En un país donde la desigualdad se mantiene en niveles críticos y el enfoque de productividad económica no parece reducir esas diferencias, el emprendimiento se promociona como solución para la inclusión y el desarrollo económico. Sin embargo, el reducido número de personas que logra sacar adelante su negocio y las condiciones para emprender delatan la poca efectividad que tiene el discurso del emprendimiento.
“Atrévete a triunfar, crea tus sueños, piensa en grande, sé independiente, exitoso, no te conformes, hay una fortuna en este mundo que te pertenece, tú te lo mereces, no trabajes para los sueños de los demás, …”
Coro que repiten los nuevos filósofos del mercado como recetas de vida para ser exitosos y lograr todos los sueños materiales. Robert Kiyosaki, Guy Kawasaki, Spencer Johnson, y muchos otros empresarios convertidos en guías espirituales se pasean por el mundo dando charlas sobre sus experiencias y apelando al emprendimiento como forma de vida para lograr sueños. Sus ejemplos exitosos de negocio son ejemplos de vida y sus palabras casi profecías.
El discurso de la innovación y el emprendimiento se convierte en una forma de ser, una identidad, un lazo social, en la solución a los problemas y el vínculo existencial. Es como una secta en la que todos se animan mutuamente para emprender y lograr sus sueños. Sin embargo, es la misma competencia capitalista maquillada con palabras frescas que suenan más chévere, más light.
¿Emprender qué? No importa, pero emprender. Al fin y al cabo, el proceso no es tan relevante como el resultado que te permitirá alcanzar tus sueños. Las incubadoras e instituciones de crecimiento empresarial te ayudarán en el proceso de potencializar, desarrollar, conectar, formar, impactar, acompañar, fortalecer, dinamizar, promover, incentivar y transformar. Tu solo pones la idea.
¿Pero cuántas empresas Colombianas han logrado mantenerse en el mercado después de gastarse el capital semilla, los premios otorgados y los créditos? ¿Cuántas logran ser autosuficientes después de tres años cumpliendo todos los requisitos legales y empleando personal?
Es difícil encontrar esas respuestas en los reportes anuales de Innpulsa y Ruta N, organizaciones gubernamentales que promueven el crecimiento empresarial en el país. Innpulsa resalta que ha movilizado 231 miles de millones de pesos a aproximadamente 26,793 empresas en Colombia desde su creación en 2012 y Ruta N subraya el crecimiento en el número de empresas asistidas y la cantidad de recursos comprometidos.
Sin embargo, no aparece la cifra de la cantidad de empresas que apoyadas por estas organizaciones han logrado salir adelante en el mercado y ser autosuficientes. Información que sería muy interesante para evaluar qué tan relevante ha sido en la economía el apoyo al emprendimiento y cuál ha sido su aporte en empleo, competitividad, ciencia y tecnología.
Por su parte, Confecámaras, Confederación Colombiana de Cámaras de Comercio, dice que entre enero y septiembre de 2014 se crearon 240,250 empresas y se cancelaron 75,596. Esto representa más del 30% de empresas liquidadas en año pasado, cifra no muy alentadora.
Se crean muchas empresas al año, pero las condiciones no están dadas para que las pymes sean autosuficientes. Es difícil pensar en un mercado para la innovación cuando el énfasis económico del país está en materias primas. El enfoque económico del país no es congruente con la opción de emprender. La economía se mueve gracias al sector energético, financiero, petrolero y de la construcción, áreas donde el emprendimiento y la innovación no son tan relevantes para el mantenimiento del negocio. De hecho, el Banco Mundial estimó que el presupuesto del PIB destinado al gasto de investigación y desarrollo en Colombia durante 2012 fue 0.17%, muy por debajo de Chile, México y Argentina que están por encima del 0.5%. Al descomponer esta inversión del gobierno en ciencia, tecnología e innovación, tan solo el 14% es destinado a este último rubro.
Con este panorama, es difícil pensar en competitividad para la exportación de productos con valor agregado y más difícil aún imaginar cómo las empresas nacionales podrán competir con empresas que invierten y se instalan en el país.
Si a esto se le suma la alta carga tributaria que tienen las empresas (aproximadamente 40 % de los ingresos), los costos fijos y los pagos a los empleados, la capacidad para competir se reduce aún más dejando poco espacio para la innovación y el emprendimiento productos y servicios con valor agregado que abran mercados y generen crecimiento económico sostenible.
El discurso del emprendimiento se vuelve una falacia que trata de venderse como la solución para el crecimiento y la inclusión económica de la clase media, pañitos de agua tibia y espejismos para seguir soñando que algún día todos podamos hacernos millonarios.
Y si no, ¡que emprendan!
Mar, 02/06/2015 - 13:03
En un país donde la desigualdad se mantiene en niveles críticos y el enfoque de productividad económica no parece reducir esas diferencias, el emprendimiento se promociona como solución para la in