“Avatar”: El equilibrio restaurado por la experiencia (Contiene spoilers...)

Publicado por: maria.vargas el Mar, 22/09/2020 - 08:00
Por: Carlos Yaya.

Esta reseña contiene spoilers de la segunda temporada de “Avatar: El último maestro del aire”.

La tercera temporada de “Avatar: El último maestro aire” abre con oscuros prospectos: no hay ningún pueblo libre que pueda oponerse a la Nación del Fuego y tampoco existe esperanza para el mundo. Esta potencia no parece reconocer que forzar su modo de vida en cada rincón del planeta está contaminando los ríos y empobreciendo más a quienes no poseen nada. El Señor del Fuego Ozai tiene un plan terrible: homogeneizar la cultura, la economía y la historia en nombre de la
Nación del Fuego.

Lee las reseñas de las temporadas anteriores aquí:
Temporada 1: https://www.patreon.com/posts/avatar-traves-de-40327353
Temporada 2: https://www.patreon.com/posts/avatar-la-ciudad-41220170

Aang, el Avatar, yace escondido en territorio enemigo, esperando un milagro que pueda debilitar al Señor del Fuego antes de que complete su visión global. Aang cuenta con el apoyo de sus amigos, quienes han hecho todo tipo de sacrificios para poder apoyarle en su travesía: Toph, jamás incapacitada por su ceguera y empoderada por su astucia, extraña el calor de su hogar; Katara, la siempre presente voz de la esperanza, lucha contra la oscuridad que lleva consigo; y Sokka, el mayor del grupo, lleva el peso del mundo en sus hombros, aprendiendo a realizar las estrategias bélicas que debieron ser planeadas por sus mayores. Así las cosas ¿qué podrían ofrecer un grupo de prepúberes ante un mundo sumiéndose al absolutismo?

La temporada final de “Avatar” presiona a estos chicos

La temporada final de “Avatar” presiona a estos chicos hacia la adultez, manufacturando meticulosas conclusiones para sus arcos narrativos. Empecemos por Toph, la maestra tierra de Aang, cuyo fuerte carácter jamás es disminuido por las circunstancias. En el episodio “La fugitiva”, Toph convence a Aang y Sokka de llevar a cabo múltiples robos para poder ganar lo suficiente y obtener el alimento que tanto necesitan. Sintiéndose moralmente señalada por Katara, Toph la contradice y continúa con los saqueos. Después entendemos que Toph rechaza la
preocupación de Katara porque entiende que hirió a sus padres al haber escapado, viendo la tristeza de ellos reflejada en el interés de su amiga. Eventualmente, Toph aprende a recibir ayuda, comprendiendo los motivos de
Katara, y cómo ella tuvo que demostrar madurez prematuramente por la muerte de su propia mamá. Entonces, Katara no es sobreprotectora y maternal sino una joven herida que intenta llenar el vacío que dejaron los adultos en su vida, protegiendo a sus amigos con fiereza.

Katara demuestra esta actitud incluso con personas que no conoce. En el episodio “La dama pintada”, Katara se disfraza como el espíritu de un pantano para poder brindar ayuda humanitaria a un pueblo pesquero cuyo río está siendo contaminado por la Nación del Fuego. Ante la desaprobación por parte de sus amigos por el riesgo que corría, Katara es enfática en decir que “jamás le va a dar la espalda a alguien que la necesita”. En un brillante punto de inflexión provisto por el episodio “La titiritera”, el altruismo de Katara es puesto a prueba cuando compara el trauma que la guerra dejó en ella con el de Hama, una maestra agua que vive en el extranjero años después de haber sido raptada y torturada por las fuerzas enemigas. Katara expresa todo su aprecio ante la anciana, aceptando todas sus enseñanzas, hasta que Hama la inicia en una habilidad impresionante pero despiadada: la sangre-control. Hama ha utilizado esta técnica para torturar a aldeanos de la Nación del Fuego como venganza por el exterminio de su pueblo, pero cuando intenta impartir esta técnica como una lección para Katara, la joven entiende las terribles circunstancias que la hacen similar a Hama y decide vencerla, a pesar de que empieza a vivir con vergüenza porque alcanzó a entender las enseñanzas de su trágica maestra.

En la tercera temporada, estos chicos intentan establecer quiénes serán cuando crezcan. Como ya lo mencioné Toph quiere mantener su carácter, entiendo su propia vulnerabilidad y capacidad de empatía y Katara desea persistir virtuosa pese a tener el poder suficiente para vengar a los suyos, pero Sokka ve como necesario demostrar su importancia para el grupo, pese a que no puede controlar ningún elemento. Siendo el humorista del grupo y el más “dispensable” en comparación con los demás, Sokka no logra entender la inteligencia que es capaz de demostrar no solo ante sus amigos, sino también ante los adultos que conoce. Inspirado por Aang, Sokka se pone en contacto con un maestro espadachín que cuestiona las inseguridades de Sokka y le hace entender que ya es una pieza muy valiosa para el grupo y que su organización e intelecto han probado su verdadero valor. Katara, Sokka y Toph llegan a importantes conclusiones dentro de la comunidad que ya tienen establecida, lo que entra en contraste con la experiencia de quien ha sido su mayor antagonista, el Príncipe Zuko de la Nación del Fuego, quien entiende su lugar en el mundo reflexionando sobre cómo su identidad es
construida por una larga cadena de sucesos históricos.

