El problema no está en que una despistada fotógrafa de Hola haya decidido utilizar dos mujeres negras, empleadas del Clan Zarzur, como parte del paisaje de una foto que muestra la “clase” y el poder económico de esa familia caleña. Esto, como lo dijo Diego Martinez Lloreda es un logro histórico que debería generar admiración, pero somos tan cortos de visión que sólo ha generado envidia. ¿Cuántas familias bogotanas hubieran querido salir en Hola y no lo han conseguido? Se pregunta Diego. Es por envidia y no por otra razón que, según él y otros columnistas, se ha hecho tal escándalo sobre la despampanante fotografía panorámica.
El análisis, un tanto superficial, es propio de una divertida velada al calor de un wiskicito entre la socialité de Cali y/o de las risas displicentes de la oligarquía bogotana, que goza como nadie exhibiéndose desde las páginas sociales. Pero la realidad es más profunda que una envidia entre ricachones. La realidad es que así como la fotógrafa de Hola no vio a las mujeres negras sino que las confundió con el paisaje, así la familia Zarzur, la sociedad caleña, la dirigencia bogotana y el país en general tampoco han sido capaces de ver la desigualdad y la exclusión en nuestro país.
Si no se ve al Pacífico, una región portentosa, de una biodiversidad magnánima, y de un potencial enorme, ¿por qué van a ver un par de trabajadoras domésticas negras? El Pacífico y la población afro son solo paisaje y nada representan para la sociedad, eso sí, mientras estén tranquilitos y no exijan nada. Porque si empiezan a generar problemas ahí sí que los notamos y entramos en pánico por el riesgo que significa que los excluidos quieran ser parte activa de la sociedad.
Las cifras de la desigualdad se hacen evidentes en cada esquina. En Cali, la población afrodescendiente representa casi la mitad de la ciudad, pero es la mitad más pobre. Sin embargo esta marginalidad no lleva a replantearnos las cosas, casi no la notamos, no hay estadísticas que la soporten, ni planes de desarrollo que la corrijan. Allí están los y las afro en cada semáforo, limpiando parabrisas, vendiendo frutas o haciendo malabarismos para conseguir una moneda que de otra manera les sería negada.
A la par con esta población discriminada hay un sector, cada día más importante y más dinámico, una clase media afro, preparada, pujante, intelectual, que se abre camino con grandes dificultades para consolidar un espacio de participación muy merecido, sobre todo porque nada se les ha regalado y nada han heredado, o si acaso han heredado algo ha sido precisamente la discriminación y la marginalidad.
La foto de Hola, no levanta envidia Diego, o por lo menos no en todo el mundo. Algunas personas sentimos tristeza de estar dirigidos por una clase que no vea más allá de sus narices, que piense que Cali se acaba en el campo de golf o en los salones del Colombia. Una dirigencia que tramita las necesidades en cocteles y no en grupos de estudio o en salones universitarios. Eso es ceguera y ya sabemos qué resulta cuando una ciudad es manejada con falta de visión.
Probablemente como dijo la señora Rosita Zarzur a esas niñas las tratan muy bien en su casa, les pagan lo justo y hasta las saludan en las mañanas. ¡Faltaría más que así no fuera! Pero no es de eso que se está hablando, sino de que las fotografías reflejan lo que somos y nada mejor que esta foto para mostrar cómo somos, cómo pensamos y qué tipo de dirigencia tenemos. Por supuesto la dirigencia bogotana está envidiosa, como diría Martillo, pero es que allá tampoco están muy bien de las “vistas”. Allá tampoco han podido ver el Pacífico, la pobreza y la discriminación.
