Kienyke.com quiere rendir homenaje a Fabio Echeverri Correa, quien fuera un prohombre en Colombia. A través de su hijo, Luis Guillermo Echeverri Vélez; su hermana, María Rebeca Echeverri de Chaux;
Kienyke.com quiere rendir homenaje a Fabio Echeverri Correa, quien fuera un prohombre en Colombia. A través de su hijo, Luis Guillermo Echeverri Vélez; su hermana, María Rebeca Echeverri de Chaux; su sobrina Catalina Chaux Echeverri y sus amigos: Humberto Jiménez, Alfonso Gómez Palacios, Carlos Leaño, Iván Duque y Adriana Bernal Salgado.
Festival del Hospital de San Vicente de Paul, Plaza de Toros de la Macarena - Diciembre 8 de 1979.[/caption]
Siempre me habló con gran orgullo y admiración del ejemplo que vio en los logros de quienes lo antecedieron. Nació en Medellín en el hogar de Lucia Correa Arango descendiente de insignes banqueros, exportadores de café y pioneros de la minería, y Luis Guillermo Echeverri Abad, ejemplar abogado, profesor Universitario, figura pública desde los 19 años, a temprana edad estuvo a cargo del municipio y el departamento, ocupó una cartera Ministerial y una curul en la época dorada del Senado de la República. Un innovador en agricultura, ganadería y finanzas, que abrió tierras y fundó empresas públicas, privadas y mixtas. Su madre de quien heredó el don de mando y sabiduría práctica de la mujer ordenada y hacendosa, era quien ponía el amor del hogar y los limites a golpe de pretina a 4 niños a los que su padre nunca reprendió.
Pasó parte de su infancia en Jericó donde vivieron sus abuelos paternos María Abad Restrepo y Manuel Echeverri Ochoa, oriundo de Rionegro pero que desde los 12 años empezó su negocio de arriería y ganados en sociedad con su suegro Don Antonio Abad, unos de los colonizadores importantes del Suroeste Antioqueño. De Don Manuel Echeverri nació su afición por el campo y los caballos en las laderas de Cauca y los tabacos; de sus amigos desde la infancia su afición por el polo que se inició en las mangas de los señores Botero en Envigado.
[caption id="attachment_778240" align="alignnone" width="1280"] Fabio Echeverri Correa y Luis Guillermo Echeverri Vélez[/caption]
A los 10 años llegó con su familia a Bogotá donde compartió la banca de la escuela con quienes serian también sus compañeros de deporte y de fiesta por el resto de sus días. Muy querido por sus compañeros, fue enamorado, peleador y fiestero. Para él todo era simple: el mundo se dividía en dos: buenas personas a quienes hay que defender y malas personas a las cuales no se les puede permitir que le hagan daño a uno, ni a la sociedad.
En su adolescencia trabajó con su padre abriendo tierras de ganado, café y agricultura en Antioquia, el Magdalena Medio, la Costa y en el Valle del Cauca. Luego fue enviado a Canadá a aprender ingles con su hermano Héctor y terminó su bachillerato en la Academia Militar de Nueva York. Allí se destacó como deportista en boxeo, equitación, lacrosse y lucha libre.
Inició su vida universitaria en Bogotá graduándose como el primer economista de la Universidad Tadeo Lozano, donde como líder estudiantil llegó con todos sus compañeros después de un altercado intelectual por una carta que le escribió al Dr. Mario Laserna. Fue vicepresidente de la Asociación Colombiana de Estudiantes y vivió la violencia política, durante la cual lo apresaron en Puerto Berrio, después de haber escapado una noche de la muerte a manos del ejército conservador que mató y violó las mujeres, además de asesinar a más de 30 trabajadores en la finca Casa Nueva, propiedad de su padre, en el río Ité.
Su abuelo Manuel le ayudó a pagar su primer carro pero no le quiso firmar una pagaré, para que aprendiera que siempre tenía que honrar sus compromisos y no deberle nada a nadie. Trabajó durante toda su carrera haciendo estudios económicos, manejando una fábrica de su primo José Tomás Uribe Abad y vendiendo carteras los fines de semana por los pueblos de la sabana. Fue corredor de autos, motociclista, aviador, saltó a caballo, crió caballos de carreras y de polo, deporte que amó y practicó casi toda su vida.
