Mario RUBIANOGROOT ROMAN – “Papayo el Velachero”

De la expedición fatal "Magallanes - Elcano"

Y así, tras el ultimo cabo, tan deseado que este fue el nombre que le dieron, “…dejó de escoltarlos la tierra por babor y por estribor, y quedó el mundo a su popa para siempre y por fin el horizonte se ensanchó de un lado a otro ante los ojos de esas tripulaciones: un mar azul, como son todos los mares cuando están tranquilos, tan amplio y salado que nunca podría nadie confundirlo por lago alguno, inabarcable en su promesa, excitante en su llamada”. (R. Marin).

La travesía del Pacífico se inicia buscando ganar latitudes más cálidas, poniendo rumbo noroeste (NW), nordeste (NE) y norte (N). Se acercan mucho a la costa a la altura de la futura ciudad de Concepción (Chile), aunque sin parar continúan viaje por fin al noroeste para atravesar el Océano. No parar a avituallarse aquí fue, a la postre, un gran error. Por fortuna, la climatología les resulta muy propicia, con vientos constantes a favor y sin ninguna borrasca, lo que les permite avanzar diariamente del orden de 70 leguas.

Esas tres naos llevan ciento setenta y siete europeos. Ahora el Nuevo Mundo descubierto por Colón es una línea alargada a estribor. Lo que hay allí es un enigma y así se quedará. Explicarlo será cosa de otros.

De la expedición fatal "Magallanes - Elcano"

Reordenando la situación de quienes comandaban las tres naos, que inician navegación hacia las islas de las Especies, queda así: Capitán General y al mando de la “Trinidad”: Fernando de Magallanes; comandante de la “Concepción” Juan Serrano y comandante de la “Victoria”, Duarte Barbosa. Flotaron pues, empujados por las brisas, como si de pronto el mar del Sur fuera un estanque enorme donde las aguas eran plácidas y la vida dulce. Costa arriba, al septentrión, viendo la otra cara del continente. El 18 de diciembre, cuando Francisco Albo mide 32º de latitud sur, Magallanes ordenó virar al poniente y alejarse rumbo a las islas Molucas, que no tenían la menor idea de distancias, en ese instante. Se les volvió tan placentero el viaje, “…a salvo de las tormentas y las aguas grises, que en medio de aquella paz que era el mar nuevo, lo bautizó don Fernando como Océano Pacifico” (Pigafetta).

La belleza de los días se multiplicaba con la hermosura de las noches. El firmamento estaba despejado y sobre el mar en calma brillaban complacientes, como no las había visto nadie, un puñado de estrellas, concentradas como una nube de leche sobre un tapiz de terciopelo azul oscuro. Entre las estrellas desconocidas a las que se habían ido habituando desde que cruzaron la línea del ecuador, “….. ahora brillaban luceros como joyas engarzadas, un racimo de resplandores, un vértigo de distancias, un mar que no era mar, pero se sabia eternamente infinito, infinitamente eterno” (Marin). Un mar que vigilaba desde las alturas una cruz de cinco luces dibujada en el cielo (la Cruz del Sur), esa constelación sería un día la “guía de los marinos del austro” (P. Cerdá).

De la expedición fatal "Magallanes - Elcano"

Cada día avanzan 60 o 70 leguas. Y mientras ellos caminan, el horizonte retrocede. El hambre azota y pasan las horas ensimismados, apáticos, medio despiertos, medio dormidos. Cada mañana se renueva en la tripulación de la armada la esperanza de ver tierra ese día; y cada noche trae la ilusión de verla al día siguiente. La esperanza —como en el brindis del bohemio— es lo que los mantiene vivos después de casi dos meses de navegación sin que sus ojos vean mas que mar y firmamento. Varios marinos se enferman de escorbuto constantemente y mueren; cuerpos que son lanzados al mar.

Todavía es 25 de enero cuando Tomas Natin grita:

—¡Tierra por fin!

Divisan una isla pequeña y deshabitada que la bautizan San Pablo para recordar el día de la conversión del apóstol. No se ve agua dulce, ni aves, ni animales y además no se puede fondear pues el escandallo que mide la profundidad no alcanza a tocar el fondo en ninguna parte.

