Cuando los dirigentes políticos con algún tipo de liderazgo dan la impresión que lo único que quieren salvar es su propio pellejo, el país puede considerarse huérfano de líderes. Eso es lo que está pasando en esta coyuntura electoral en la que los partidos se quedaron sin candidatos y los candidatos no quieren tener partido.
Para que una democracia funciones se requieren instituciones fuertes, con credibilidad, que jalonen respaldo popular verdadero hacia ideas renovadoras. Las democracias no funcionan con personalismos, que no se sostienen más allá de una elección o del paso efímero por un cargo público. Las democracias necesitan partidos políticos, así los que tenemos se estén hundiendo en el descrédito.
Tenemos muchos candidatos y candidatas a la presidencia de la República, pero no tenemos instituciones políticas, no tenemos rama judicial, ni policía, ni sindicatos fuertes. Mejor dicho, si tenemos y muchos, pero apenas de papel, letreros que no dicen nada y no hacen nada por mejorar la situación del país.
Como los partidos políticos están totalmente desprestigiados, los reemplaza el espectáculo de las vedetes que se lanzan por firmas porque ellos o ellas dizque son muy puros. Pretenden travestirse en candidatos “populares”, como si no estuvieran contaminados de esa podredumbre de la que fueron responsables.
Lo honesto sería decir la verdad, reconocer la culpabilidad en las décadas de corrupción y violencia que nos hicieron vivir y, asumir, si son tan valientes, que van a enmendar el camino, van a corregir sus partidos, van a limpiarlos de politiquería y bandidaje. Pero no, eso no les interesa, lo que quieren es hacerse elegir como si estuvieran representando a la ciudadanía, en abstracto, sin ideología, sin responsabilidad sobre las maquinarias corruptas… pero eso si, al momento de votar, serán esos mismos partidos a los que dicen ahora no pertenecer, los que pongan la maquinaria y los votos para que uno o una llegue a ser presidente y después gobierne en concubinato con estas agrupaciones que se volvieron refugio de delincuentes y que nadie quiere reformar.
Empecemos por exigirle a Vargas Lleras que limpie ese partido que ayudó a construir, que desde adentro depure de corrupción en Cambio Radical y que no se disfrace de independiente, dejando en manos de los mismos de siempre el manejo de ese partido lleno de máculas. Si Germán Vargas es candidato pues que sea desde su partido y para demostrar que tiene realmente la voluntad de cambiar al país, pues que cambie a Cambio Radical, no que se aparte de él mientras pasa la tempestad.
Igual pasaría con Sergio Fajardo que ha sido electo en dos ocasiones por distintas agrupaciones políticas y sobre ninguna de ellas asume la responsabilidad de liderarla hacía ser un mejor partido. La ASI o Compromiso Ciudadano o la que sea que le dé el aval debería ser encabezada por su candidatura para convertirla verdaderamente en un partido fuerte, respetable y sobre todo responsable de sus actos. No más Fajardo “independiente” porque la tal independencia no existe, es apenas una vestimenta electoral que se cambia a cada nueva elección.
Lo mismo deberían hacer Petro, Piedad, Ordoñez, Clara o tantos más de los 30 o 40 precandidatos que andan calentando el ego con el cuento de que van por firmas. No se representan sino a sí mismos y a sus intereses personalistas.
Quedan pocas candidaturas con partido y ojalá prosperen porque tienen la gran tarea de hacer país desde la institucionalidad. Claudia López jalonando a los verdes, Humberto de La Calle intentando enderezar el camino del Liberalismo con una contendora religiosa que hace tiempos debió buscar otra tolda y Robledo, con un Polo hecho a su medida. Bien por ellos, porque se juegan su pellejo desde las instituciones y eso debe ser mirado como un plus de esas candidaturas, nunca como una carga.
www.margaritalondono.com
http://blogs.elespectador.com/sisifus