Se casó a temprana edad con María Elena Vélez Muñoz, hija de Don Bernardo Vélez, uno de los fundadores en 1932 del Alemán Colombiano, que luego se transformó en el Banco Comercial Antioqueño, donde su abuelo Manuel fue también accionista importante. Trabajó en el Banco de Colombia en Bogotá y luego en Medellín y fue gerente de Almagrán. Tras la muerte de su suegro y su padre manejó los negocios de ambas familias y se dedicó a la compra y venta de ganados por todo el país. Presidió la junta de Fondo Ganadero de Antioquía, entidad fundada por su padre, liderando por dos décadas el fomento y extensión ganadera de la institución.
Luego inició su vida al servicio de la sociedad como gerente de las Empresas Varias de Medellín, donde realizó una transformación en el aseo de la ciudad, construyó y mejoró sus plazas de mercado y la central mayorista que aún sirve todo el área metropolitana, amplió la feria de ganados, modernizó el matadero y trajo a la ciudad la primera planta de tratamiento de basuras.
[caption id="attachment_778242" align="alignnone" width="1280"] La pasión de Fabio Echeverri: los caballos de Polo.[/caption]
Como industrial fue presidente de SIMESA S.A., sacándola de la quiebra, creó a HOLASA con inversión japonesa y estuvo en múltiples juntas directivas, luego se nominó como nuevo presidente de la ANDI siendo apoyado por los industriales del Valle del Cauca, desde donde lucho por casi dos décadas por el sector productivo nacional, sus empleos y por la institucionalidad del país, combatiendo abiertamente la ilegalidad, la corrupción, las drogas ilegales y el contrabando. Fue también durante varios períodos presidente de la AILA, Asociación de Industriales Latinoamericanos y representó a la ANDI en la OIT y en las negociaciones del Pacto Andino.
Con su segunda esposa, Elena Mogollón, construyó y residió en ella desde 1980, la Hacienda Caballo Bayo, en las inmediaciones de Puente Piedra, donde cada caballo, cada vaca, cada perro, cada árbol, cada potrero y cada mejora llevan su sello personal. Con Elena también recorrió el mundo entero, llenándose de innumerables amigos en todos los continentes. Por varios años fue columnista del periódico El Tiempo y luego de los diarios nacionales asociados a Colprensa. Fundó centros de estudios y universitarios, diarios, revistas y hasta medios digitales. En los años 70 presidió el Directorio Liberal de Antioquia y fue figura clave en las campañas presidenciales de Lleras, López y Turbay. En los 90, tras varios trastornos de salud se hizo cargo hasta su último día de la fundación Clínica Shaio, entidad que también recuperó de una quiebra. En el 2001 se hizo cargo de la Asociación Primero Colombia, entidad promotora de las dos exitosas campañas presidenciales del Doctor Álvaro Uribe Vélez. Con edad avanzada coordinó muchos temas en la primera administración de Uribe, presidió Ecopetrol ayudando a la democratización de la entidad y manejó con absoluta transparencia el proceso de evolución de las comunicaciones.
Mi padre fue un hombre que nunca le faltó a sus compromisos ni obligaciones, a su país, a sus amigos ni a quienes trabajaron bajo su dirección y fueron siempre sus más queridos compañeros. Dejó entrañables amistades regadas por todo el mundo que recorrió con admiración y con la ilusión de que Colombia algún día llegara a ser una sociedad culta, desarrollada y próspera.
Sus últimos años los pasamos juntos hablando todos los días de caballos, de doma, de actualidad mundial y de la gran preocupación que tenía por el destino de la región y el país. Mi padre le cumplió con creces a la sociedad, siempre sacrificó beneficios y riquezas personales en favor de conservar su palabra, su independencia y prestancia como sus más preciados activos.
Fabio Echeverri y María Rebeca Echeverri de Chaux[/caption]
Uno de los momentos más felices de su vida fue el nacimiento de su hijo, el cual compartí con él. Más tarde compartimos momentos muy felices y también muy tristes los cuales supimos superar primero con la gran ayuda de mis padres y luego con el gran carácter que tuvo.
Hoy al verlo partir comparto el réquiem para un ser querido:
Silencio y paz
Fue llevado al país de la vida
Para que hacer preguntas?
Su morada, desde ahora, es el descanso,
Y su vestido la Luz. Para Siempre
Silencio y paz. Que sabemos nosotros?
