En una dura advertencia mediática a las Farc, a principios de año, el Presidente Santos dijo en España que si llegaban a cometer un “magnicidio” las negociaciones volarían en mil pedazos. Igual advertencia les había hecho Humberto de la Calle en noviembre pasado y la guerrilla obediente se ha cuidado de no cometer actos contra personas destacadas que puedan constituirse en lo que esta sociedad denomina “Magnicidio”. Todas las demás muertes son simples homicidios que en nada amenazan las conversaciones de paz.
En este proceso que ya cumplió dos años, el conflicto armado sigue produciendo víctimas. Así se pactó, ¿qué le vamos a hacer? Aceptamos negociar sin cese de hostilidades, lo que se ha cumplido a carta cabal por ambos lados. La guerrilla continúa derribando helicópteros, sembrando bombas, matando civiles en supermercados y atacando pueblos. También, para ser justos, hemos visto a las Fuerzas Militares perseguir y dar de baja a muchos subversivos. Todo dentro de la mayor cordialidad en La Habana, donde avanzan parsimoniosamente las conversaciones sin tomar en cuenta número de caídos en combate o bajas civiles en lo que se ha dado en mal llamar “daños colaterales”.
Pero claro, cuando las negociaciones se prolongan demasiado, se pueden producir excesos y volver a la barbarie que ha acompañado casi siempre este medio siglo de lucha insurreccional.
Así pasó con el mayor Germán Méndez y el patrullero Edílmer Muñoz, secuestrados, torturados y después asesinados a golpes y cuchillo. Los negociadores de las Farc en Cuba reconocieron el hecho pero lo atribuyeron a la persecución que se había desatado contra la columna Daniel Aldana en la zona rural de Tumaco.
La culpa de la muerte de los secuestrados, según la guerrilla, la tienen quienes intentan liberarlos. Así dijeron cuando asesinaron al gobernador de Antioquía, su consejero de Paz y varios militares, también cuando mataron a los diputados del Valle. Es una disculpa reiterada y un mensaje tan cínico que insulta a la democracia más elemental. Condolido el vocero en La Habana aseguró que "… lamentamos la trágica muerte (de los policías), al tiempo que hacemos llegar nuestra voz de aliento a sus familiares y compañeros".
Sin embargo esto no es un magnicidio para los estándares de la alta política y por lo tanto las negociaciones de paz no volarán en mil pedazos. Apenas una recriminación pública y las cosas retornan a su lugar de siempre, seguirán apoltronados hablando del paraíso que algún día ayudarán a construir los excombatientes “revolucionarios” que hoy asesinan sin piedad a sus secuestrados.
En esa misma semana en que mataron los dos policías, la izquierda se estremecía de horror por la violación a los derechos de Petro y las redes sociales se ocupaban de la micción involuntaria del Presidente como si allí terminara el país real y no en lo que sucede en el Pacífico, con las casas de pique en Buenaventura, en los incendios por manos criminales en el Chocó o en la pena de muerte sumaria para los policías en Tumaco.
La muerte causada por una estaca en la nuca del Mayor Méndez me recordó ese episodio horrendo que sirvió de preludio para el fin de la dictadura en España. Francisco Franco, el todopoderoso gobernante militar ordenó la muerte de dos vascos acusados de pertenecer a la ETA. La sentencia se ejecutó con un método medieval conocido como el “garrote vil” que consistía en empujar un tornillo en el cuello del sentenciado hasta rompérselo.
Pues este método de la inquisición española se parece al de las Farc que con una estaca en el cuello terminó la vida del oficial. Ojalá sea esta ejecución extrajudicial el preludio del fin de una dictadura tan infame como la de Franco, solo que revestida de un color ideológico distinto. El franquismo andaba de camisa negra y las Farc andan de guayabera blanca en Cuba.
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Se necesita un magnicidio
Lun, 24/03/2014 - 18:31
En una dura advertencia mediática a las Farc, a principios de año, el Presidente Santos dijo en España que si llegaban a cometer un “magnicidio” las negociaciones volarían en mil pedazos. Igua