Reseña del libro: “Donde nadie te encuentre” de Alicia Giménez
“La auténtica verdad demoledora es cuando te das cuenta de que quizá no necesitas el amor de nadie, y de que en eso radica tu libertad, y de que si continúas formando parte de un entramado afectivo, es solo porque piensas que los demás necesitan de ti”.
A.G.
De inicio recomiendo la lectura de este libro sobre la postguerra civil española, y ampliamente diciente de la contienda y distorsión de la guerrilla colombiana. De ninguna manera se pretende en esta reseña equiparar la dictadura franquista con la democracia colombiana por imperfecta que esta sea. Es el régimen franquista en todo su esplendor y horror, bien instituido y cimentado en una represión sistemática, año 1956, España salida ya de la asoladora guerra civil (1936-39), cuando el periodista barcelonés Carlos Infante recibe la visita del doctor Lucien Nourrisier, siquiatra parisino de La Sorbona especializado en mentes criminales, para hablarle de un artículo que el periodista publicó sobre la guerrillera Teresa Pla Meseguer, más conocida como La Pastora. El doctor le propone, sin ningún recato, asociarse para entrevistar a la guerrillera y llevar a cabo un estudio clínico sobre la personalidad de esta mujer considerada cruel, despiadada y además de sexo no definido. Plan riesgoso para la época porque estos contactos podrían ser interpretados como complicidad con la guerrilla, pero que como bien se lo dicen: “Para pensar se necesita serenidad, para sacar conclusiones, paciencia, y para ponerlas en práctica, valor”. Los hechos narrados corresponden a los vividos por el maquis, la guerrilla antifranquista opositora al orden dictatorial. El libro de la escritora Alicia Giménez, ganador del reconocido premio Nadal 2011, trata de los múltiples periplos de estos dos recién asociados y entronizados de aventureros y que los lleva a una búsqueda desesperada y obsesiva en pos de La Pastora en la provincia de Castellón; el doctor con fines clínicos en ánimo claro de entender esa leyenda de crueldad que amedranta la región y a la que se le atribuyen muertes despiadadas, y el periodista para embolsarse un buen dinero que el médico le propone para esta misión. En esta búsqueda pronto se toparán con pueblos en donde impera la ley del silencio, esa que se autoimponen las gentes oprimidas y temerosas de sus vidas y bienes, pero es que como bien dijo Voltaire: no puede exigirse de un ciudadano que se convierta en héroe por ser fiel a sus ideas. Una estructura de novela con capítulos que alternan, los unos una narración en tercera persona sobre las peripecias de los investigadores, y los otros en primera persona y que corresponden a un monólogo de La Pastora, quien de viva voz narra su aciaga vida. Las dos vertientes narrativas son convergentes, a pesar de su, ex profeso, diferente lenguaje y hasta distinta tipografía. El monólogo expresado en un lenguaje sencillo, coloquial, rural, con redacciones gramaticales dudosas, mientras que la parte de los aventureros, que es ficticia, utiliza una escritura de más elaborada factura. Los capítulos y la trama así entremezclados producen una buena originalidad narrativa que da fuerza y expectativa a la novela, así al final resulten un poco largas y previsibles las quinientas páginas que dura el escrito. De un lado, el lector reconoce, el bando “legal”, el gubernamental, quien victorioso en la larga y destructora contienda, e instaurado cómodamente en el poder arremete contras sus opositores de manera violenta y sanguinaria. En la novela su brutal fuerza es observada a través de la tremebunda Guardia Civil con funcionarios sin ningún escrúpulo ni respeto por la población civil. Su autoridad sin miramiento alguno es utilizada para el sometimiento al nuevo orden: es la ley, y esta a cualquier precio –lo propio de cualquier dictadura. En el otro bando, la insurgencia de los maquis, en número reducido es acribillada por la muy superior fuerza de la Guardia Civil. Los pocos guerrilleros que subsisten van convirtiéndose en una resistencia débil aunque destructora y que con el pasar del tiempo se trasforma en bandolerismo que termina asediando a la población civil y particularmente a las masías (fincas familiares de explotación agrícola y ganadera propias de la región). Esos maquis que de inicio gozan de una cierta simpatía entre los masoveros (campesinos asalariados) quienes les colaboran a hurtadillas con comida, provisiones e información; esa guerrilla que es el último reducto armado de lucha contra el gran poder dictatorial franquista va poco a poco transformándose, y para sobrevivir comienza a extorsionar, a matar, a exigir provisiones, a maltratar salvajemente a los mismos a quienes pretende defender. La población rural deja entonces de colaborar y entiende que estos liberadores son tan (o peores) que sus verdugos institucionales. La apreciación romántica del guerrillero bueno se torna en la del bandolero sin principios que hace daño y al cual hay que delatar sin distingo a la Guardia Civil. Cualquier parecido con la guerrilla colombiana no es mera coincidencia, es el proceso normal de degradación que sufren estos movimientos “salvíficos”. Ocasión aquí para recomendar el muy significativo libro del escritor colombiano Alonso Sánchez Baute “Líbranos del