Dios mío, Señor de la Historia y dueño del ayer y del mañana, en tus manos están las llaves de la vida y de la muerte. Sin preguntarnos, lo llevaste contigo a la Morada Santa y nosotros cerramos nuestros ojos, bajamos la frente y simplemente te decimos: está bien. Sea
Silencio y paz
La música fue sumergida en las aguas profundas y todas las nostalgias gravitan sobre las llanuras infinitas
Se acabo el combate. Ya no habrá para el lagrimas ni llanto, ni sobresaltos. El sol brillara por siempre sobre su frente, y una paz intangible asegurara definitivamente sus fronteras.
Señor de nuestros destinos, en tus manos depositamos silenciosamente este ser entrañable que se nos fue.
Mientras aquí abajo entregamos a la tierra sus despojos transitorios duerma su alma inmortal para siempre en la paz eterna, en tu seno insondable y amoroso, oh Padre de misericordia. Silencio y Paz.
Su labor en la ANDI, Asociación Nacional de Industrial, así lo muestra, porque tanto en esa entidad como en muchos otros campos claramente se puede ver un antes y un después de Fabio Echeverri que marcó con su recio carácter y su forma honesta, frentera y directa la forma en la que asumió todos los retos y situaciones, por difíciles que ellos fueran.
Los que tuvimos el privilegio de conocerlo mas allá de esa dimensión pública del acontecer nacional, pudimos ver esa otra dimensión de su ser. Apasionado por los caballos, el polo, la naturaleza y el campo. Gran melómano, le encantaban los boleros, el piano, el vallenato, los tangos, su colección de música nos impresionaba a todos. En muchas ocasiones insistía en que la música se debía escuchar en silencio sin que las conversaciones la interrumpieran. Gozaba con el baile y la parranda y decía que una buena bailarina debía dejarse guiar. Disfrutaba la comida, las conversaciones en familia y con amigos pero sobre todo disfrutaba la vida con la que se sentía inmensamente agradecido, por lo cual estaba bastante tranquilo, sabiendo que “el de arriba, el del computador” era quien decidía.
No sentía envidias, ni celos ni egoísmos. Era fuerte y exigía con cariño a quienes quería, tal vez recordando otras palabras del abuelo en su carta: “La moral vale más que todo en la vida y el que de ella se desvía no vuelve a encontrar fácilmente las rutas que conducen a la tranquilidad de la conciencia y a la alegría de vivir”.
Su capacidad de dar valiosos consejos y escuchar trascendía a cualquier generación y a cualquier oficio. Pocas personas saben escuchar a las personas como él lo hacía. Nos harán falta sus buenos consejos, entre otros: “Los problemas hay que enfrentarlos usando la cabeza y no las emociones” hay que ser “duros con el argumento y suaves con la persona”, extrañaremos sus regaños y su presencia. Siempre estará vigente y tristemente pocos quedan como él.
Siempre estarás en nuestro corazón.
Tampoco le hizo reverencia al poder o al dinero. Los respetaba pero no se impresionaba con ellos. La gente que lo rodeaba no solamente lo quería. Lo adoraba. Era guía, consejero, amigo, ayudador y hombro para todos ellos.
Ricos, poderosos y humildes acudían a su consejo, el cual jamás negó. A todos los trataba igual. Con el mismo afecto, paciencia, desinterés personal y dedicación.
Pero hay otra faceta de su vida tan maravillosa como la anterior. Era un gocetas.
Disfrutaba un plátano al horno, o las mejores viandas. Unos tipleros o los mejores músicos. La conversación más profunda y fundamentada, o las más triviales, intrascendente e informales.
Apegado al campo, los animales, la naturaleza y su gente.
Quienes fuimos sus huéspedes, disfrutamos una y otra vez, de tertulias, almuerzos sabaneros acompañados de buena música, risas y conversaciones amenas, y de la maravillosa y siempre risueña anfitriona, su inseparable y solidaria compañera de vida, Elenita Mogollón. En sus cumpleaños no solo reunía sus grandes amigos, sino desde el sitio que estuviesen llegaban sus tres maravillosos nietos, María, Rafaela y Emanuel, y su hijo Luigi, quien estuvo acompañándolo de manera permanente y cariñosa en sus últimos años.
Se fue un “GRANDE”. El amigo. El consejero. El Maestro. Pero sobre todo, se fue un gran ser humano.
