Enrique Herrera
Experto en Desarrollo Rural, Tierras y Agro. Abogado, Especialista en planificación y administración regional del Cider y Magister Artis en Administración Pública del Instituto Ortega y Gasset de Madrid, España. Con vasta experiencia en el sector público y analista de políticas públicas del sector tierras, desarrollo rural y de política electoral.
Enrique Herrera

De la nueva ruralidad y la expropiación de tierras

La ruralidad dejó de ser hace mucho rato agro. Antes, desde tiempos inmemoriales, lo rural era sinónimo de agrícola. 

Pero de allá a hoy día ha pasado mucha agua debajo del puente y  ahora la ruralidad es más que agro y tierras aunque en Colombia algunos sectores sigan  anclados en ello y por esta vía  al pasado, a la ideología. 

En ¿Ruralidad sin agricultura? Appendini, K, y Torres-Mazuera escriben  que en América Latina  -oigan bien- después del proceso de independencia, es decir, ¡hace 200 años!, los debates sobre el desarrollo del campo giraron alrededor de la repartición de tierras y el acceso a la propiedad para la población campesina y esa es hoy ¡vaya anacronismo! el gran debate en Colombia. Eso fue el discurso durante la revolución mexicana y el de la guerrilla en Latinoamérica.

En la segunda mitad del siglo XX lo rural siguió cambiando.  La iniciativa y la inversión privada marcaron el comienzo de la modernización del sector agro con la intensificación del uso de la maquinaria; la implementación de nuevas tecnologías; el surgimiento  de una nueva  organización empresarial y la comercialización internacional con, por ejemplo, el café, las flores, la caña de azúcar, el banano y la palma aceitera.  

Actualmente, lo que  se entiende por ruralidad es otra cosa. 

La nueva ruralidad es, tal y como lo define la Cepal: Un sistema complejo donde conviven e interactúan diferentes sectores productivos, tradiciones, cultura y hábitos sociales.  No es solo agro y mucho menos tierra porque ello es una versión simplista y reduccionista -y por tanto equivocada- de aproximarse a lo rural.  Es más, lo rural  ocupa un territorio pero influye, es influido y es interdependiente con lo urbano a través de flujos  de personas, bienes, servicios y dinero entre lo urbano y lo rural. 

Pero en Colombia lo rural  sigue siendo corto de miras: agro y acceso a tierras a través de otorgar la propiedad cuando la nueva ruralidad se caracteriza por la ​diversificación del campo​ (no solo es agro); la disminución del peso relativo del  PIB agropecuario; las ​nuevas interacciones  -digitales o no- entre lo  rural y lo  urbano por el  incremento de la movilidad de personas, bienes e información; porque lo rural es visto hoy como residencia, recreación y turismo;  y  porque  el cambio climático revalorizó los recursos naturales rurales y el cuidado del medio ambiente.

Pero mientras tanto, el país sigue enfrascado en tierras y expropiación  cuando el tren en otras partes del mundo ya echó a andar con el nuevo enfoque de ruralidad. 

Ese debería ser el foco. Está consignado en el Plan Nacional de Desarrollo pero  tendrá que vencer las  posiciones ideológicas y trasnochadas que se apoderan de un sector del gobierno pero que van en contravía de los tiempos de hoy.

 

Hablar de expropiación de tierras genera ruido y desconfianza  y más cuando no hay  plata  para pagarla. Para el 2024 hay, a hoy, $1.9 billones  para todo el sector agro.

 

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