Si el paro campesino se revive, las consecuencias pueden ser impredecibles. Con la negativa de los líderes de las llamadas dignidades campesinas a participar en el Pacto Nacional Agrario y con la designación de Rubén Darío Lizarralde como ministro de Agricultura, Santos está corriendo ese riesgo.
Los campesinos no le creen al gobierno. No creen que cumpla sus promesas. Y no le creen por las mismas razones de siempre: ‘Lo que se está diseñando es una política del centro hacia las regiones, cuando debería ser lo contrario’, dice Dignidad Papera; ‘el pacto no ofrece nada que resuelva los problemas estructurales’, dice Dignidad Cafetera. Y el propio Santos contribuye a que no le crean. A él no le da ningún mensaje el hecho de que los campesinos hayan adelantado su protesta al margen de los gremios agrícolas. No quiere tener en cuenta que esas organizaciones perdieron el piso ante sus afiliados. Que lo perdieron precisamente por no luchar por los intereses de los pequeños productores sino por los de los grandes. Que los campesinos no están dispuestos a soportar más a unos líderes gremiales que se congracian permanentemente con un gobierno cuya retórica vende un discurso de desarrollo para el campo, ‘en el que quepan la gran industria y el pequeño campesino’, sin que importe para nada la constante de que en esa inclusión el grande cumple la ley a su acomodo e irrespeta los derechos de los pequeños. Sin que importe para nada que esa concepción le niegue al campesino la posibilidad seria de convertirse en empresario.
Es eso precisamente lo que representa el nuevo ministro de Agricultura. Cada día transcurrido desde su nombramiento, han fluido documentaciones sobre la manera como funciona el modelo integrador del negocio exitoso que Lizarralde puso en marcha en INDUPALMA. Nada nuevo; más de lo mismo. Un esquema desventajoso para el campesino, del cual ya se tenía algún conocimiento. Este pone la tierra para sembrar palma africana; es asociado en una cooperativa, pasa a llamarse socio estratégico, asume los riesgos crediticios sobre el proyecto palmero, su socio, INDUPALMA, independientemente de la suerte del cultivo, le cobra por los servicios que le presta como operador logístico del mismo. Según reafirman campesinos del Magdalena Medio convertidos en socios estratégicos en uno de los proyectos de INDUPALMA, las ganancias proyectadas en el largo plazo resultan inferiores y hasta corren el riesgo de perder la tierra por los compromisos de deuda adquiridos. En ningún negocio gana-gana, que es como lo promociona Lizarralde, uno de los socios asume todos los riesgos. ¿Aspirará Santos a que le crean que replicando el modelo INDUPALMA tiene la salida para el pequeño productor agrícola?
A los campesinos también les asiste la razón cuando no creen que se vayan a asumir soluciones de fondo. No se quiere entender que la oposición al libre mercado no es por ideologías. Es por la realidad común que acompaña a todos los negocios del gran capital que tal modelo económico promueve: siempre encarnan el abuso, el irrespeto de derechos y la prevalencia de los intereses particulares por encima de los de la comunidad.
En las medidas coyunturales que hasta ahora presentó el gobierno, solo hay alivios temporales. Por ningún lado aparece algo tan esencial para la actividad productiva como es el crédito de fomento. Como si fuera un gran aporte, los bancos han salido a expresar su deseo de colaboración, apoyando el recaudo del cuatro por mil a las transacciones financieras, cuyo desmonte siempre han reclamado. Como ya se vio en las jornadas de paro, los campesinos no son bobos. El gobierno tendría que imponerse para replantear, entre otros elementos, el funcionamiento del crédito bancario. Pero ninguno de los gobernantes a los que venimos acostumbrados, ni mucho menos Santos, van a debilitar uno de los pilares del modelo económico.
Ante tal panorama, razón les sobra a los campesinos para no querer sentarse ‘con los mismos de siempre’ a discutir el pacto.
Santos, nada que aterriza; nada que aprende
Lun, 16/09/2013 - 10:40
Si el paro campesino se revive, las consecuencias pueden ser impredecibles. Con la negativa de los líderes de las llamadas dignidades campesinas a participar en el Pacto Nacional Agrario y con la des