Disfrutaba como nadie de los temas que lo apasionaban. Sin ser un orden de importancia y, estando seguro que dejo algunas por fuera, quiero referirme a tres. Colombia siempre fue su pasión; conocedor como pocos de nuestra historia con detalles municipales de los cuales había sido testigo y que relataba con tal minucia e inteligencia, recogiendo no solo lo anecdótico sino el valor del momento o su enseñanza desde su aguda visión política o económica. Siempre buscaba hacer sentir y revivir el amor por el país, y a sentirnos obligados a opinar y tomar partido, no por una razón distinta a que es un derecho.
La Fundación Shaio. Hoy es un centro de primera línea en Latinoamérica en cuidados del corazón; con tecnología de punta, equipos especializados – en algunos casos únicos en el país – y con el personal médico y administrativo del sector salud de la más alta calidad de Colombia. Pero hace 17 años años el panorama de la Shaio era más que desolador; una entidad en un complejo proceso de liquidación, con obligaciones y cargas que parecían no dejar espacio para su salvación, en realidad en cuidados intensivos. Convencido de su meta, entregó 25 años de manera gratuita para dejarle a Colombia un centro que desarrolla investigaciones en materia coronaria de talla mundial y salva miles de vidas de manera constante.
El amor por su familia siempre hace estremecer. Para muchos por el supuesto contraste de su definido carácter, respecto del cual nunca esperaban encontrar al mismo tiempo tanta generosidad de corazón. En sus nietos, su hijo y Elenita comprometió toda su energía y fuerza para demostrarles su inmenso amor. Honraba como nadie la memoria de su señor padre, recordando todas sus ejecutorias y enseñanzas. Y, en realidad, a toda su familia ponderaba para que no se perdiera esa historia de raíces de arrieras, de vocación de letras y de conocimiento.
“En realidad de verdad”, como decía el doctor Fabio, a no pocos nos enseñó de la vida, sin importar de qué orilla se estuviera. Siempre rescató el valor de compartir y conversar junto a unos amigos, y si era con un trago y buena música, mejor aún; no en vano decía lo que practicaba “…Yo me iré a un lugar donde toquen muy buena música, se baile todo el tiempo y la pase contento…” como repitió en la misma entrevista en la que le preguntan ¿Cree que hay un más allá?
Carlos Leaño y Fabio Echeverri[/caption]
Así fue conmigo…después de una corta conversación y con un cariñoso “mándeme la hoja de vida a la Presidencia de la ANDI”, arranqué en 1.990 mi carrera laboral, de la cual los primeros 13 años fue en esta querida Asociación, en la que tuve la oportunidad de trabajar al lado de reconocidos profesionales y connotados Industriales y formarme un criterio integral, desde mi oficio, del sector agroindustrial colombiano, lo cual, años adelante me ha permitido ejercer con rigor y responsabilidad, mis actividades actuales. Pasé solo un año bajo su tutela. En 1.991 decidió que había llegado el momento de dejar la presidencia de la ANDI tras 17 años, durante los cuales, fue la voz que se alzó con firmeza para defender con independencia y criterio, los más altos intereses del sector empresarial colombiano.
Desde aquel entonces nunca dejé de verlo, ni de pedirle consejo, porque siempre estuvo ahí, a pesar de ser un tipo ocupado en cosas importantes. Su franqueza y transparencia fueron siempre un faro para mí. Su gran cariño por mi familia y su preocupación por mi futuro, siempre fueron evidentes. Se sentía orgulloso de verme crecer personal y profesionalmente. Cuando tenía que comentar algo relacionado con mi campo profesional, la industria agroalimentaria, no dudaba en pedir mi opinión. En el fondo, Fabio sabía que mis logros eran su obra.
Durante 29 años compartimos el gusto por la música. Los lazos de cariño se estrechaban más fuerte en esos momentos, al tiempo que le recargaban de energía y vitalidad. ¡Qué grato era verlo autoritariamente callar el bullicio de la bohemia para oírme interpretarle: A mis amigos o Mi unicornio Azul!, al tiempo de acompañarlas con su silbido característico. Hace unos meses, da gusto recordarlo, organizó en su casa un mano a mano con Patricia González, la reconocida bolerista ecuatoriana, ocasión en que la bohemia, las lágrimas y el afecto se ensañaron con todos. Ese era Fabio, arrollador y vertical en lo que pensaba y decía y un sentimental enamorado de la vida, de Elena su Amada, de Luigi su único hijo y de sus Nietos y, por supuesto, de la música.
