¿Y si se acabara Twitter?

Vie, 02/11/2012 - 00:34
El domingo en la noche me acosté muy angustiada, pues al día siguiente era lunes. Tuve pesadillas toda la noche, pero la peor fue una en que ya no había Twitter... ¡Fue horrible! Cuan

El domingo en la noche me acosté muy angustiada, pues al día siguiente era lunes. Tuve pesadillas toda la noche, pero la peor fue una en que ya no había Twitter... ¡Fue horrible! Cuando sonó el despertador lo primero que hice fue mirar Twitter en mi BlackBerry. Ahí estaba, bendito. Durante la noche me habían seguido siete personas, cada una con una biografía más ridícula que la anterior, pero bienvenidos, bienvenidos todos, enhorabuena. Esta semana he sufrido, pues habiendo llegado a los 6 mil seguidores, parecen haberse detenido. ¿Será que no voy a pasar de los 6100 seguidores? Sufro.

¿Y de qué me sirve toda esta gente? A veces he pensado en pedirle mil pesos a cada uno de mis seguidores, pero con eso no pagaría ni la deuda de la tarjeta de crédito. La realidad es que en Twitter nadie te da nada, al menos nada tangible. Entonces, ¿de qué me ha servido? Allí comencé a promocionar mis columnas hace dos años, también me hice una idea de cuántos de ustedes me leían. A través de Twitter he conocido personas que ya ocupan un lugar importante en mi corazón: @sergioaraujoc, @Sanchezbaute, @bocasdeceniza, @ninolatex, @SoyAndresParra, @AspasiaSegunda, @delosnervios, @catalinapordios y @Perroacuadros. También he conseguido trabajo; editores de diferentes revistas han visto mis tweets con mis columnas y me han pedido que escriba para ellos. Inclusive, he hecho investigaciones a punta de hacerle preguntas a mis seguidores. También he hecho denuncias y sometido al escarnio público a un par de personajes absurdos que han pretendido sabotearme o matonearme sin éxito. Y es que Twitter se presta, precisamente, para eso.

Con todo el lío de la columna del periodista Daniel Pardo en Kien&Ke, María Elvira Bonilla y Adriana Bernal fueron sometidas a un matoneo desagradable, y es que esta red social permite que todos opinemos. Los que saben y los que no tienen ni idea. Se siente como una herramienta para el desahogo, para la expresión desbocada de pensamientos y sentimientos que parecen ser pensados a medida que van siendo tecleados. En Twitter la gente no piensa antes de escribir, la mayoría se vomita, más que expresarse. Y yo, que soy más impulsiva, me enciendo en ira y comienzo a responder animaladas que ya comienzan a identificarme.

La gran dicha es que uno puede borrar todo lo que escribe, y aunque haya desocupados tomando fotos de pantalla, lo que borre sale de mi TL y es como si nunca hubiese sido escrito. A mí me gusta mantener un TL limpio de menciones, me gusta así porque lo considero más estético. Como si cada tweet fuera una estanza en un poema. Me da risa la gente que cuestiona que borre tweets, como si fuera un documento público, la Constitución. La gente que se toma Twitter muy enserio aún no ha entendido que se trata de un juego.

Hoy día existen varias herramientas para que la experiencia en Twitter sea más enriquecedora. Existe who.stolemytweet.com, que permite ver quién ha plagiado sus tweets. Está www.favstar.fm, que es lo más preciso para ver quién le ha dado RT o FAV. También existen compañías que venden seguidores, o cuentas que ya tienen miles de seguidores, pero esta última herramienta nadie la admite. Yo no he comprado seguidores, pero le he mendigado el follow a un par, por lo que Adolfo Zableh me regañó y me llamó patética. Y sí, a veces soy patética. A veces vale la pena.

¿Y qué pasaría si este juego un día se acaba? Yo andaría de luto y quizá volvería mi perfil de Facebook algo más creativo y tendría más de los 50 amigos que allí tengo. Leería más libros, escribiría más, pasaría menos tiempo prestándole atención a mi celular y en la calle. Me entregaría al destino a la hora de publicar mis textos, esperando que a ustedes se les ocurriera visitar Kien&Ke para ver qué se ha publicado y cruzando los dedos para que recomendaran mis textos a sus amigos por teléfono o a la hora del almuerzo. Las redes sociales se han vuelto parte esencial de nuestras vidas. Confieso que muchas de las cosas que se me ocurren son líneas para Twitter. Muchos de los comentarios geniales, ridículos o chistosos de mi gente van para Twitter, con comillas, claro. Antes lo anotaba todo en pequeñas libretas que cabían en mi bolsillo, pero nadie me festejaba lo que escribía.

Twitter da reconocimiento, saca del anonimato y les da voz a las personas. También le da peso en las huevas a los más cobardes, que son aquellos que abren cuentas anónimas y quienes más duro matonean. Desde el anonimato todos son valientes, pero la gran mayoría de estas cuentas son seudónimos creados por gente que no es capaz de decir lo que piensa dando la cara por miedo a ser juzgados.

Si Twitter se acabara varios personajes patéticos volverían a la soledad de sus sabanas pegajosas y sus comics, y sus caras seguirían llenándose de granos por no poder desahogarse matoneando a quienes, de otra manera, jamás los oirían. También se desinflarían las reinas tuiteras que fueron elegidas, arbitrariamente, por otro personaje que aunque no lo declare así, bien podría ser el rey de Twitter en Colombia, el cazatalentos, la catapulta a las estrellas: @luisharistizbal. Estas mujeres que destilan creatividad e inteligencia volverían a su cotidianidad, a sus libros y calculadoras, sus busetas y los salones de clases que todavía hacen parte de sus vidas.

¿Qué sería de las controversias de Alejandra Azcárate sin sus 878.809 seguidores? ¿Cómo promocionaría Daniel Samper Ospina sus columnas y libros? ¿Cómo se desahogaría Álvaro Uribe Vélez?  ¿Qué haría Andrés Parra para denunciar los abusos y el pésimo servicio de Claro? ¿Por dónde contaría Antonio García Ángel sus cuentos cortos con tanta inmediatez? ¿Por dónde expresaría Bret Easton Ellis su inconformidad con la industria del entretenimiento en Hollywood?

Yo no creo en Dios, pero esta noche voy a orar y le voy a pedir que no se acabe Twitter, que no se acabe nunca. Y yo sé que todos ustedes me acompañarán en mi oración.

@Virginia_Mayer
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