A escasas 24 horas de definir quién tomará las riendas del desbocado corcel capitalino y toda su desgastada montura, la reflexión que debe gobernarnos en estos momentos es un acto de razón y pasión por la verdad y la justicia. Gracias a Dios y a la Dra. Viviane Morales al menos ya tenemos descartados a 17 jinetes de la administración local; adalides de la transparencia en el manejo de las sagrada hacienda pública. Nos ha llegado la hora de dejar esa frasecita de cajón “acá no se vota por el mejor, sino por el menos malo” que tanto daño nos ha hecho. Los exhorto a que demos una mirada hacia el pasado cercano de nuestra administración distrital; hemos hecho uso del famoso voto útil que de útil no tiene nada, más bien es bastante adverso para los intereses de los ciudadanos. Seamos consecuentes con nuestra inconformidad, no votemos para que otro no suba, votemos para que suba el que queremos que suba. Voy a hacer un poquito de academia electoral. El voto originalmente se concibió como un mecanismo de participación para elegir. Es el acto por el cual un individuo expresa apoyo o preferencia por cierta moción, propuesta, candidato, o selección de candidatos durante una votación. Es un acto que supone una manifestación popular positiva, no negativa, es decir, esta diseñado para escoger a alguien que sí queremos que ostente una dignidad pública determinada, no una herramienta para ir contra posibles candidatos que no nos gustan. Esta es una explicación para dummies; es demasiado elemental, pero tristemente inaplicable porque acá creemos en el nocivo voto útil. Tan nocivo y perjudicial para la salud democrática que basta ver dónde esta en este momento Sammy y el llamado a sus secuaces concejales y funcionarios del IDU con todo y excontralor.
El martes pasado inicié una maratón de 48 horas rodando y caminando por las 20 localidades de Bogotá. Fue un acto sin precedentes; habíamos realizado una el 21 de julio de 36 horas y nos quedó gustando tanto por los resultados con la gente, que asumimos el nuevo reto de dos días seguidos sin dormir visitando a los vecinos de los barrios, a los comerciantes, taxistas, sectores vedados por la delincuencia, las ollas, territorios de miedo, plazas, parques y en general con toda la ciudadanía que nos quiere y apoya. Adicional, batimos un Guinness Record, pues supimos que en Argentina alguien había hecho, en su momento, algo parecido durante 40 horas. Nosotros lo superamos en 8 horas. Es una de las experiencias más sensibles que he vivido; se trata de una iniciativa de David Luna que apoyé fiel y firmemente, pues es un trabajo eminentemente social e incluyente que nos deja construir ciudad. Es una simbiosis entre el padecimiento y la propuesta. Yo considero que así se hace política: oyendo, viendo, pero sobre todo sintiendo y viviendo en carne propia a Bogotá de día y de noche. Nuestra capital tiene dos vidas muy distintas durante sus 24 horas. Una cosa es la existencia capitalina soleada y en Chapinero y otra la realidad nocturna de Suba, Ciudad Bolívar y San Cristóbal, Mártires y Santafé.
Durante nuestra correría visitamos uno de los sectores más deprimidos por la delincuencia organizada y el microtráfico: la localidad de Suba. Bajamos desde el CAI de la Gaitana hasta Villa Cindy, Berlín, San Pedro y otros barrios en donde opera prácticamente un toque de queda impuesto por las bacrim, pues reina y gobierna el terror y la zozobra local. Pandillas como los Simpson, Los Gavilanes y Los Calvos, han sembrado el miedo en esa localidad, arrebatando la dignidad y los sueños de sus habitantes. Violan adolescentes, asesinan niños y roban cotidianamente para financiar el tráfico de drogas ilegales y la compraventa de armas para poder subsistir en la ilicitud. Antes de esto en un acto de solidaridad con los dos policías asesinados en Casablanca (Kennedy), por la bomba que terroristas desalmados y enajenados mentalmente detonaron en un jardín infantil social. De esta manera se conoce la problemática ciudadana y se hacen en consecuencia, más efectivas las soluciones propuestas a la vez que se construye y solidifica sistemáticamente la democracia. Es fantástico y doloroso a la vez este encuentro con la realidad bogotana. Entre un recorrido y otro el ánimo en el bus ascendía vertiginosamente, sabíamos que estábamos haciendo una labor titánica que da resultados positivos en la comunidad y en las urnas. Ni el cansancio, ni la lluvia, ni la inseguridad de las ollas, ni el escepticismo de algunos, detuvo nuestra gran marcha distrital.
Yo creo con gran convicción que es así como se hace la política pura y dura. No sobra decir que la decencia y la transparencia deben ser pilares fundamentales que legitiman este tipo de actividades, pues son los valores los que generan estas nobles y loables causas y actividades que nacen de lo más profundo de nuestro sentir social. Luego de vivir este tipo enriquecedoras experiencias me pregunto cómo se hace para hacer política desde los cocteles de las altas esferas, desde los clubes sociales y sedes políticas. Pero más que la pregunta me aterra la idea de saber que aún cuando esto es así sigamos votando mal. Veamos los programas de los candidatos a todas las corporaciones, pero antes de eso veamos sus pasados. Por el amor de Dios, sus ángeles y todos sus santos (los divinos, no los humanos), de rodillas les suplico que mañana hagamos buen uso de los comicios que honremos nuestra convicción y seamos consecuentes con nuestros reclamos.
¡Vamos con toda! Quiero convocarlos a un delicioso banquete democrático, a un inmejorable agasajo de reconciliación ciudadana y estatal. El billete de entrada es el sagrado voto y el espectáculo fascinante es una administración que le de tranquilidad a Bogotá. Feliz 30 de octubre muchachos. ¡A votar se dijo!