Los días avanzan sin compasión como dice el refrán popular: “No hay fecha que no se cumpla, ni plazo que no se venza” y por eso estamos ad portas de un gran evento. El país se encuentra a la expectativa de lo que sucederá allí. Muchas personas creen inclusive que nuestro futuro depende de lo que pase en ese evento.
Recorriendo municipios y veredas encontramos en cada cantina, en cada panadería, en cada almacén de chucherías, cosas que nos recuerdan la fecha clave. Los televisores encendidos no hablan, ni transmiten cosa distinta a los detalles de los preparativos, el entusiasmo sube.
Ya viene, ya llega el mundial de fútbol, para desgracia de ese otro evento que también ya viene y ya llega, las elecciones presidenciales. A diferencia del primero, estas últimas parecen un fantasma que recorre el país pero que nadie ve.
Claro, los grandes medios hablan de los y las candidatas, hasta los entrevistan de vez en cuando y se ocupan de sus peleas, rencillas insignificantes frente a los grandes intereses de la nación. En esta última semana una pequeña confrontación entre un candidato a la vicepresidencia y un elector captó el interés de algunos comentaristas. Tal vez porque los temas de campaña son tan simples que es mejor hablar de vanalidades como esa insignificante discusión.
El columnista de El Espectador Ramiro Bejarano, tal vez por falta de tema como en ocasión nos pasa a todos los opinadores, llegó hasta afirmar que esa pequeña disputa podría ocasionar el inicio de otra guerra como la que se dio en la llamada “violencia”. ¡Por favor! Eso es una hipérbole garcíamarquiana pero sin grandeza literaria. Nadie se va a echar un fusil al hombro y arrancar a matar godos porque a Vargas Lleras lo hayan interrumpido en su inflamado discurso.
El País está interesado en otra cosa, en el mundial de fútbol. Eso es lo que se escucha en todas las cantinas, los bares, las panaderías y las plazas. La gente habla de Falcao, de su recuperación y ve partidos de fútbol a toda hora, sin importar que sean alemanes, españoles o ingleses. Colombia está inmersa en la ilusión de sobrepasar la primera vuelta, pero no la electoral, sino la futbolística.
Por supuesto llegarán las elecciones, habrá votación y alguien saldrá electo. Juan Manuel, Peñalosa, Zuluaga, Martha Lucía o Clara. No importa, alguno tendrá ocasión de gobernarnos, un poco más a la derecha, al centro o a la izquierda. Nuestra democracia nos brinda esos cambios refrescantes pero un tanto insulsos porque son superficiales, apenas cosméticos. O ustedes piensan que ¿realmente entre el gobierno de la Prosperidad Democrática y el de la Seguridad Democrática, algo cambió de verdad?
Las mismas caras en los mismos ministerios, las mismas promesas incumplidas, la misma mermelada, los mismos congresistas acumulando poder y dinero. Por eso el pueblo no se inmuta. En Túquerres me topé con un bus de Zuluaga, en Pasto con una manifestación de Juan Manuel, en Ipiales con una sede de Peñalosa, en Girardot con una oficina de Clara… Allí estaban, haciendo su trabajo que no es otro que tratar de convencernos de que cada uno es distinto y que con algunos nos irá mejor que con otros. Pero entusiasmo, eso que Ramiro Bejarano teme que desemboque en una nueva “Violencia” no había. ¡No! De eso no encontré por ningún rincón de nuestra geografía.
Ni siquiera las personas contratadas para acompañar las manifestaciones, esas que se disfrazan de zanqueros, payasos o indígenas muestran entusiasmo. Ellas están allí porque les pagan, pero estoy segura que preferirían estar en otra parte, mirando fútbol por ejemplo y soñando con que pasaremos a la segunda vuelta.
www.margaritalondono.com
http://blogs.elespectador.com/sisifus/
El columnista de El Espectador Ramiro Bejarano, tal vez por falta de tema como en ocasión nos pasa a todos los opinadores, llegó hasta afirmar que esa pequeña disputa podría ocasionar el inicio de otra guerra como la que se dio en la llamada “violencia”. ¡Por favor! Eso es una hipérbole garcíamarquiana pero sin grandeza literaria. Nadie se va a echar un fusil al hombro y arrancar a matar godos porque a Vargas Lleras lo hayan interrumpido en su inflamado discurso.
El País está interesado en otra cosa, en el mundial de fútbol. Eso es lo que se escucha en todas las cantinas, los bares, las panaderías y las plazas. La gente habla de Falcao, de su recuperación y ve partidos de fútbol a toda hora, sin importar que sean alemanes, españoles o ingleses. Colombia está inmersa en la ilusión de sobrepasar la primera vuelta, pero no la electoral, sino la futbolística.
Por supuesto llegarán las elecciones, habrá votación y alguien saldrá electo. Juan Manuel, Peñalosa, Zuluaga, Martha Lucía o Clara. No importa, alguno tendrá ocasión de gobernarnos, un poco más a la derecha, al centro o a la izquierda. Nuestra democracia nos brinda esos cambios refrescantes pero un tanto insulsos porque son superficiales, apenas cosméticos. O ustedes piensan que ¿realmente entre el gobierno de la Prosperidad Democrática y el de la Seguridad Democrática, algo cambió de verdad?
Las mismas caras en los mismos ministerios, las mismas promesas incumplidas, la misma mermelada, los mismos congresistas acumulando poder y dinero. Por eso el pueblo no se inmuta. En Túquerres me topé con un bus de Zuluaga, en Pasto con una manifestación de Juan Manuel, en Ipiales con una sede de Peñalosa, en Girardot con una oficina de Clara… Allí estaban, haciendo su trabajo que no es otro que tratar de convencernos de que cada uno es distinto y que con algunos nos irá mejor que con otros. Pero entusiasmo, eso que Ramiro Bejarano teme que desemboque en una nueva “Violencia” no había. ¡No! De eso no encontré por ningún rincón de nuestra geografía.
Ni siquiera las personas contratadas para acompañar las manifestaciones, esas que se disfrazan de zanqueros, payasos o indígenas muestran entusiasmo. Ellas están allí porque les pagan, pero estoy segura que preferirían estar en otra parte, mirando fútbol por ejemplo y soñando con que pasaremos a la segunda vuelta.
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