¿Qué dice el conductor que casi me mata?

Vie, 24/01/2014 - 06:31
"Viene un tipo a toda mierda". Ese es el único recuerdo que tiene Javier antes del brutal accidente. Eso fue lo que dijo antes de quedar con la cara cortada, con la pelvis destrozada y caer inconscie
"Viene un tipo a toda mierda". Ese es el único recuerdo que tiene Javier antes del brutal accidente. Eso fue lo que dijo antes de quedar con la cara cortada, con la pelvis destrozada y caer inconsciente a la derecha del carro, sobre su esposa, que estaba sentada en el puesto del copiloto de un Chevrolet Aveo 2008. Las piernas de Javier, además, quedaron atrapadas entre hierros y ahora no sabe si volverá a caminar como antes. Angie, la esposa de Javier, sí recuerda todo el incidente. Segundos después del choque, aún sentada en el carro, le dijo que se moviera, que dijera algo, pero no encontró respuesta y en un principio creyó que su marido estaba muerto sobre ella. Fue aterrador. Sintió que el cuerpo de Javier le hacía mucha presión y no la dejaba mover. A las 10:30 pm de un lunes festivo, un joven cruzaba la autopista Norte de Bogotá a alta velocidad. Camilo Nariño Trespalacios iba en un Mercedes Benz plata C 200 adelantando carros como en un videojuego en el que no importan imprudencias. Sin ningún freno marcado en el asfalto el Mercedes se fue contra el Aveo, hizo que el carro diera tumbos y parara 78 metros después contra una reja que divide un barrio de la autopista. Los dos carros quedaron en pérdida total. El conductor del Mercedes de placas HHY 632 salió sin mayores rasguños del accidente. Pero testigos entrevistados por medios colombianos, como Noticias Caracol, Noticias RCN y City TV, señalaron algo peor: el verdadero conductor estaba aparentemente borracho y se fue corriendo de la escena. Su compañero sobrio fue el que supuestamente puso la cara ante la policía, la cual ni siquiera ordenó un comparendo, un mínimo castigo a semejante brutalidad. Dos semanas después del choque, Javier sigue en el hospital sin mover bien las piernas y el conductor que causó el accidente no ha mostrado la más mínima solidaridad. El propietario del carro, el Helm Bank, con su locatario actual, Correval SA, empresa comisionista de bolsa, tampoco ha enviado siquiera un saludo, una condolencia. Lo cierto es que mientras unos personajes gozan de tranquilidad, Javier vive un infierno. No puede moverse de su cama, el dolor supera su tolerancia, la morfina casi no hace efecto. Para ir al baño, dos enfermeras deben acercarse a la camilla e introducir una sonda por el pene. Para la otra necesidad se recurre a veces a un enema. Javier tiene laceraciones en la espalda, que está oscura, llena de "morados". Dormir es una quimera, todo duele. El más simple cambio de posición le cuesta sudor. Su mente se ha sacudido para siempre. No importa que después sea dado de alta y se le permita seguir su recuperación en casa. Lo peor (o lo mejor) del caso es que Javier sólo recuerda que un tipo venía rápido en la autopista y que alcanzó a decírselo a su esposa luego de ver las luces del Mercedes en el espejo retrovisor. Pudo morir ahí. Días después le informaron que llegó a la clínica con tensión cero, sin signos vitales y con una severa hemorragia interna. “Estuvo a cinco minutos de morir”, dijo uno de los médicos que lo operó. Lo que sigue para Javier es presente y futuro. El contrato para trabajar en 2014 y que iba firmar un día después del accidente quedó en el limbo. La súplica principal es para que pare el dolor y pueda volver a caminar. Su esposa, afectada en el cuello, con vértigo constante y con una tristeza que no pueden negar sus ojos, llora con los recuerdos al igual que toda la familia. Ambos tratan de salir adelante. Javier, sin embargo, ya ve cicatrices imborrables en su cuerpo y mente. El daño está hecho. Por eso se pregunta por qué el conductor del carro o el propietario no son capaces de aparecer. ¿Qué esconden? ¿Qué esperan? ¿Por qué no tienen la más mínima calidad humana y averiguan algo del destrozo que causaron adrede o por la mala suerte? ¿Quién ayuda a compartir este texto para que ellos sepan que aquí hay cabida a la tolerancia pero no al silencio? ¿Quién se va a interesar en este destino? El mañana Hoy, trato de definir a ese Javier Borda, ese Javier que soy yo escribiendo con mucho dolor, muy incómodo. Defino de tajo que nunca más seré el mismo. Al tiempo que espero el paso de las horas, lucho y agradezco a todos los que me han visitado y me han enviado mensajes de apoyo. Reclamo justicia. No puede ser posible que el tipo que casi acaba con mi vida y la de mi familia ni siquiera se haya tomado la molestia de preguntar cómo estoy o qué necesito. Duele la falta de solidaridad en un ser humano. Y ese Javier que trato de definir a cada instante pide ayuda para que se haga justicia social contra estos personajes, que la gente sepa quiénes son. Con lágrimas a punto de caer, con la garganta hecha un nudo, no pido ganarme el Baloto ni le deseo el mal nadie. Pido volver a caminar, jugar fútbol, poder hacer el amor con mi esposa y disfrutar de mi familia y mis amigos. ¿Acaso lo podré volver a hacer? Nada de eso tiene precio y por eso es que hoy se me hace tan inalcanzable, tan valioso. Javier Borda, Kienyke
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