultados de su incansable oficio si las sectas anulan el pensamiento creativo? Escribía Nicolás Gómez Dávila: “Cuando somos jóvenes aspiramos ansiosamente a que la moral y la historia ratifiquen nuestras ideas. Más tarde aspiramos solamente a que no las refuten”. Así funciona el fanático: cree que la verdad está dentro de él, no en la sociedad, en los demás. El conocimiento es un largo y persistente camino de la humanidad. La convivencia y la tolerancia también.
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