Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

Colombia y el martirio de Ucrania

Con motivo de la invasión de Ucrania por parte de Rusia y de la consiguiente guerra que desató este hecho, esta semana hemos conocido dos astracanadas de la política colombiana en las cuales merece detenerse, así sea brevemente. Por una parte, el discurso que la canciller y vicepresidente, Marta Lucía Ramírez, ha hecho en Naciones Unidas, ofreciendo las “capacidades de mediación y negociación” de Colombia para “solucionar las diferencias entre Ucrania y Rusia”.

La vicepresidente-canciller llama “diferencias” al atropello que una nación poderosa lleva a cabo contra un país vecino, en el acto más grave que el mundo ha vivido desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Esto me recuerda el lenguaje melindroso de algunos noticieros colombianos que suelen hablar de “inconvenientes” o “incidentes” a hechos de sangre en los que resulta muerta una o varias personas.

Además, parece un chiste cruel el hecho de que un gobierno como el colombiano, que asumió el poder amenazando “hacer trizas” el proceso de paz firmado entre el Estado y la guerrilla de las Farc, se ofrezca como mediador de un conflicto que podría llevar a la humanidad a una tercera guerra mundial. Que un gobierno que no es capaz de poner coto a la sangría que vive el país con la desaparición sistemática de líderes sociales; que se muestra negligente cuando no cómplice de esta aberración, pose ahora ante la comunidad internacional de mediador y líder de la convivencia en el mundo es casi una broma de mal gusto.

La otra gran bufonada en suelo patrio con respecto a la agresión rusa sobre el pueblo ucraniano, corrió por cuenta del candidato presidencial Gustavo Petro, cuando le preguntaron sobre un hecho que era objeto de atención mundial. “¡Qué Ucrania, ni qué ocho cuartos! Tenemos que dedicarnos es aquí a Colombia, cómo nos salvamos a nosotros mismos”.

Estuve cavilando un buen rato sobre las razones que tiene el candidato del Pacto Histórico para pedirnos que no le prestemos atención a la barbaridad que está perpetrando Vladimir Putin y a uno, que es muy mal pensado, se le ocurre que es por la simpatía que le despierta a Petro el siniestro dictador ruso. Cabe también la posibilidad de que la campaña presidencial, que debe absorber toda la atención de don Gustavo, no le deja un resquicio de tiempo para enterarse del asunto.

En gracia de discusión admitamos que es esto último. En cuyo caso, en un gesto de buena voluntad y como un servicio social, le dejo aquí en pocas líneas, para que alguien tenga la caridad de contárselo, lo que pasa en Ucrania, que nos concierne a todos.

En primer lugar, porque aun en el caso de que entre Ucrania y Rusia existiesen esas “diferencias” de las que habla la canciller colombiana, entre naciones civilizadas no se estila que las cosas se arreglen invadiendo al vecino a sangre y fuego. Qué tal que con el desencuentro que mantienen los gobiernos de Bogotá y Caracas hace años, Venezuela invadiese Colombia por tierra, mar y aire matando a miles de compatriotas y sembrando destrucción y miseria (más de la que ya tenemos) entre nosotros.

En segundo lugar, porque lo que ocurre en Ucrania es una gran lección para la humanidad, y nos demuestra que cuando las naciones caen en manos de un iluminado suelen correr hacia el abismo, que es lo que le está ocurriendo a Rusia en este momento. Y quién sabe si en esa caída no nos lleve a todos al precipicio.

Y en tercer lugar, porque en el mejor de los casos, es decir, en el de que esto no nos lleve a todos por delante, vamos a sufrir las consecuencias en forma de inflación y más pobreza también aquí, en la Colombia que el candidato Petro dice querer salvar.

Y quizá una última reflexión frente a lo que está pasando en Europa, no para el candidato histórico sino para quienes piensan votarlo este año. 

A lo mejor penetrar en la mentalidad de Putin es más sencillo de lo que parece, pues se trata de un policía del KGB, una refinada institución estatal delictiva en la que el hoy presidente de Rusia aprendió lo que ha practicado a gusto durante estos pasados años: a envenenar o detener a sus contradictores políticos, a practicar extorsión sexual, a ocupar a sus sicarios. Y como nadie le hizo nada, se atrevió a ir más allá con Ucrania.

Nada de lo que ocurra a nuestros semejantes nos debería ser ajeno; pedirnos que lo ignoremos es un acto de egoísmo, frivolidad o de sospechosa simpatía con el tirano.

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