La literatura rusa primero, luego la soviética durante los setenta años de vida del comunismo, siempre ha sido impactante. De hecho, Guerra y Paz es una obra cumbre de la literatura universal por plasmar detallada y crudamente la realidad del pueblo ruso en la época de la invasión napoleónica.
Otra guerra, similar en el propósito, mucho más cruenta y brutal no podía escaparse de una mirada crítica. La Gran Guerra Patriótica, producto de la invasión nazi al territorio soviético bajo el sugestivo nombre de Operación Barbarroja se traduce bajo la pluma de Vasili Grossman en una oportunidad única para exponer el choque entre dos totalitarismos y la vivencia del régimen comunista.
Hace 70 años los tanques y aviones alemanes surcaron el territorio ucraniano, báltico y bielorruso para entrar de lleno en la incertidumbre de una guerra que al final de los días dejó más de veinte millones de ciudadanos y soldados soviéticos muertos y unos cuatro millones de alemanes, rumanos y otros aliados del Eje tendidos en los campos.
Grossman como corresponsal de guerra vivió en carne propia la guerra; supo del olor de la pólvora, del ruido de la metralla, del ulular de la bomba, del llanto del niño y de su madre, del quejido del herido mutilado, de la muerte en todo su esplendor.
Con esas vivencias nos presenta las vivencias de la familia Sháposhnikov, entrelazada entre los científicos atómicos, parentelas judías perseguidas independientemente del régimen, soldados y oficiales muertos en el frente o dispuestos a morir por la Gran Rusia, ingenieros de centrales eléctricas cumpliendo con su deber, comisarios políticos, en fin toda la amalgama de personalidades en torno al conflicto.
En sus más de mil páginas, Grossman retrata con detalle el dolor humano, la miseria, la envidia, la insolidaridad, las penurias, de anónimos soldados de cada bando, hombres y mujeres de ciudad y del campo, prisioneros de guerra y prisioneros políticos. No es un relato amable; lo cual no impide su lectura y por el contrario estimula la misma. Como dice en una de sus páginas: “¡cuántos otros como él serán olvidados en estos tiempos inolvidables”¡
Su crítica al sistema, no al sentimiento patriótico que siempre ha distinguido al pueblo ruso, le valió que su novela fuera proscrita, decomisados los manuscritos y aún las cintas de la máquina de escribir; difícil imaginar que en un régimen totalitario alguien pueda escribir como lo hizo Grossman en una de las páginas de la novela: “Cuanta mediocridad hay por todas partes! Cuántas personas tienen miedo de defender su derecho a ser honestas, cuántas se dan por vencidas, cuánto conformismo, cuántos actos mezquinos”, las cuales hoy tienen plena vigencia en cualquier parte.
Afortunadamente, una copia llegó del ostracismo y para fortuna de la literatura salió a la luz y poder afirmar sin ambages que esta obra sin duda está a la altura de las grandes de la literatura;