Ha llegado el momento de elegir un nuevo Alcalde Mayor para Bogotá, una persona que sea capaz de retomar el camino de progreso y desarrollo humano que le costó ganar a la ciudad por más de diez años y que perdió en tan solo cuatro por la ineficiencia e inexperiencia en lo público de Samuel Moreno. Junto a la elección de un nuevo mandatario para la capital, está también la de darle la oportunidad a nuevos líderes políticos para que lleguen al Concejo de Bogotá y a las Juntas Administradoras Locales, y la de reafirmar a quienes cumplieron a cabalidad con la tarea en estos dos cargos.
Para los bogotanos, hora de demostrar qué tanto aprendieron de la triste experiencia que hoy tiene a la capital sumida en el caos por la corrupción y el clientelismo de una administración encabezada por una persona muy simpática y querida, pero que poco sabía de cómo administrar los recursos públicos y prefirió dejarle esa decisión a otros que se aprovecharon de su ingenuidad. Dice el viejo y conocido refrán que de los errores se aprende; es el momento ideal para reconocerlo y escoger a una persona con la experiencia y el conocimiento necesarios para enderezar el camino de Bogotá.
En esta ocasión no existe la vieja excusa de “no hay de donde escoger”. Por primera vez desde que se aprobó la elección popular de alcaldes se presenta una nómina de lujo en candidatos para el cargo de burgomaestre en Bogotá. Por lo anterior, me cuesta creer que el elegido vaya a ser Gustavo Petro, de quien no dudo que tenga el carácter que le faltó a Samuel para apartar de su administración a quienes se le acercaron con la intención de desangrar los recursos de la ciudad, pero al igual que el suspendido alcalde, a Petro le falta la experiencia y el conocimiento exigible al nuevo alcalde mayor de Bogotá, para que no llegue a improvisar.
Gustavo Petro puede tener las mejores intenciones para gobernar a Bogotá en los próximos años, pero buenas intenciones no bastan para enderezar el rumbo del que se desvió, no solo por la ineficiencia de Samuel Moreno, sino por el apetito burocrático de los concejales de la U, del Polo Democrático y el liberalismo que lo apoyaron en su administración y que no merecen ser reelegidos. Los mismos que han de llegar al Palacio de Liévano si Petro es elegido, con las mismas ganas clientelistas, a pedir que se les permita hacer parte de su coalición, solicitud que con seguridad no rechazará, porque es claro que necesita un grupo de amigos que le aprueben su plan de gobierno y sus iniciativas, así tenga que negociar unos cuantos contraticos y puestos.
Me cuesta creer que los bogotanos se dejen llevar nuevamente por la simpatía de un aspirante que no ha hecho sino prometer más de lo que puede cumplir y pretende, además, inventarse lo que ya existe, como las universidades en las localidades. Parece que Petro no sabe que la Universidad Distrital tiene su sede en Ciudad Bolívar y aprovecha las instalaciones del colegio Inem de Kennedy, en la localidad de su mismo nombre para dictar clases en las noches.
No estaría bien que le diga a los bogotanos por quien deben votar, lo único que puedo hacer desde esta columna es recomendar que en esta ocasión se elija y se exija a una persona con la experiencia y el conocimiento suficiente en manejo de recursos públicos, pero además que esté bien rodeada y tenga una hoja de vida limpia, transparente, y cuente con la suficiente ética a la hora de ejercer su labor.
Cambiando de tema, me alegra saber que el Concejo contará con la presencia de un candidato de las calidades de Antonio Sanguino, a quien conozco de tiempo atrás y por quien siento un gran aprecio. No dudo que en el futuro hará un trabajo impecable como concejal, igual o mejor que el que llevó a cabo durante este período que termina en diciembre de 2011.