Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

Crónica de sociedad

Los colombianos, en eventos internacionales, son especialistas en hacer el ridículo. No olviden ustedes cuando García Márquez se vistió de vendedor de paletas para recibir el premio Nobel, dizque porque así era como se vestía la gente en su tierra. ¿Cuándo ha visto alguien en este país a alguno vestido así por la calle? Como no sea tras el mostrador de una heladería, nunca. Con lo fácil que es no parecer grotesco: basta con ceñirse al protocolo. Gustavo Petro, siguiendo la tradición patria, se empeñó en España en dar muestras de mal gusto, cosa que en Colombia no es un pecado sino un enfermedad nacional. 

El Diccionario de uso del español de María Moliner define, entre otras cosas, el término “protocolo” como “Conjunto de reglas para la celebración de las ceremonias diplomáticas o platinas. Por extensión, conjunto de las reglas de cortesía o de urbanidad usadas en cualquier sitio” (el subrayado es mío). No seguir esas reglas de urbanidad y cortesía es tan feo y de tan mala educación como soltar un cuesco o sacarse los mocos en esos lugares y en esas situaciones. Digo esto por si alguien hiciera la caridad de informarlo en la Cancillería colombiana, y ésta decírselo al presidente en las próximas salidas al exterior.

En una cena de gala en el Palacio Real, cuando el anfitrión, el Rey de España, va vestido de frac, Gustavo Petro debió haberse vestido adecuadamente; o no haberse presentado como fue, y como obligó a ir a su comitiva varonil. Si tan repugnante le parece vestirse adecuadamente y solo se siente cómodo con un sombrero vueltiao o una gorra de béisbol, quédese en casa con sus parroquianos. Pero si va a salir en representación de Colombia y de un montón de colombianos —millones, oiga, recuérdelo bien, que no piensan como usted— no haga el ridículo ni haga quedar en el ridículo a este país, al que buena falta le hace lavar su imagen en el exterior.

De modo que para usted “el frac es un símbolo que tiene que ver con élites, con antidemocracia”. Bien, pues deje para el consumo interno de sus seguidores esos remilgos mamertos, que no tienen por qué entender fuera del ambiente cutre en que usted se mueve, señor Petro. Y no sea tan incoherente. ¿Qué hace entonces enviando a su mujer a la coronación del Carlos III? Y, ¿acaso no sabe que llegó a esa cena con los reyes de España en el mismo Rolls Royce  en el que se desplazaba el dictador Francisco Franco? ¿Eso no le dio asco?

Mire, Sr. Petro, le informo, porque seguro no lo sabe: los discursos del Rey no los escribe el monarca. Los escriben funcionarios de la Cancillería por lo general de acuerdo con la Casa Real, pero, en todo caso, salen fundamentalmente de la mano de diplomáticos del gobierno de turno. En este caso, un gobierno socialista. Por eso le endulzaron a usted el oído con asuntos como lo del “paz total” y lo de “Colombia como ejemplo para abordar el cambio climático”, y esas cosas que a usted tanto le gustan y que no van a llegar a ninguna parte. Al jefe de Estado en España le toca hacer esas maromas.

Pero en el segundo párrafo de ese discurso, el Gobierno de España le envió un mensaje que quizá usted no oyó o no entendió. Refiriéndose a la relación entre los dos países, el Rey leyó textualmente: “Es una relación de hermandad, de respeto mutuo y de enorme interés estratégico”. Le pidieron respeto, señor, cosa que usted no tuvo cuando cometió la grosería de hablar del “yugo español” veinticuatro horas antes de viajar a España, y no tuvo empacho en seguir insultando al llamar esclavistas a sus anfitriones. No se extrañe, pues, que un sector político allí lo haya llamado terrorista, le estaban devolviendo los piropos.

 Le recordaron también, con el discurso del Rey,  que Colombia tiene intereses con España que le conviene mantener y que no le voy a recordar aquí, porque no es el momento ni el lugar, pero que usted debería conocer, señor Petro. Piense sólo en la cantidad de colombianos que viven con las remesas que envían desde allí los emigrantes a sus familias. Con las cosas de comer no se juega. No veo, pues, en dónde está el éxito de esta visita del que habla alguna prensa colombiana. 

Desde Madrid lanzó Petro en una entrevista de radio, por otra parte, uno de los mensajes más inquietantes que podíamos esperar: que piensa sacar a la calle a la gente si el Congreso, “como representante de la gente”, no apoya sus reformas. Y que no debemos preocuparnos porque la gente no es peligrosa cuando es “multitut”. Estoy citando de memoria, claro. Ya veremos lo que nos depara en unos meses la fuerza de la “multitut”.

Si la ética de este gobierno es preocupante su estética no lo es menos. Por cierto, dos preguntas retóricas: ¿Quién viste a doña Verónica del Socorro? Y otra cosa: Mover el pandero, como le dirían en España, cada que escucha un golpe de tambor, ¿no será que requiere tratamiento médico? El mapalé de la embajada fue francamente bochornoso. Como casi todo lo que hace, dice, viste y baila la pareja presidencial. 

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