El término Estado fallido es empleado para describir un Estado soberano que, se considera, ha fallado en garantizar el acceso a servicios básicos a su población.
La dialéctica de los "Estados fallidos" supuso un redescubrimiento del Estado con grandes virtudes, como la implementación de una caja de herramientas interdisciplinaria que permite construir una visión global panorámica del desempeño estatal.
Pero también plantea serias dificultades debido a la politización que sufrió el debate sobre la debilidad estatal después de las fallidas negociaciones de paz entre el gobierno colombiano encabezado por el ex presidente Juan Manuel Santos y las FARC-EP, para poner fin al conflicto armado interno de Colombia iniciado en 1960.
Estos diálogos, que tuvieron lugar en Oslo y en La Habana, desembocaron en la firma del acuerdo que pretendía romanticamente la Terminación Definitiva del Conflicto el 24 de noviembre de 2016
En adelante, la instrumentalización de un concepto inicialmente académico por parte de la agenda política colombiana, obsesionada con la seguridad y centrada en la guerra contra el terrorismo, terminó por convertirlo en un nuevo pretexto para cometer un sinnúmero de atropellos en nombre de la paz, pauperizando la noción de Estado Fallido, a tal grado que la volvió analíticamente inutilizable.
Podríamos decir que la racionalización de conceptos mal infundados, dio origen a lo que podemos llamar como Sociedad Fallida, que explicado de manera sucinta, para el caso de una sociedad como la colombiana, hoy tan polarizada políticamente a más no poder, tan carente de identidad nacional y con tantos clivajes profundos de conflicto que nos dividen sistemáticamente, la historia es mucho peor: nunca logramos consolidar un marco institucional que pueda garantizar un mínimo de condiciones institucionales para alcanzar la solidaridad entre los miembros de esta sociedad, algo que algunos teóricos como Benedict Anderson denominan "Comunidades Imaginadas".
Por ello, cuando ocurren crisis como la que vivimos actualmente, no podemos, de una manera epistémica, encontrar una salida viable y coherente.
A los habitantes del Chocó, ese territorio salvaje y exótico como se lo imaginan los habitantes de las grandes urbes, les ha tocado vivir en carne propia la desidia que el Estado, frente a la gravedad del sinnúmero de problemas estructurales que posee, prefiere simplemente darles la espalda a temas que inclusive, tienen soluciones tan simples como girar unos recursos.
Un caso grado y concreto, el hospital San Francisco de Asís de Quibdó. El único centro hospitalario de segundo nivel de complejidad del departamento, que atiende al 72% de la población del Chocó y que hoy está padeciendo la peor crisis de su historia, al encontrarse endeudado y a punto de ser liquidado, pues no se vislumbra otra salida más concreta y a la cual se podría resolver pagando los casi 5 meses adeudados a médicos, asistenciales y terceros (Contratistas) y la dotación de instrumentos médicos como un tomógrafo o equipos de radiografía que lograrían su autosostenibilidad, ya que este ente de salud no posee un solo servicio alterno, que permita la entrada de otros recursos.
Algo que en materia financiera, seria para el gobierno nacional, quitarle un pelo a un gato.
Este es sólo la punta del iceberg de la compleja y variada problemática del departamento. Un territorio a la deriva, un barco sin rumbo, sin timón ni brújula, cuya gobernabilidad, llamemos las cosas por su nombre, así a algunos sicofantes no les agrade, se diluyó en el ácido de la corrupción rampante, descarada y socialmente aceptada.
La cifras no pueden ser mas decadentes y desesperanzadoras: Quibdó, capital del departamento del Chocó, fue la ciudad con mayor incidencia de pobreza monetaria en 2021 con el 64,8 % de su población en esta condición, seguida de Riohacha, capital del departamento caribeño de La Guajira, con el 56,6 %.
En cuanto a las cifras de empleabilidad, el Chocó fue el departamento con el menor desempeño, pues contrario a reducir la tasa de desempleo, tuvo un incremento de 20 puntos básicos, en la medida en que esa tasa, pesó 11,6 puntos porcentuales (pps) sobre la población económicamente activa.
Pero la esencia de la crisis actual es esa intolerancia social que corroe hasta los huesos a los actores políticos de este departamento, lo que provoca grandes divisiones a la hora de tomar decisiones sobre cómo reformar las instituciones, planificar nuestras prioridades públicas para los próximos años o siquiera proyectar un mínimo de pasos que nos permitan garantizar un mínimo de gobernabilidad y de respeto mutuo.
Esta tierra hermosa donde nací, queridos lectores, y me duele decirlo, es una Sociedad Fallida, llena de envidias y ruindad, pero a la vez, de gente trabajadora y berraca, que en medio de la mas férrea resiliencia, hace de tripas corazón, conviertiéndo las necesidades en fortalezas, las carencias en tenacidad pero sobre todo, las penas en un amoroso y profundo sentido de pertenencia y de esos, afortunadamente somos más!