Una semana después dan con otra isla desolada. Una luz de nueva esperanza. Pero tampoco en ella se ve agua dulce, ni frutos comestibles, ni lugar para fondear. La bautizan Desventurada y desisten de bajar a tierra. Pero en el mar que la circunda hay muchos peces. Lanzan todas las redes al agua y sacan doradas, albacoras y bonitos. Es una fiesta, comen, dan gracias a Dios por ese regalo y continúan esa navegación que parece no tiene fin.

El 4 de febrero divisan otra isla desierta. Tampoco allí encuentran un lugar para fondear. Pero si ven muchos tiburones y así la bautizan y a la larga siguen navegando con vientos alisios en aletas y popa.

El 12 de febrero cruzan la línea equinoccial por segunda vez, mientras el escorbuto sigue ganando victimas. Ahora casi todos conocen los síntomas. A algunos afecta mas que a otros (a modo del Covid), como en una lotería. Diez hombres han encontrado su tumba en el océano Pacifico y otros treinta están enfermos.

Son la últimas mañanas de febrero. La travesía por el océano Pacifico ya lleva cien días. En la cubierta el sol consuela, castiga, tortura. Un cardumen de peces pasa muy cerca de las naos. ¡Un regalo! Los marinos sanos lanzan redes. La pesca de todas las naos alcanza para comer varios días.

De la expedición fatal "Magallanes - Elcano"

—¡Tierra a la vista! — grita el Velachero desde la cofa del palo trinquete de la Trinidad. Es el día 6 de marzo de 1521. Han pasado ciento diez días desde que entraron a los Mares del Sur. Nadie le cree porque no se ve tierra por ninguna parte. Lo ignoran. Al mediodía Albo mide la latitud: 12º norte.

El vigía vuelve a gritar …. —¡Tierra, tierra! Pero no la ven. Magallanes promete regalarle cien ducados si es cierto y sube el mismo al carajo o cofa de la mayor. Entonces no le cabe duda…

—¡Tierra, bendita tierra! — grita.

Los lombarderos disparan salvas. Punzorol iza el pendón de Castilla. El cura Valderrama reza la bendición que tenia preparada para ese momento: “Bienaventurados aquellos que no pierden su curso en la amplitud del océano. Bienaventurados aquellos cuyo barco no se hunde y con alegría llegan a puerto” (P. Cerdá).

Canta el Láudate Domine y todos lo secundan. El vigía Pedro Navarro recibe de Magallanes los cien ducados prometidos.

De la expedición fatal "Magallanes - Elcano"

Delante suyo se dibujaban cada vez con mayor nitidez tres islas cubiertas de bosques con playas de arenas muy blancas. El mar calmo se va haciendo transparente conforme va perdiendo profundidad. De azul profundo pasa a celeste-turquesa. Los nativos de la isla se acercan en sus barcas con sorprendente rapidez. En cosa de minutos se ven rodeados de embarcaciones pintadas de rojo con una vela triangular hecha de un tejido tosco de hojas.

—Parecen velas latinas— comenta Pigafetta. Las barcas tienen timón en proa y en popa en forma de pala.

Los intrusos suben a la nao, pues Magallanes lo permitió. Empiezan a robar que un hacha, que una caja de clavos, que una madeja, hasta que Punzorol grita:

—¡Son ladrones! Al agua con ellos. Atacan a los europeos y se lanzan al agua cuando escuchan la explosión de una lombarda. Más adelante, unos isleños se apropiaron de una pequeña embarcación perteneciente a la flota de Magallanes. Éste se acercó a tierra para recuperar su bote, pero presenciando como aquellos isleños le arrojaban lanzas, se vio obligado a ejecutar a siete de aquellos nativos e incendiar sus viviendas. Finalmente, los chamorros, les proporcionaron comida como canastos llenos de unos frutos redondos y duros color marrón que nunca antes habían visto (cocos) y otra fruta verdeamarilla que es más fácil de comer (bananas) y abundante agua, a cambio de hierro.

—La bautizaremos isla de los Ladrones— propone Magallanes. (actual archipiélago de las islas Marianas). Levan anclas el 9 de marzo rumbo al oeste. Al verlos partir, los nativos se acercan en sus barcas a toda velocidad y les disparan flechas envenenadas que no los alcanzan. Las naos hacen un giro inesperado y pasan muy cerca de ellos volteando sus barcas.

Continuará el 25 de febrero de 2022...

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