No se quién las inventó, no se quién nos hizo ese favor, tuvo que ser Dios. Por que Dios la cría y ellas se juntan. Y esta vez todas a una como en Fuenteovejuna se fueron lanza en ristre contra una cristiana que se debate entre hacerle honor a su apellido para reivindicar las costumbres morales en nuestro pobre país agobiado y doliente y poder ejercer su libre derecho de amar al prójimo como a bien tenga sí misma.
Cuatro mosqueteras las llamó la revista Semana, de donde casi son oriundas, porque todas coinciden en que el pasado no perdona y en que preferirían que Viviane Morales no hiciera como nosotros debemos perdonar a los que nos ofenden, o que por lo menos no amara a quien para ellas es imperdonable. O que no ejerciera su cargo de Fiscal porque posiblemente entre sábanas pudiera existir una influencia satánica.
No se sabe si es envidia o caridad, dicen las abuelas. Pero estas columnistas, admirables por su independencia de criterio, su valor para decir verdades a tiempo y su rigor para ejercer el periodismo sin ceder a las presiones de los otros poderes, aunque alguna que otra, se lleve de calle de vez en cuando los derechos de quienes cual fiscal juzga y condena implacablemente, en esta ocasión se les fueron las luces navideñas o se fueron de bruces ante la novela de amor entre la Fiscal y el exguerrillero.
El pecado de la Fiscal es amar con juicio de cristiana. Ella sí que sabe quien es Carlos Alonso Lucio. Ella decidió no creerse todos los cuentos que pululan mediáticamente. Sabe que es un hombre que ha buscado la paz y que como figura promisoria cuando ejercía de parlamentario tuvo que despertar muchos odios y enemigos que se encargaron de cobrarle sus osadías. Claro que sabe también que ha cometido errores por exceso de protagonismo, por ímpetu juvenil o por creerse que puede manejar cualquier escenario.
Y claro que estuvo preso, pero su delito es de esos que dejan siempre la idea de que la subjetividad y el poder de la contraparte resultaron mas fuertes que los argumentos del acusado. Falsa denuncia. Imagínense. Bueno el día que se aplicara la justicia con todas las de la ley en ese terreno, en Macondo se atestarían las cárceles.
Lo cierto es que ese romance da envidia. Una mujer valiente, desde luego mucho más que sus detractoras, decidió jugársela por amor, sin que nadie tenga el derecho de prejuzgar qué diablos la inspirará, o quién demonios la influirá. Eso es irrespetuoso, por decir lo menos. Qué sabe nadie, canta Rafael. Quien tiene autoridad para suponer que ella es descriteriada, que no tiene los suficientes pantalones para decidir en derecho, o que le falta medio cerebro para tener que acudir a su media naranja para que se lo preste.
Si Lucio le debe algo a la sociedad, que se lo demuestren y que lo metan preso. Si no le debe nada y esto lo deben decir los jueces, no los periodistas, pues que lo dejen tranquilo para que pueda amar a su mujer como Dios manda. Que bien se lo merece esta mujer que por lo menos a muchos machos nos despierta admiración y reconocimiento no sólo como mujer sino como excelente persona, por su calidad humana.
Y claro que la vida privada de los personajes que ejercen lo público no es un tema para esconder. Y que se ventilen las cosas nunca será malo. El problema es partir de premisas falsas para llegar a conclusiones insoportables. Si un marido es el importante, nadie cree que porque su mujer sea infiel, por ahí se le van a colar las decisiones del enemigo. Si el hombre es el Fiscal y su mujer estuvo detenida por un lío de alimentos nadie va a pensar que en su lecho habrá fuertes distorsiones sobre sus fallos en derecho.
Ahora, el gran delito de Lucio, no encarcelable, es el de haber sido mediador con los malos. ¿Y quién es mediador con los buenos? La paz se hace con los que están por fuera de la ley, y las negociaciones con los que ponen en dificultades a las autoridades. Y han existido mediadores de todos los calibres, algunos expresidentes y se llamaban notables. A otros los han estigmatizado por mediar y hasta los han asesinado por haberse creído en capacidad de mediar con los malos, como le pasó a Jaime Garzón.
Por que los que prejuzgan sobre las intenciones o intereses ocultos de quienes son mediadores o intermediarios, no siempre escriben columnas suspicaces, que a veces terminan sentenciando y matando civilmente; otros sencillamente, aplicando la misma lógica simplista, dan la orden de eliminar físicamente al mediador porque le pareció cómplice de sus adversarios.
Y para prejuzgar cada uno tiene sus técnicas. Unos le creen a pie juntillas a los delincuentes confesos, otros a los exempleados destituidos, otros a los que puedan resultar incriminados y necesiten distraer y desprestigiar a quien los va juzgar legalmente, en fin. Pastores venid y pastorcitos mentid.
Buena falta le hace a Colombia y a quienes tienen el don y la oportunidad de manejar la opinión publicada, que aprovechen estos días de natillas y buñuelos para repensar su capacidad de perdón, su ánimo de reconciliación, para aprender de quienes nos llevan un trecho en materia de tolerancia, bondad, comprensión y ponderación como la Señora Fiscal.