“Quiero decirle a los colombianos con mucha franqueza: Cuidado con el año veintidós que aquí estamos viviendo una especie de prechavismo. Cuidado con el año veintidós que nos quieren llevar, en nombre de la libertad, a la supresión de las libertades; en nombre de la equidad, a la eliminación de la empresa privada y a la desfinanciacion; en nombre del crecimiento y del desarrollo al total colapso de la economía; en nombre de la transparencia, al manejo chavista de la justicia”, fueron las palabras con las que el expresidente Álvaro Uribe hizo un llamado a sus compatriotas en medio de la reciente entrevista que concedió desde su confinamiento al que no duda en calificar como un secuestro perpetrado por la politizada Corte Suprema de Justicia.
Dentro de esa fatídica perspectiva, no podemos calificar de simple coincidencia que William Ospina concluyera su escrito, del 19 de Julio en El Espectador, con esta perla: “Si alguien quiere que Venezuela salga del desastre, tiene que ser capaz de reconocerle algún mérito al proyecto original de Chávez…”. Este artículo no podía tener una introducción más esclarecedora que la que le dedicaron: “Un escritor colombiano que conoce a fondo la realidad del país vecino, crítica a Nicolás Maduro y dice que la única forma en que Venezuela superará el desastre será retomando los postulados originales del chavismo”. Semejante deschavetada afirmación no sería de extrañar si viniera de Cepeda, Petro, Teodora o un tal Bolívar, pero que sea de un autoproclamado intelectual llama poderosamente la atención pudiéndose deducir que la infiltración chavista jugará un papel primordial en lo que llegue a ocurrir en el veintidós.
Cuando hace casi una década unos pocos comenzamos a hablar de castrochavismo, de socialismo del siglo XXI y de un reordenamiento bajo los principios de la izquierda marxista dictados en el Foro de Sao Paulo y se nos calificó de insensatos mientras que ahora, por el contrario, es una realidad palpable que pocos se atreven a refutar y es proclamada, a viva voz, por sus partidarios como en el caso del escritor mencionado arriba.
Encarcelar a Uribe hace parte de esa estrategia siniestra. La desvergonzada Corte Suprema de Justicia dio un paso que tenía planeado años atrás. La pregunta fundamental no es si su decisión fue justa sino por qué en este momento y que repercusiones tendrá dentro de la estrategia cuyo fin es la toma del poder en el veintidós.
Se podría pensar que ha sido una victoria pírrica está del chavismo a la colombiana pero no debemos caer en ese error. Nos están poniendo a prueba y el resultado ha sido alentador para los enemigos de Uribe al constatar que el país no se incendió. La reacción ha sido de poca intensidad por parte de un pueblo golpeado luego de un largo proceso de entrega a las FARC al que se suma el debilitamiento causado por las medidas tomadas para enfrentar al coronavirus -por ejemplo con el confinamiento, vieja y muy efectiva manera de aniquilamiento físico y mental-.
Tampoco podemos darnos por derrotados. No sabemos cuál será la reacción de la sociedad cuando se vea liberada de la represión a la que ha sido sometida durante este 2020 que pasará, tristemente, a la historia como un año bobo del que han sacado provecho inescrupulosos y desvergonzados.
Debemos estar alerta, se vienen con todo y tenemos que enfrentarlos unidos. Si se atreven a proclamar las “virtudes” del chavismo que llevó a un gran país a la miseria por qué no instaurarlo en una Colombia a la que se le puede humillar tan fácilmente como lo han hecho en la figura de un Álvaro Uribe tan admirado y respetado por millones de sus compatriotas.