bien”. La novela de Baute, así como la presente, objeto de esta reseña, desmitifican ese halo romántico y benevolente que suele atribuirse a estas agrupaciones y ponen de manifiesto la crueldad y los métodos sanguinarios utilizados para alcanzar sus desdibujados fines. “Viviría más a gusto con sus certezas, aunque fueran amargas, que con vanas ilusiones. Aquella era una filosofía que servía, por extensión, para todos los órdenes de la vida: si nada esperas nunca te decepcionas. Además, iba endureciéndose paulatinamente el carácter de modo que podías alcanzar un grado de indiferencia que te ponía a cubierto del dolor”. El libro, por supuesto gira alrededor de La Pastora, esa paisana sin educación, nacida en el seno de una paupérrima familia de numerosos hijos, y en donde se le humilla y no se le presta atención ni comedimiento alguno. Prontamente esta “niña” da pruebas de gran fortaleza física y de dedicación al trabajo, se vuelve pastora de ovejas con gran manejo y devoción por estos animales que en definitiva son su única compañía en la montaña aislada en donde pasa sus días y noches, y de la que se vuelve conocedora de cada uno de sus escondrijos; hecho que la vuelve útil guía para cuando su vida entre en la clandestinidad guerrillera. Peculiaridad: nace La Pastora con órganos genitales no bien definidos, posee un pene de tamaño muy reducido y escondido dentro de un escroto bífido. Por esta razón su madre decide catalogarla y criarla como niña, hecho que la marcará sicológicamente de por vida, pues mentalmente “ella” siempre se consideró un hombre. “Sin embargo, había ido aprendiendo a tolerarse, a vivir como si el protagonista de su biografía fuera otro, aunque era consciente de que aquel precario equilibrio podía venirse abajo en cualquier momento. Entonces ni una pequeña partícula de su armazón quedaría indemne, el desmoronamiento sería total”. Constituye su entrada a la guerrilla una liberación a un sexo impuesto y a la permanente burla que le merece su ambigua identidad sexual; ataviado con vestimenta masculina y con corte de cabello de varón, ingresa a la tropa disidente. El hecho de lanzarse a la peligrosidad del monte clandestino, en donde además aprendió a leer y escribir, constituyó su gran felicidad, así ideológicamente nunca haya entendido el porqué de esta afiliación, ni de su actuar, y menos de los horrores e injusticias a los que fue llamada a colaborar. La Pastora cuenta, en su monólogo biográfico, con candor y desparpajo su vida en el maquis: los combates con la Guardia Civil, las matanzas de la población civil, los muertos y heridos de los dos bandos, los saqueos y los secuestros, eso sí, –aunque considerado como uno de los más temibles guerrilleros– afirmando contundentemente que nunca asesinó a nadie. Su vida en el maquis tuvo un gran reverso, debido a algunos errores involuntarios, hubo de retirarse de la organización guerrillera para salvar su vida; huyó con su colega Francisco, con lo que su marginalidad se acentuó aún más: perseguida hasta por sus mismos excompañeros de maquis. La lealtad con sus colegas fue total y la sujeción a Francisco, su compañero de fechorías, fue incondicional, hasta que este fue dado de baja en uno de los numerosos asaltos. A partir de ese momento se enclaustró en una recóndita cueva cual ermitaño de otrora; allí estoica sobrevivió varios años guarecida de la naturaleza implacable y del permanente acecho de la Guardia Civil. Los dos buscadores de La Pastora, en contacto con el medio rural, con un trato social rudo y receloso, con una geografía agreste y un clima cerril, ven sus mentalidades transformarse. El muy parisino doctor, de finos modales, que en ciernes detesta las tierras y maneras españolas, termina amándolas y deseoso de permanecer en ellas. El periodista barcelonés mediocre, cínico y utilitarista alérgico a los manierismos parisinos del doctor, acaba en parte imitándolos. Sus vidas se ven transmutadas y perturbadas, incluso la relación del siquiatra con su familia toma distancias temerarias. Si bien los personajes de Infante y Nourissier son ficticios y creados para efectos de la novela, La Pastora realmente existió, y este personaje verídico después de una gran persecución huye a Andorra en donde es capturado, deportado y condenado a muerte por el delito agravado de veintinueve asesinatos; hecho que en verdad nunca pudo ser probado por lo que su pena fue conmutada a treinta años de prisión, antes de los cuales y por buena conducta fue puesta en libertad. A partir de ahí vivió una vida de austeridad y de recluimiento voluntario hasta morir plácidamente en el año 2004 a la edad de ochenta y ocho años; y fiel a su sencilla premisa: “Así yo comprendía que en el mundo no tienen unos todo lo bueno y otros todo lo malo, sino que va repartido y no hay más remedio que aguantar con lo que nos toca”. De su vida da parte el historiador José Calvo en su libro "La Pastora, del Monte al Mito", del cual, informa la escritora, se inspiró para su novela. De colofón, la frase de Infante, el periodista de la novela: “Para mucha gente, la felicidad debía consistir en eso: ocultarse en una rutina que preserva del dolor. En la vida, el riesgo estriba en aspirar a otras cosas, en hacerse ilusiones, en creer que mereces algo por el simple hecho de estar vivo”.