Como buena parte de los colombianos, estoy cruzando los dedos para que se logre la paz.
Como liberal que soy (de ideas) creo que el diálogo es más poderoso que las acciones de fuerza.
Destaco -para todos los fines- que en mis tiempos de senador (2002-06) fui opositor del presidente Uribe (mientras había desbandada oportunista hacia su gobierno).
Con la seguridad de como periodista le doy juego a todos, pero fuego también, cuando lo encuentro justo, desde mi óptica independiente…
No soy capaz de sumarme al coro de quienes, en aras de la paz, piensan que hay que limitarse a aplaudir al gobierno y aplastar las voces que claman por mayor información y algunas exigencias.
Acabo de regresar de Cartagena, donde hablé con dirigentes y gente del común, con uribistas y antiuribistas, con santistas y críticos de su gobierno, con dirigentes gremiales y empresarios de distintas corrientes. Todos están preocupados por el deterioro del orden público.
Hay vías que ya no se pueden transitar. Autoridades militares recomiendan a ganaderos no pernoctar en sus fincas de algunas poblaciones. El comercio ha vuelto a ser “vacunado” por la guerrilla. Otros grupos delincuenciales se están tomando la Costa Atlántica.
Los gremios prefieren manejar sus preocupaciones a puerta cerrada, porque se ha entronizado el temor de ser graduado como enemigo del gobierno -para todos los efectos- cuando se osa expresar cualquier concepto que no sea la unanimidad respecto de los diálogos de La Habana.
Dudar, preguntar, ser escéptico o simplemente negarse a creer que la paz está a la vuelta de la esquina, se ha vuelto agresión al gobierno, deslealtad a la patria, sinónimo de mal colombiano.
En el Huila (que conozco a fondo) hay pavor. Y es entendible por la inmensa tragedia que vivimos en tiempos de la zona de distensión, que no se limitó a lo pactado sino a todo el Caquetá, Huila, Putumayo y sur del Tolima. La guerrilla secuestró, asesinó y robó a sus anchas, bajo el amparo del proceso de paz (gobierno Pastrana) y la ilusión nacional de pactar el fin de la guerra.
Hoy la guerrilla ha vuelto por sus fueros y detrás hampones y matones de toda laya. Lo mismo en el Huila que en Antioquia y muchas regiones del país.
Es entendible que no hay cese bilateral del fuego. Explicable que después de cincuenta años de guerra, no sea fácil apagar los fusiles de un día para otro. Muy loable el esfuerzo del gobierno por lograr la paz.
Pero…
No es obligatorio guardar silencio sobre la erosión creciente de la seguridad nacional. Ni se es antigobiernista por hacer público cierto grado de desconfianza. Tampoco es sano para el país que desde el gobierno (o la guerrilla) se abomine al crítico y se le aplaste a través de los instrumentos oficiales.
Yo –como millones de colombianos- anhelo la paz. Pero no soy capaz de cantar como loro la canción oficial, sin preguntar, sin cuestionar, sin registrar lo que viene ocurriendo en el país, cada vez más agobiado por la violencia.
@artunduaga_
Yo no soy capaz
Lun, 06/10/2014 - 17:18
Como buena parte de los colombianos, estoy cruzando los dedos para que se logre la paz.
Como liberal que soy (de ideas) creo que el diálogo es más poderoso que las acciones de fuerza.
Destaco
Como liberal que soy (de ideas) creo que el diálogo es más poderoso que las acciones de fuerza.
Destaco