La indiferencia cómplice y la mirada prejuciosa se apoderan de aquellos que cruzan los barrios de Bogotá donde se ejerce la prostitución. La rutina de estos lugares es lo usual: la música ensordecedora, el alcohol, el cigarrillo y las drogas se comercializan con facilidad a lo largo del día y hacen parte del ritual que envuelve el ejercicio de este antiguo oficio.
En Bogotá se estima que hay cerca de 23.400 trabajadores sexuales -en su mayoría mujeres-, de los cuales, 7.090 ejercen la prostitución en establecimientos y calles. Desafortunadamente, no se cuenta con registro de aquellos que lo hacen por catálogo, web-cam y aplicaciones digitales. Se estima que el 55% de esta población no supera los 26 años y en su gran mayoría provienen de la zona cafetera, Valle del Cauca, Tolima y Antioquia, mientras que, de aquellos que vienen del extranjero, el 99,8% son de origen venezolano.
En las 20 localidades, con contadas excepciones, se encuentran establecimientos que ocultan el ejercicio de la prostitución bajo fachadas de spas, clubs privados y hasta casinos, lugares que a hoy suman 417 identificados por las autoridades.
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