Por celos, múltiples asesinatos en las Farc

Dom, 31/01/2016 - 07:56
Foto tomada de Youtube.

El excongresista Oscar Tulio Lizcano tiene por qué saberlo. Estuvo secuestrado ocho años por las FARC, hasta cuando se escapó apoyado por un guerrillero. Acaba de recibir
Foto tomada de Youtube. El excongresista Oscar Tulio Lizcano tiene por qué saberlo. Estuvo secuestrado ocho años por las FARC, hasta cuando se escapó apoyado por un guerrillero. Acaba de recibir un magister en filosofía y tras escribir un libro sobre su situación, suele recordar algunos episodios para comentar la realidad del momento, en desarrollo del proceso de paz. Comenta Lizcano que se sorprendió al leer una declaración de un subversivo (Alexis, frente 36), quien dijo que las relaciones entre hombres y mujeres de la guerrilla no es de dependencia sino de amor. No es cierto, por lo que cuenta de manera amena Lizcano, en columna que escribe en El Colombiano: “A la compañera sentimental se le llama socia. Y tampoco se escapan de las relaciones amorosas turbulentas, el maltrato, machismo, acoso sexual y hasta muerte violenta. No es precisamente un jardín de amores”. Y este recuerdo concreto: Alguna vez, la enfermera Tania, dijo llorando, mientras me ponía una inyección, ese hijueputa de Román acaba de pegarme en la cara, sospechaba que le estaba siendo infiel con Chicho, otro guerrillero. Tenía 19 años, era alta, con un cuerpo escultural y bonitos rasgos. Román, de 42 años y cara curtida por la guerra, era el comandante de la comisión de 22 guerrilleros que me cuidaba, era su “socio”. Cuando ella se despidió de mí, llegó Román a preguntarme qué me había dicho Tania. Le respondí que nada. “Aquí hay un hijueputa que es un faltón y que se las va a ver conmigo”, dijo Román en voz alta, para que todos escucháramos. Horas después volvió a mi caleta, llegó alicorado con el arma en la mano. “Cucho, estoy muy enamorado de Tania, pero sé que ella me la está jugando con Chicho”. Chicho era el segundo al mando. A los 30 minutos vi al tumulto de guerrilleros cuando llevaban a Román agonizante. Logré ver su rostro descompensado y la espuma que le salía a borbotones de la boca. Se había envenenado y como si nada hubiera sucedido, Chicho asumió el mando. Y su ‘socia’ fue Tania. Tres meses después llegó el nuevo comandante, Dumas. Tenía piel blanca, voz gruesa y marcado acento paisa. Sus desaforados ataques de celos me ponían nervioso, se descomponía y solía violentamente golpear a sus ‘socias’. Un día, en un ataque de celos, mató a Jessica, su mujer. Le disparó en el pecho y en la cabeza luego de encontrarla conversando con otro combatiente. Después, Dumas se metió un tiro en la cabeza. Durante el cautiverio, percibí que entre los guerrilleros las relaciones sentimentales también hacen estragos. Es una pugna interna de celos, odios y pasiones. Presencié hasta balaceras y temí que no fuera un rescate militar el que segara mi vida, sino la locura que produce eso que llaman amor. Porque, como lo he dicho, allí los celos también matan.
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