Si yo fuera griego también estaría tirando piedra

Vie, 18/05/2012 - 01:01
Recordemos que en la Segunda Guerra Mundial murieron entre 55 y 60 millones de personas o sea una Colombia y media, muerto más, muerto menos. La forma en que las naciones europeas dirimían sus difer
Recordemos que en la Segunda Guerra Mundial murieron entre 55 y 60 millones de personas o sea una Colombia y media, muerto más, muerto menos. La forma en que las naciones europeas dirimían sus diferencias desde tiempo inmemorial era bastante emocional, por decir algo baladí. Desde egos crecidos a nivel de dioses, hasta locos al comando de naciones, que participaban sin pereza en encarnizadas batallas para definir disputas de toda índole. La Unión Europea (UE) nació, entre otras cosas, para evitar la matanza constante entre hermanos. Hoy son 27 países que han prometido cumplir con las reglas que la Unión exige en términos estructurales, financieros, políticos, etc. Fijémonos en lo siguiente por un momento: la Unión fue creando su propia conciencia y dentro de ella el concepto de que al vecino, así sea pobre, es mejor tenerlo adentro que afuera. Simple. Pongamos por ejemplo a Polonia en su momento de nación pobre e independiente, que generaba un flujo incontenible de ciudadanos que sin visa ni permisos, emigraban a otros países europeos donde encontraban trabajo y mejores medios para vivir. No había poder humano que pudiera evitar este movimiento de gente, salvo una idea: participar a este tipo de países de los beneficios de la Unión, inyectarles dinero y evitar que la mano de obra polaca emigrará a otras latitudes. De ahí que naciones con recursos económicos muy endebles fueron aceptadas en “el club”. No se trata de un altruismo espontáneo sino de una clara política de mantener a la gente “en su casa”. En mi opinión, hoy en día, aun con la gran burocracia de Bruselas, la Unión es un territorio pujante, un caldo político y económico lleno de oportunidades. Conversaba en estos días con un pariente versado en las artes financieras que me decía que la Unión nunca progresará como toca. Llena de idiosincrasias diferentes, de nacionalismos con heridas del pasado y así un recuento de conceptos arraigados en el común de la gente. La verdad, no estoy de acuerdo. La Unión se mira sin analizar sus logros, mientras que otros países, comenzando por Estados Unidos, presentan diferencias internas enormes que no es el caso discutir aquí. En la época pre-Unión, los gobernantes de los países europeos manejaban la política a su antojo y conveniencia. De ahí que el presidente o primer ministro de turno anteponía los intereses de su partido a los intereses de la Nación. Hoy cualquier país perteneciente a la UE está sujeto a que le “jalen las orejas” por políticas que no cumplen con lo acordado por todos los miembros. Imagínense a la presidenta de Brasil en el banquillo, donde representantes de sus países vecinos tienen el poder de juzgar sus acciones, criticar y bloquear las decisiones del ejecutivo brasileño. O a la presidenta Fernández citada a rendir cuentas por sus actos de expropiación, con el riesgo de verse implicada en una discusión que debilite su estatura de gobernante del pueblo argentino. Impensable. Tomemos el caso que ha azotado tanto periódico: Grecia. Yo les aseguro que este país nunca saldrá de la Unión como amenazan, lo que ocurre es algo menos ruidoso y más real. Los políticos griegos de las ultimas décadas abusaron de sus conciudadanos, manejaron intereses que nada tenían que ver con la prosperidad del país, sus inversiones no crearon producción, las malas compañías de los banqueros (como siempre, esta raza muy especial de seres humanos está en todo aquello lleno de niebla) ayudaron al gobierno de turno a crear dinero vía la magia de Bonos del Estado, con lo que obtuvieron recursos para sufragar necesidades que no podían cubrir mediante el recaudo de impuestos. Tramposos que a la hora de la crisis, cuando los bonos emitidos por el gobierno fueron calificados de “basura”, se vieron en la necesidad de acudir a los préstamos de la Unión, que obviamente demandó el cumplimiento de ciertas metas. O sea, el prestamista exige los recortes necesarios que debe aplicar el gobierno de turno griego para poder hacer los pagos acordados. Y así, hábilmente venden a los pobres ciudadanos, que ya no entienden qué diablos esta pasando, la idea de que Bruselas es la mala del paseo. Conclusión ante estas circunstancias “¿por qué no salirnos de la Unión?” Toda una atmósfera enrarecida. El sentido común no tiene asidero y pasan a un desarrollo de ideas cantinflescas donde nadie entiende nada de nada; es decir, el ideal del político para crear la amnesia al ciudadano doliente. Aquí viene el cuento “bueno”: los recortes a los que primero afectan son a los ciudadanos de a pie —pensionados, asalariados, gente de bajos recursos— porque ahora si “debemos obtener dinero para cancelar préstamos” y hacer el “esfuerzo” de pagar las embarradas y rascadas de panza de los gobiernos anteriores. Así las cosas yo también tiraría piedra. Sin embargo, los políticos griegos no la están pasando nada fácil. En el ojo del huracán como país miembro de la UE, se las están viendo ágatas para explicar las toneladas de trapos sucios que han tratado de lavar en público, sin mayor éxito. Pero de no haber sido miembros de la Unión ya hubieran “encontrado la solución” con verborrea populista culpando a las circunstancias externas por el mal estado económico y financiero del país.
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