Nadie impactó mi vida como Fabio Echeverri. Nadie me generó más respeto, admiración y confianza. Nadie puede llenar el vacío que deja su partida, porque el “dueño del computador, como él llamaba a Dios” botó el molde con el que le dio la vida. ¡Qué falta que me hace Fabio…Qué falta le hará a Colombia!
Iván Duque y Fabio Echeverri Correa.[/caption]
Pocas personas en la vida he conocido con las capacidades analíticas de Fabio. Llegaba a la nuez de los problemas de manera inmediata. No se distraía en las cosas menores y sabía como brindar guía combinando la solución práctica con una profunda explicación lógica. Esas condiciones hacían que su estudio y su escritorio, en torno al cual se ubicaban políticos, gerentes, periodistas, veterinarios, ganaderos y señoras de sociedad, fuera como una especie de consultorio o chimenea, donde habita el sicólogo amigo o el sabio de la tribu para impartir reflexiones de acuerdo a su experiencia.
Fabio era un amigo que lo daba todo sin límites. Era consejero y al mismo tiempo tomaba todo el tiempo necesario para escuchar. Era drástico y al mismo tiempo comprensivo, lloraba con gratos recuerdos y era implacable con quienes habían quedado en su retentiva como desleales. No se dejaba faltar al respeto de nadie y tampoco le rindió pleitesías a nadie. No lo ilusionaron los cargos públicos ni los honores palaciegos. Su casa, sus caballos, su maravillosa y encantadora esposa Elena Mogollón, sus nietos y su hijo Luigi, quien era su mejor amigo, eran su alegría, su refugio, su todo.
Cuando Fabio falleció se presentaron centenares de personas a expresar sus condolencias. Decenas de ejecutivos exitosos fueron formados por él en la ANDI, otro tanto de altos funcionarios fueron impulsados por Fabio en su camino, pero fue muy diciente el llanto de sus empleados en la Finca y la Clínica Shaio, además de tantos otros que lo acompañaron en distintas facetas. Su llanto era como el de un huérfano, inconsolable y profundo.
Fabio fue uno de los mejores amigos de mi papá y debo decirlo también uno de los mejores amigos que he tenido. Su presencia en mi vida la agradezco porque su carácter, que era su mayor cualidad, es un patrimonio incalculable que lo hace un ser imprescindible.
Adriana Bernal y Fabio Echeverri[/caption]
Amigo de sus amigos, gran Padre, abuelo y esposo, para él su familia era lo primero y siempre hablaba con orgullo de Luigi y sus nietos. Ni que decir de su compañera de vida, Elenita, a quien le debo esta relación y familia, porque a través de ella, su generosidad y entrega por los más necesitados con su fundación 'Granitos de paz', me permitió entrar a su casa que se volvió mi segundo hogar sumándose mi esposo Carlos y mis hijos: Daniela, José Antonio y Valentina, quienes también lo amaron y recibieron grandes enseñanzas.
Dejó una huella imborrable para toda la vida, porque sus consejos no tienen vigencia. Me hablaba con sabiduría de la historia del país porque fue un valiente contra un sistema corrupto y luchó contra el narcotráfico y todas sus aristas.
Me aconsejaba sobre la vida, me insistía que la familia era lo primero y que la unidad estaba en este núcleo.
[caption id="attachment_778294" align="alignnone" width="768"] Elenita y Fabio Echeverri[/caption]
Me apoyó en mis ideas y proyecto periodístico que hoy es un gran medio de comunicación y me acompañó en los consejos editoriales, esos mismos que brillaban por su conocimiento de país.
Seguirá presente en nuestras vidas, porque más que una huella sembró una gran familia y una colonia de verdaderos amigos.
A Elenita, Luigi, María, Rafaela, Emanuel todos mis agradecimientos por permitir estar en la vida de su padre, esposo y abuelo les reitero mi cariño y mi amistad por siempre, a su hermana Maria Rebeca e hijas las acompañamos en este duelo , a todos sus grandes amigos les digo que hará mucha falta pero que fuimos y somos muy afortunados de haber presenciado y disfrutado a un ser humano como Fabio Echeverri Correa.