En la tanda de episodios previos, Zuko realizó un viaje muy personal a través del Reino Tierra, entendiendo la precariedad de la existencia de varias comunidades por fuera del alcance del gobierno, llegando a reconocer que toda la violencia que había sido impartida por su padre había obstaculizado encontrar su verdadera identidad. Junto a su tío Iroh, el futuro de Zuko parecía empezar a redimirse. No obstante, traicionó al único miembro de su familia que le dio la mano para ganar el afecto inexistente de un hombre despiadado. Sintiendo el peso de su inseguridad, Zuko es confrontado con las mentiras inherentes a su privilegio. De nuevo con ayuda, el confundido príncipe es invitado a leer la historia de su país, particularmente la de aquel ancestro que empezó la guerra con las demás naciones. En el episodio “El Avatar y el Señor del Fuego”, se nos revela la verdad de la soberbia de la Nación del Fuego: la ambición de un hombre capaz de deshumanizar a sus soldados y restar la identidad de sus vecinos para iniciar una guerra infinita e imponer su supremacia; no obstante, también entiende la forma
en la que la figura del Avatar comprende tanto la importancia de mantener la diversidad entre las naciones como el diálogo necesario para restaurar la paz. Asi bien, el Príncipe Zuko renuncia a sus títulos y decide convertirse en el maestro fuego de Aang.

Habiendo sido el enemigo de cada uno de los amigos de Aang, Zuko necesita generar confianza en cada uno de ellos; mostrar que si pudo cambiar pese a toda la ira que guardaba entre sí. Como Toph, en su respectivo viaje personal, había aprendido empatía, es la primera que recibe a Zuko al entender la sinceridad de sus palabras, su confusa experiencia y su necesidad de disculparse con personas a las que lastimó. Por su parte, Sokka recibe aprecio por parte de Suko: juntos liberan prisioneros basados confiando plenamente entre sí y en las estrategias de Sokka. Pero ganarse el perdón de Katara resulta difícil para Suko, más aún cuando decide acompañarla a reclamar venganza del hombre que asesinó a su madre. Zuko aprueba la necesidad de resolución de la chica, pero Aang no cree que la violencia pueda sanar a Katara. Ignorando la plegaria de Aang, Katara se enfrenta
a quien pudo haber cometido el crimen que cambió su vida, jugando con la tentación de usar la sangre-control para asesinarle. No obstante, sin resolver saldar las cuentas con ese hombre, Katara decide no ensuciar sus manos y perdonar a Zuko en su lugar.

Aang, por su parte, no tiene una decisión sencilla. Su enemigo es la persona más peligrosa sobre la faz de la tierra: no matarlo sería una terrible omisión. Habiendo aprendido misericordia de los maestros aire, serenidad de su maestra agua y perseverancia de su maestra tierra, Aang no sabe como conciliar su restricción ética con lo que le exige su deber como Avatar. Resolviendo regresar al pasado y solicitar ayuda a sus antecesores, el niño es testigo de experiencias en las que no evitar el crecimiento del ego de un solo hombre, terminaron con la destrucción de cientos de comunidades a lo largo de los años. Así como Zuko, Aang se plantea reescribir la historia con sus decisiones y, en la batalla final con el Señor del Fuego, decide que el control de los elementos no es solo una destreza externa; también es una oportunidad para controlar la energía interna. Aang se convierte
en un Avatar caracterizado por su habilidad para perdonar. Al frente del peor enemigo posible, Aang no acaba con su vida, pero evita que ese impulso de sobreponerse a la voluntad del prójimo siga contribuyendo a los padecimientos del mundo. El Avatar redirige la oscuridad dentro de Ozai hacia afuera de su cuerpo, retirando toda potencia de su poder.

En “Avatar: El Último Maestro Aire”, el equilibrio es regresado al mundo no mediante la fuerza, y mucho menos a través de la venganza; la paz es restaurada por la voluntad de un grupo de niños que aprendieron a escuchar, solicitar ayuda, entender la posición del otro, perdonarse a si mismos y entender la valentía que llevan consigo. Todo ciclo de violencia puede repetirse, pero comprender las lecciones del pasado para construir un futuro de posibilidades y empatía a partir de la energía que fluye dentro de nosotros y los demás es la gran enseñanza que
nos deja esta legendaria serie animada. De principio a fin, “Avatar” se beneficia de una narrativa técnicamente eficiente y estructurada, pero mucho más de una inteligencia emocional difícil de encontrar en cualquier otra historia.