Prostitución: Una vida de fácil ingreso, pero difícil salida

Jue, 25/04/2019 - 04:10
La indiferencia cómplice y la mirada prejuciosa se apoderan de aquellos que cruzan los barrios de Bogotá donde se ejerce la prostitución. La rutina de estos lugares
La indiferencia cómplice y la mirada prejuciosa se apoderan de aquellos que cruzan los barrios de Bogotá donde se ejerce la prostitución. La rutina de estos lugares es lo usual: la música ensordecedora, el alcohol, el cigarrillo y las drogas se comercializan con facilidad a lo largo del día y hacen parte del ritual que envuelve el ejercicio de este antiguo oficio. En Bogotá se estima que hay cerca de 23.400 trabajadores sexuales -en su mayoría mujeres-, de los cuales, 7.090 ejercen la prostitución en establecimientos y calles. Desafortunadamente, no se cuenta con registro de aquellos que lo hacen por catálogo, web-cam y aplicaciones digitales. Se estima que el 55% de esta población no supera los 26 años y en su gran mayoría provienen de la zona cafetera, Valle del Cauca, Tolima y Antioquia, mientras que, de aquellos que vienen del extranjero, el 99,8% son de origen venezolano. En las 20 localidades, con contadas excepciones, se encuentran establecimientos que ocultan el ejercicio de la prostitución bajo fachadas de spas, clubs privados y hasta casinos, lugares que a hoy suman 417 identificados por las autoridades.
  • Pocas oportunidades para buscar otra vida
Para muchos sería fácil juzgar y señalar a estas personas por elegir una “vida fácil”, pero lo cierto es que la mayoría buscan mejores oportunidades. 6 de cada 10 trabajadoras sexuales quieren abandonar su oficio, pero el 79,7% no ha tenido la posibilidad. Las principales razones son la situación económica y la dificultad para conseguir un trabajo. Además, la caracterización realizada por la Secretaría de la Mujer señala que el 59,5% comenzó entre los 18 y 25 años, y un 15,6% inició antes de los 18 años. El iniciar a temprana edad en este mundo pudo haberles cerrado las puertas para terminar sus estudios y buscar una vida diferente. Además, el informe de la ONG Parces de 2017 indicó que el 78% de las trabajadoras sexuales temen ser asesinadas por rechazar hacer algo que no desean. Sumado a esto, el 80% les angustia adquirir una enfermedad de transmisión sexual. Es una actividad económica que genera estigmas, rechazos y que reproduce prácticas machistas, y no siempre viene de la mano con cuantiosas cantidades de dinero pues el 59% afirma que el promedio recibido por cliente es entre 25 mil y 50 mil pesos, y al día el 41,4% atiende entre 3 y 4 personas. La Secretaría de Desarrollo Económico, entidad encargada de gestionar caminos laborales para distintas poblaciones vulnerables, apenas vinculó a tres trabajadoras sexuales a sus ofertas de empleo para el 2018. No cabe duda de que es un impacto mínimo, por eso necesitamos un esfuerzo institucional verdadero acompañado además de la educación como eslabón fundamental para que estas personas dejen de ejercer la prostitución y consigan un empleo donde no se vulneren sus derechos, y puedan tener ingresos dignos.
  • Los riesgos en salud
Actualmente es preocupante ver que el 43,8% de personas que ejercen este oficio afirma no estar afiliado al sistema de salud, mientras que algunos denuncian no estar recibiendo las pruebas periódicas del VIH ni el suministro de vacunas contra diferentes enfermedades, responsabilidad de la Secretaría Distrital de Salud. Estos riesgos se complican aún más con la actual migración de venezolanos a Colombia, quienes lamentablemente han comenzado a ejercer servicios sexuales por la crisis que vive su país. Es paradójico y frustrante que el 33.1% de las extranjeras que ejercen la prostitución en Bogotá tienen un nivel educativo superior, y la mayoría afirma nunca antes haber ejercido este oficio, razón por la cual desconocen sus métodos de prevención. Además, en la actualidad el 80% no tiene afiliación al sistema de salud. Como sociedad no podemos mirar a otro lado e ignorar lo que pasa en las calles de Bogotá con la prostitución, en muchas ocasiones bajo la clandestinidad. Se están vulnerando derechos y cerrando puertas para estas personas que buscan otra vocación en su vida. La administración distrital debería orientar sus esfuerzos para desestimular esta actividad y reducir los vacíos en materia de salud, seguridad personal y estabilidad laboral.
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