Esta semana, en el desierto de Nuevo México una ficción terminó en tragedia, al tiempo que en el Urabá antioqueño un verdadero drama terminó en ficción. Rodaba Alec Baldwin una película, disparó con balas que se creía de fogueo y mató, porque la munición resultó real, a la directora de fotografía del film. Al tiempo que en el Urabá antioqueño, la policía y el ejército colombianos hicieron, de lo que suele ser el drama de la detención de un capo, un operativo que resultó ficción. Y nos contaron una película.
Dairo Antonio Úsuga, más conocido como Otoniel, era el hombre más buscado de Colombia. Se ofrecía por su cabeza una millonaria suma en dólares entre otras cosas, porque las autoridades norteamericanas lo querían en extradición para juzgarlo por delito de narcotráfico hacia ese país.
De modo que la caída de Otoniel, acusado en Colombia también de narcotráfico, matanzas, desplazamientos, secuestros y hasta pedofilia, quiso ser convertida por el Gobierno en la noticia del año. Iván Duque, en un éxtasis de euforia, llegó a comparar la caída de Otoniel con la captura de Pablo Escobar. Se pasó varias paradas de bus el presidente.
El caso de Otoniel, guardando las debidas distancias, recuerda algo al de Carlos Castaño. El jefe de las AUC buscó, cuando su liderazgo declinaba en las autodefensas, negociar su entrega con las autoridades norteamericanas. Su situación familiar, condicionada por la grave enfermedad de su hija, retrasó la negociación, y lo demás es historia.
Otoniel estaba dispuesto a una negociación similar y, a la vista de los acontecimientos, tuvo más suerte que Castaño. Lo contó hace unos días en la W Radio, Iván Cepeda. Durante el gobierno de Juan Manuel Santos, el senador Cepeda y otros dos intermediarios gestionaron la entrega del capo del Clan del Golfo, que estuvo a punto de materializarse. Se frustró a última hora, por la aprobación de una ley en ese tiempo que no le daba a Úsuga las garantías que pedía para su rendición.
En el momento de su entrega ahora, en forma de espectacular operativo, Dairo Antonio Úsuga, tenía comprometido un reportaje sobre el clan con un reconocido periodista de televisión, cuyo nombre no estoy autorizado a desvelar, en el que quería manifestar su voluntad de negociar con las autoridades y su disposición a someterse a la justicia norteamericana.
El periodista en cuestión, al enterarse “la captura” de Otoniel, quiso saber si el Clan del Golfo y quienes quedaban a su mando, seguían dispuestos a ponerse ante las cámaras, y la respuesta que obtuvo fue: “Ahora más que nunca”. De donde se deduce la voluntad de entregarse que ha tenido Otoniel hace tiempo, y la posibilidad de que otros miembros del clan tomen el mismo camino.
Es lo mismo que ha ocurrido con muchos grandes narcotraficantes del pasado: llega un momento de su carrera delictiva en que les resulta más conveniente negociar con la justicia norteamericana, que cuenta con un sistema de colaboración cuyo mecanismo hemos visto ya muchas veces: el narco se somete, desvela rutas y colaboradores, entrega parte de su capital, pasa unos pocos años en la cárcel, luego sale, y a vivir que la vida es corta.
Llama la atención la diligencia con la que Iván Duque anunció que Otoniel sería extraditado a Estados Unidos. “Ese proceso debe ser ágil y una vez cumpla sus condenas por narcotráfico en los Estados Unidos deberá responder por todos sus crímenes en Colombia”, dijo Duque. Sabemos que la extradición de los grandes capos de la droga siempre ha dejado en Colombia a las víctimas esperando justicia.
Por boca del presidente y de su ministro de Defensa se ha pregonado también que esto es el fin del Clan del Golfo, cuando todos conocemos lo que suele pasar por experiencias anteriores: saldrá un sucesor de dentro del estado mayor de la organización. De modo que la entrega, o captura si prefieren, de Otoniel, afectará muy poco o nada al negocio de la venta de cocaína. Y más con una organización muy descentralizada como parece que es el caso del Clan del Golfo.
A Alec Baldwin como productor se le pueden complicar las cosas por las negligencias que, según parece, desembocaron en una tragedia, mientras que a Otoniel puede que le vaya en Estados Unidos mejor de lo que hoy se está diciendo en Colombia. Esta película se podría titular: “Dos hombres y un destino”.
Y una observación al margen: ¿Por qué casi todos los periodistas de radio y televisión en Colombia se sienten en la obligación de felicitar a los generales del ejército o la policía, al ministro de Defensa o al presidente, cuando los entrevistan en un caso como este de la caída de Otoniel? No se imagina uno a ninguno de los grandes periodistas norteamericanos, empezar una entrevista felicitando a los homólogos de estos señores en Estados Unidos cuando cayó Osama bin Laden, por ejemplo.