¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos?

Publicado por: maria.vargas el Mar, 22/12/2020 - 08:09
Por: Carlos Salas.

En un diciembre como éste y en Tahití, Paul Gauguin -sin dinero, ni amigos y muy enfermo- terminó y firmó su famosa obra “¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos?”. Su intención desesperada era la de suicidarse si el próximo barco no le traía buenas nuevas. No llegaron noticias de su marchante ni de sus amigos y subió a la montaña donde bebió una altísima dosis de arsénico que lo obligó a vomitar salvando su vida. La expectativa por conocer las reacciones del público ante su obra lo animó a vivir. Siete años le restaban de existencia en los que fue recompensado con el reconocimiento.

Termina este 2020 con un diciembre lleno de incertidumbres en el que las preguntas del pintor con las que tituló su obra maestra -variación de las habituales que un tahitiano le hacía a un extraño: “o vai ‘ oe? Nohea roa mai ‘ oe? Te haere ‘ oe hea?”-, son tan vigentes para todos hoy como lo fueron para el atormentado pintor hace ciento veintitrés años.

¿De dónde venimos? De acá y de todas partes o de ninguna. “No soy de aquí ni soy de allá” cantaba el poeta del desarraigo con todo el sentimiento. ¿Quiénes somos? Como habitante de América podemos decir que no somos europeos ni asiáticos, tampoco africanos o árabes. Y para la pregunta apremiante ¿A dónde vamos? No encontramos respuesta.

“Nadie puede decir que la vida humana, con su niñez, adultez y vejez, no esté bellamente dispuesta. El día tiene su mañana, su tarde y su puesta del sol, y el año tiene sus estaciones. Si aceptamos esta visión biológica de la vida y tratamos de vivir de acuerdo con las estaciones, nadie sino un intolerable presumido o un exagerado idealista podría negar que la vida humana puede vivirse como si fuera un poema”. Estas palabras escritas por el pensador chino Lin Yutang las repasó cuando su hija le preguntó si existía vida después de la muerte. Acá no tenemos estaciones y no conocemos directamente lo que es vivir de acuerdo a ellas. Hasta en eso nos diferenciamos de los europeos y los asiáticos que, por cierto, mantienen culturas muy distintas la una de la otra, pero tenemos el ciclo diario y nos hemos acostumbrado a vivir el día a día sin la preocupación de un frio invierno o de un caluroso verano que alterarían completamente el entorno en el trópico que habría significado cambios importantes en su vida cotidiana.

“No os afanéis por el día de mañana porque el día de mañana traerá su afán” está escrito en el Evangelio de San Mateo. Aprender a vivir sin la angustia del mañana es todo un arte. La incertidumbre es la constante en la vida ¿En cuántas ocasiones no hemos visto como nuestras expectativas han sido frustradas o superadas por los avatares de la vida? 

Podríamos vernos a nosotros mismos como el extraño saludado por el tahitiano con las preguntas que se hicieron tan conocidas en occidente gracias a la obra de Gauguin: ¿De dónde vienes? ¿Quién eres? ¿A dónde vas? y cada día hacérnoslas para estar mejor dispuestos en el reto que se nos impone con el juego extraño de las incertidumbres. Sabemos tan poco de nuestros orígenes, de quiénes somos y a dónde vamos aunque sintiéndonos amos de nuestro destino y hasta del de nuestros seres queridos, lo que nos lleva a recibir los fuertes golpes a los que nos hemos venido acostumbrando.

Si a veces nos sorprendemos con nuestras reacciones cómo no con las de los demás, con las de conocidos y extraños, con las del vecino, con las de la comunidad, con las del gobierno nuestro y de otros países o con las de la naturaleza. Nunca imaginamos un año como el que está terminando y no conocemos las consecuencias para los venideros. Entre el drama y la comedia, entre lo verdaderamente serio y lo inmensamente ridículo, entre la razón y la estupidez estuvimos oscilando en 2020. Espero un 2021 en el que prime la necesaria sensatez que nos ayude a superarnos y a recuperar el tiempo perdido.