Para esta entrada conversamos con Roberto Álvarez, el artista cubano que canta contra el racismo. En su más reciente lanzamiento “Cabello Bello”, sienta un precedente transversal a la estética y las narrativas de identidad.
Durante años la música se ha configurado como una manifestación artística que evoca sentimientos de todo tipo. Si bien los tiempos han cambiado, y la forma de hacer no es la misma, debido a las dinámicas de consumo, hoy existen un sin número de oportunidades para que los artistas amplíen el espectro de su carrera, y comuniquen no solo desde su obra, sino a través de redes sociales, entre otros canales que les permiten estar en contacto permanente con su público y hacer que éste crezca cada vez más.
Conscientes de esa responsabilidad, hay artistas que trabajan en función de lo que significa su lugar en la esfera pública. Llama la atención el caso de Roberto Álvarez, un artista cubano que trabaja desde diferentes frentes con un propósito: la descolonización mental. Es claro en su consigna: “no es suficiente con no ser racista, es necesario también ser antirracista”.
Desde la colonización y la trata transatlántica, en el continente el discurso racista ha determinado el comportamiento y la forma de ver el mundo, de la mayoría de las personas, muchos optan por asumir un rol o comportarse de cierta forma porque es “lo que se supone”. Son patrones heredados y que a la fecha permanecen vigentes. Sin embargo, el arte ha jugado un papel fundamental al momento de construir y deconstruir imaginarios sobre alguien o algo, tan es así que hoy, el arte es entendido como una de las formas de expresión del ser humano más transparente y compleja.
Uno de los rasgos de identidad que juega un papel fundamental al momento de construir desde lo particular y lo colectivo, en la población afro y de la diáspora es el cabello, bello, como lo define Roberto en su más reciente lanzamiento.
Esta conversación, inevitablemente me hizo pensar en mi experiencia propia y en la de muchos jóvenes y personas racializadas en el continente, sobre todo en Colombia. Personas que han afectado su salud con químicos para alisar, a cambio de “aprobación social”. Muchos otros que han sufrido en silencio los comentarios ofensivos en la calle o en el espacio público, en general, por resistir y usar el cabello natural.
Para cientos de personas racializadas, a lo largo de la historia en Latinoamérica, usar su cabello natural se ha convertido en un reto, que va desde el manejo y cuidado, y pasa por lo emocional.
En buena medida, esto es responsabilidad de la industria de consumo e incluso, de la del entretenimiento: crecer con la idea de que el cabello afro no es formal, o que necesita un solución, es un problema.
A pesar de que cada vez son más las figuras públicas y líderes que optan por lo natural. En el caso de la población afro en Colombia, si bien aún hay mucho por hacer, el camino recorrido por artistas, periodistas, científicos, investigadores y deportistas que trabajan día a día por alcanzar sus metas, hace que los referentes negativos que fueron impuestos durante años a través de diferentes medios cobren menos valor.
Una pieza artística como Cabello Bello se ha convertido en un himno y perdurará en el tiempo, para quienes aún sin ser jóvenes emprendan el camino de reconciliación con su cabello. Bien lo define Roberto en el sencillo: “Fácil estereotipar, difícil documentarse” y en esa medida la historia en Latinoamérica ha sido contada por partes. Es hasta ahora que las personas empiezan a entender que el cabello afro más allá del componente estético es una expresión de resistencia, en él, los ancestros traían semillas, trazaban rutas de libertad.
Cierro esta entrada con una pregunta: ¿qué hubiera pasado si en los libros de historia se hubieran tenido en cuenta todas las voces por igual? Seguro como país nos entenderíamos como constitucionalmente nos definimos: una nación pluriétnica y multicultural.