Julio Flórez, la historia del poeta de las flores negras

Publicado por: admin el Mié, 22/05/2019 - 17:00
Julio Flórez Roa, uno de los poetas más reconocidos en Colombia, oriundo de Chiquinquirá (Boyacá), cumple hoy 152 años de su natalicio, una fecha que cada año se celebra en el lugar donde decidi
Julio Flórez Roa, uno de los poetas más reconocidos en Colombia, oriundo de Chiquinquirá (Boyacá), cumple hoy 152 años de su natalicio, una fecha que cada año se celebra en el lugar donde decidió refugiarse. En Usiacurí, un municipio del departamento del Atlántico, lugar que lo acogió tras sus épocas doradas en el exterior. Fue este lugar donde Flórez decidió vivir sus últimos años de vida y donde falleció el 7 de febrero de 1923 a los 56 años a causa de una grave enfermedad. Este recinto es hoy conocido como Casa Museo Julio Flórez y desde 2007 ha sido reconocido como Patrimonio Cultural del departamento del Atlántico. Allí reposan algunos de sus manuscritos, en un cuaderno de apuntes fechado en 1901 y un poema inédito titulado: ¡Amor mío! En una de las habitaciones se encuentra la tumba de su esposa por solicitud de él. Aún se conservan los colores favoritos del poeta como el blanco y azul. Flórez conoció las corrientes literarias de la época: el romanticismo de Gustavo Adolfo Bécquer y de Víctor Hugo, quien fue su modelo. Creó la 'Gruta Simbólica', tertulia literaria de Bogotá de 1900. En 1883 publicó su primer libro de poesía, Horas, cuyo título le sugirió José Asunción Silva. Recordamos uno de sus poemas más mencionados: Mis flores negras Oye: bajo las ruinas de mis pasiones, en el fondo de ésta alma que ya no alegras, entre polvo de ensueños y de ilusiones brotan entumecidas mis flores negras. Ellas son mis dolores, capullos hechos los intensos dolores que en mis entrañas sepultan sus raíces cual los helechos, en las húmedas grietas de las montañas. Ellas son tus desdenes y tus rigores; son tus pérfidas frases y tus desvíos; son tus besos vibrantes y abrasadores en pétalos tornados, negros y fríos. Ellas son el recuerdo de aquellas horas en que presa en mis brazos te adormecías, mientras yo suspiraba por las auroras de tus ojos… auroras que no eran mías. Ellas son mis gemidos y mis reproches ocultos en esta alma que ya no alegras; son por eso tan negras como las noches de los gélidos polos… mis flores negras. Guarda, pues, este triste, débil manojo que te ofrezco de aquellas flores sombrías; Guárdalo; nada temas: es un despojo del jardín de mis hondas melancolías.