Por estos días en que las derechas se estrellan y se pelean las herencias de los tres huevitos que intentó empollar el uribismo cuando se creyó el cuento de que su Mesías era irremplazable, y que debería repetir silla presidencial hasta que pudiera garantizar su objetivo político militar en contra de la guerrilla, y de paso contra la izquierda; y se tiran de las mechas para apoderarse de una supuesta conquista llamada la seguridad democrática, han surgido voces que se preguntan qué pasó con la izquierda, o incluso la critican por no haber aprovechado ¨las contradicciones en el seno del enemigo¨.
En Colombia eso ha sido un imposible físico. Aprovechar las peleas entre la derecha no se puede desde las enfermizas confrontaciones de la izquierda. Hay una franja filosófico-política que se sitúa en esa orilla porque todavía cree que sueña con cambiar el mundo, que su paso por este planeta implica compromiso social y esfuerzo por lograr grandes transformaciones. Pero irónicamente es muy poco lo que puede hacer por transformar porque aunque se la pase todo el día diciendo que lo que hay hecho está mal, y todo el tiempo hable de los excluidos y las exclusiones, no ha logra ni siquiera entrar en sala de recuperación para tratar su propia enfermedad infantil del izquierdismo.
Para empezar todos manejan el mismo síndrome mesiánico de poseer la verdad absoluta. Desde Marx, Engels, Lenín, Stalin, Jruschov, Brezhnev, Mao, Enver Hoxa hasta Fidel Castro, Abimael Guzmán, Hugo Chavez, el cura Manuel Pérez, Tirofijo, o mejor Jacobo Arenas, Alfonso Cano, Timochenko, el cura Bernardo Hoyos y hasta Gustavo Petro, siempre se ha escuchado que el equivocado, desviado o descarrilado es el otro. Cada uno tuvo su renegado Kautsky, su Bujarín, su Trotsky, su Lin Piao, su Deng Xiao Ping, su Liu Chao Chi, su Ricardo Lara Parada, su Alfonso Romero Buj, su Nicolás Santana para terminar incluso exterminando físicamente a su rival en las entrañas de la izquierda.
Ese canibalismo marcó a la izquierda mundial y dejó en el camino a personajes de la talla del Che Guevara, del cura Camilo Torres, de Jaime Bateman y otros tantos que trataron de deslindarse de las prácticas criminales intestinas. Probablemente por eso algunos de ellos terminaron muertos en inexplicables situaciones. Ese canibalismo, pues, se ha trasladado casi que mecánicamente a los escenarios donde ya no son las balas sino las sentencias verbales que descalifican al otro con tal saña que en ocasiones se intenta su muerte civil o política. Si hay algún sitio donde no se respeta al otro como un legítimo otro es en la izquierda. Antes se tildaban de tiras y de policías o de agentes de la CIA. Ahora el que no está de acuerdo con ellos es un paraco, uribista, o aliado de la mafia.
En últimas se trata de caudillismo, una de las enfermedades típicas de los izquierdistas, que llevó a que en Colombia existieran tantas organizaciones de izquierda como genios se creían y aparecían. El Partido Comunista se dividió en PC y PC(M-L) y este a su vez estalló como en nueve facciones que a su sigla le agregaban, Linea Proletaria, Tendencia MLM, MIR, Ruptura, PLA, etc. Y por el lado de los trotsquistas estaba el Bloque Socialista, de Salomón Kalmanovitz y Camilo González, La URS de Humberto Molina, Partido Socialista de los Trabajadores, los Comandos Camilistas, en fin. Y el Moir que se dividio como en cuatro pedazos y uno de ellos lo enarbola el senador Jorge Robledo, que se distingue por ser un buen parlamentario pero padece también la neurosis de caudillo.
Hoy se destaca el vanguardismo que marca a los Progresistas de Petro, quienes se creyeron ser un fenómeno electoral luego de que por chiripa ganaron la alcaldía de Bogotá debido a que la derecha dividió al centro, y ahora se dan el lujo de pelear con el Polo, aislar a los verdes liderados por el concejal exeleno Antonio Sanguino, sacar a sombrerazos a Daniel García Peña y hasta deshacerse de Antonio Navarro, uno de los dirigentes de izquierda que posiblemente quedó menos afectado por estas patéticas manifestaciones. Por el otro lado los del Polo que siguen en en su juego de unidad y lucha entre el Partido Comunista y el Moir, uno que otro senador sectario como Avellaneda y el sector filosamperista del Dussan, cuyo interés es el control del partido.
Pero no hay que llamarse a engaños. La polarización entre el expresidente Alvaro Uribe y el presidente Juan Manuel Santos es un episodio más mediático que filosófico. Y aunque la tarea de la paz es un proyecto progresista y visionario, y los confronta a muerte, Santos mantiene su déficit frente a lo que sería un gobierno siquiera de centro izquierda. Y no para lamentarlo porque contra todos los pronósticos este emprendimiento pertenece a la esencia democrática y social y está en la agenda del desarrollo social y sostenible. Santos, si no es de derecha, es de centro derecha, pero derecha al fin.
Lo que no se les perdonará a nuestros izquierdistas es que las oportunidades históricas las vean pasar y se conformen con los triunfos pírricos de una alcaldía, que luego los deja en la cárcel o destituidos por la procuraduría, como Samuel Moreno o el cura Hoyos en Barranquilla. No se puede seguir destruyendo la confianza y menos dejar en evidencia que sea en la izquierda donde menos se logra construir confianza. Está bien que cada dirigente crea mucho en sí mismo, pero no está nada bien que no crean ni una pizca en sus colegas. Así no vamos a ningún Pereira. Se requiere deponer los egos, que se valore lo que hace cada uno de los demás dirigentes y se preste el concurso y el nombre para que se unan esas voluntades bajo un acuerdo humanitario entre jefes de izquierda.
Se necesita que aparezca alguien más ambicioso y menos pretencioso, con más sueños transformadores y menos aspiraciones egocéntricas. Alguien que ojalá no se sienta predestinado, ni más héroe que los otros, que quiera contribuir con su conocimiento y su experiencia y se olvide de tener un lugar en la historia. Que crea que sus convicciones, si son justas, sólo se logran aplicar si se es justo como persona. Que no tenga tantos pergaminos de exguerrilero o de exsindicalista o exacadémico sino que exhiba nobleza y grandeza, que piense que aún Colombia espera una salida democrática, social y sostenible. Alguien que haya notado que la izquierda desunida siempre será vencida. De ser así, lo más seguro es que logre jugar un papel histórico.
Un acuerdo humanitario entre la izquierda
Jue, 31/01/2013 - 01:01
Por estos días en que las derechas se estrellan y se pelean las herencias de los tres huevitos que intentó empollar el uribismo cuando se creyó el cuento de que su Me