Vidas grises que el destino colorea

Sáb, 08/03/2014 - 15:35
Reseña crítica del libro “Una tienda en París”, de Màxim Huerta
“—No tienes principios.

Reseña crítica del libro “Una tienda en París”, de Màxim Huerta

“—No tienes principios. —Tengo finales, que son más interesantes”. M.H.

Bohemia, París, años 20, grandes artistas: unos ingredientes bien escogidos para confeccionar una divertida y atrapante historia; un coctel de esos de mézclese, agítese y disfrútese. Así es el nuevo libro del escritor español Màxim Huerta, “Una tienda en París”. Una novela construida a través de dos vertientes narrativas, ambas escritas en primera persona, lo que concede mayor persuasión al escrito. De una parte, la vida de Teresa que transcurre en la época actual y, de otra, la de Alice, que se desarrolla en los años 20. Estas dos vidas, separadas por casi un siglo, se intercalan en interesantes capítulos para mostrar la similitud de las dos existencias. Dos vidas de parecidas circunstancias y pensares unen a Teresa y Alice: la búsqueda de amor para fundamentar sus vidas, la nostalgia y afecto por sus madres y el amor y disfrute de París, ese que el escritor no duda en calificar de “París no es un lugar, es un estado de ánimo”. Teresa una chica madrileña con una desafortunada niñez a cuestas y un deseo vehemente de cambiar de vida. Una infancia en la orfandad a cargo de una tía muy estricta, chapada a la antigua, más pendiente de la apariencia y de la observación de la norma que del disfrute de vivir, hacen que Teresa deteste a esta madre que le tocó en encargo, así como su pasado. Al llegar a la adultez y habiendo terminado sus estudios encuentra, por casualidad, en un anticuario un cartel de madera, un anuncio de una tienda de telas en París ("aux tissus des Vosges") de los años 20 –una tienda que en la realidad existe en el número 10 de la rue Pont Louis-Philippe–. Este anuncio, que de inmediato compra, se le presenta como un despertar de esa necesidad de cambiar de vida y para ello de ciudad. Alice una chica parisina joven de los años 20 de muy modesto origen, de penurias económicas grandes y a quien el destino quiso conseguir pitanza modelando para pintores en formación, y luego para profesionales que apreciaron –artística y sexualmente– su esbelto cuerpo y actitud para modelar desnuda. Teresa toma desinteresadamente clases de pintura, su profesor, un viejo pintor, la incita a tirar al cesto sus trabajos de ejercicio y emprender otros nuevos en lugar de cubrir los errores con borrones o difuminados. Por mucho tiempo el experimentado instructor solo le permite usar tonalidades en negro y matices de gris. Teresa se exaspera por la tardanza de la introducción del color en sus pinturas, hecho que permite una buena reflexión alrededor de la necesidad de adquirir destreza en la asimilación y devenires básicos de la vida antes de abordar etapas más elaboradas. Teresa desespera en su afán de cambio, su necesidad metafórica de colorear su vida que se le presenta gris, sin coloraciones que le den sentido. “Aceptar. Ese verbo que aparece tan pronto en el diccionario y que tarda tanto en irse”. Teresa siendo francófona y habiendo tenido una relación sentimental con un francés, decide entonces instalarse en París en donde compra el local que anunciaba el cartel comprado en el anticuario y que perteneció a Alice Humbert. En ese cambio de vida se orienta hacia a la investigación casi obsesiva de la vida de Alice, a quien sospecha está unida por muchas cosas que le inspira un inexplicable dictado interior, como en efecto constatará posteriormente. “La casualidad nos da siempre lo que nunca se nos hubiese ocurrido pedir”. Nos transporta el escritor al París de entreguerras cuya élite se da a la producción y admiración artística como queriendo conjurar la reciente conflagración e ignorar la siguiente que en ciernes tímida pero firmemente hacía su nefasto camino. Un París en donde el champán corría a flotes para algunos, mientras para otros la parvedad era su diario y desigual vivir. El telón de fondo es sin duda ese mundillo parisino de los 20´s en donde los unos poseen dinero y fama en abundancia y otros –las mujeres, en particular– belleza, juventud y alegría. La noche parisina los reunía en una bohemia permanente de hedonismos sin par ni límites. Esta sinergia se da al cobijo de interminables noches de fiesta, alcohol, danza, juerga y erotismo. En ese París noctámbulo de los 20´s, el de Montparnasse, sus principales artistas, sus modelos, el festín, el glamour y toda la exuberancia y riqueza de la bohemia parisina se daban permanente rendez-vous. En este contexto pone el escritor en escena y alrededor del famoso club nocturno Le Dôme a importantes personajes de la época y de gran reconocimiento actual: la modista Coco Chanel, los pintores Kisling, Modigliani, Nils Dardel y Pascin, el compositor musical Jean Wiener, el fotógrafo Man Ray, y la reconocida modelo y reina e la noche parisina Kiki de Montparnasse. Kiki tiene en la novela una presencia importante, su alegría, osadía y desinhibición hacen de ella una mujer de libertad, consejera y amiga de nuestra protagonista Alice. Kiki posó para los mejores artistas de los años 20 y participó plenamente de la vida bohemia parisina; cantante, bailarina, rodeada de admiradores, lujo y dinero. Su verdadero nombre es  Alice Prin, lo que hace asumir que de ella se inspiró el escritor para crear el personaje de Alice Humbert. Esta mujer que, en la vida real, después de saborear las mieles del gran París de otrora, muere en 1953 en la inopia, la soledad, el alcoholismo y la drogadicción. En conclusión, tiene este libro una agradable y enganchadora trama, así para lograrla acuda el escritor a organizar la historia con raras coincidencias sobre cuya credibilidad haya que hacer actos de fe (ficción al fin de cuentas); todo sea en beneficio del buen momento que se disfruta con la lectura de este libro que recomiendo.
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