Vietnam, un país ejemplar

Vie, 15/06/2012 - 01:01
Hace unos meses tuve la oportunidad de visitar Vietnam y entre sus ciudades Saigón (hoy Ho Chi Min City en honor a su líder). La noche estaba cálida, subtropical. Me recordaba climas de nuestra cos
Hace unos meses tuve la oportunidad de visitar Vietnam y entre sus ciudades Saigón (hoy Ho Chi Min City en honor a su líder). La noche estaba cálida, subtropical. Me recordaba climas de nuestra costa colombiana. En el piso más alto de hotel había un buen bar. Una orquesta, solo de mujeres, con música de los 70 y 80. Curiosamente Asia vive canciones inolvidables de esa época. No sé por qué. La mujer que estaba en la baranda mirando el correr del río Mekong me llamó la atención, parecía solitaria pero se sentía que estaba acompañada. Le pregunté: — ¿Qué sabe usted de este país? — Me miró con cierta sorna, como diciendo “¿Y éste quien es?” —Si quiere alguna respuesta, sorpréndame. —Le ofrezco un Singapur Sling con dos tragos adicionales de vodka, y un uno de ron. Obvio, añadiéndole unas gotas de licor de mandarina. Se rió, entendió mi mensaje y me respondió: — ¿O sea que no quiere solo sorprenderme sino ir más allá...? La miré, su silueta dibujada en la noche frente al río me hizo entender que entraba en el Asia de misterio. Sin mayores palabras ni largas historias comenzó: «Saigón fue la ciudad de los franceses, su territorio por muchos años. A Occidente se le olvidó que para entender a Asia hay que oír a los asiáticos, a sus locales, a su gente patriotera y nacionalista, quienes anteponen su amor por el país, a las ideologías y religiones. Pero eso en Occidente no se entiende. »Vietnam ha sido un territorio que históricamente nunca se ha doblegado a imperios o enemigos. En una de las épocas más poderosas de la historia del Imperio Chino a Vietnam se le llamaba “la concubina rebelde”. O sea, el territorio que nunca logró ser tomado por China. »¿Se imagina usted? China y Vietnam eran como el agua y el aceite. »Vayamos un momento de la novela histórica. La batalla de Vietnam del Norte estaba “casi” ganada. Los franceses, con su armatroste colonial, estaban dispuestos a dar a la batalla decisiva que derrotara al ejército vietnamita. La botella de champagne estaba a punto, era solo cuestión de tiempo. El despliegue del poder colonial no tenía duda de la victoria. Pero no contaron con ese astuto y carismático líder militar: el general Giap. Un líder de verdad convencido de su misión y preclaro en su mente, lo que le permitió derrotar a los franceses. Distribuyó su artillería en colinas donde los francos nunca creyeron que llegaría. El fin de la batalla fue fácil, claro y decisivo. La época francesa terminó. Vietnam entró en una nueva etapa. »En forma vaga y superficial se puede describir el segundo episodio de la guerra vietnamita, las Naciones Unidas y tratados incumplidos, política bárbara de aquí y allá, inanidad de la nación más poderosa del mundo y de nuevo Vietnam es ahora el objetivo de Estados Unidos. Algo que la historia actual, racional, no puede justificar. Vietnam ganó también esta guerra, también con el general Giap pero con costos enormemente altos, quizás más de un millón de vietnamitas y unos 60.000 americanos jóvenes que sacrificaron sus vidas, para matar a agricultores asiáticos que vivían a 10.000 kilómetros de distancia y que entre otras cosas, no eran parte del “peón” chino. Estados Unidos no entendió al pueblo de Vietnam: su apego histórico a su tierra, a su manera de ser. »Estados Unidos con movimientos internos muy poderosos en contra de esta guerra, al final, en la derrota, lograron demostrar la equivocación garrafal de políticos ávidos de poder que sacrificaron jóvenes y adultos de ambas naciones para llegar a la conclusión, como dijo el Secretario de Defensa americano de ese momento, que “la guerra de Vietnam fue un error”. «La visita a Hanoi, la capital de Vietnam, deja la sensación de lo que es el país: dinámico, agresivo y divertido. En 1972, el 31 de diciembre, los americanos decidieron saludar a la ciudad con bombarderos B-52 llenos de material letal para una población familiar. El Museo de la Guerra de Hanói saca lágrimas.” Hagamos una pausa: escribir sobre el dolor de la gente es “aburrido”, pero hay un espacio de honestidad. La descripción no está dirigida a motivar el odio o la polarización, sino dejar en claro cómo la falta de conocimiento de la gente, de su cultura, de su idiosincrasia, genera percepciones totalmente enfermizas de otros seres humanos. Yo me acuerdo que en los 70, las películas de Vietnam hablaban de valientes jóvenes matando a soldados del Vietcong, o sea gente del Norte. La gran propaganda creaba héroes y víctimas. Todo mentira. Una nación de 600.000 kilómetros cuadrados manchada por una guerra sin lógica. Cuando llegue al museo, si se atreve a visitarlo, donde muestran como Estados Unidos esparció el llamado “agente naranja” y logran visualizar las deformaciones y muertes que causó este producto, con el cual los estadounidenses pensaban que les ayudaría a ganar una guerra, perdida, comprenderán este artículo. A mí me sacó lágrimas. Volvamos a Saigón, a nuestra amiga, la relatora de todo esto quien me aseguró que quien llega a la ciudad disfruta de su gastronomía, sus monumentos históricos y la calidez de su gente. Hoy Vietnam es el segundo productor mundial de café. Los franceses se lo dejaron como “herencia”. Aunque el nuestro sea mejor, a ellos les ha ayudado a recuperarse de dos guerras y a mirar al futuro con esperanza. No dejemos de aprender de un pueblo increíble, Vietnam.
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