Entrevista celestial a Gabo

A Gabo no le gustaba dar entrevistas. “El que quiera saber qué opino que lea mis libros” solía decir el Nobel nacido en Aracataca. Y con esta licencia que dio en vida, ahora puedo hacerle una entrevista celestial.

Un 21 de octubre de 1982, La Academia Sueca le informó por teléfono a Gabriel García Márquez que era ganador del Premio Nobel de Literatura, gracias a Cien Años de Soledad y a su amplia obra que retrató una zona olvidada del mundo: Latinoamérica. Se cumplen 38 años de la hazaña del realismo mágico.

Un artículo de Gabo en la revista Cambio; del 16 de julio de 2001, el Nobel relató el épico episodio para lograr su novela cumbre. Se me antojó ponerle muchas preguntas a varias anécdotas y surgió esta entrevista celestial.

Robinson Castillo: ¿Cómo llegó la inspiración para comenzar a escribir Cien Años de Soledad?

Gabriel García Márquez: Desde hacía tiempo me atormentaba la idea de una novela desmesurada, no sólo distinta de cuanto había escrito hasta entonces, sino de cuanto había leído. De pronto, a principios de 1965, me sentí fulminado por un cataclismo del alma. Me senté a la máquina para escribir una frase inicial que no podía soportar dentro de mí: Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.

RC: ¿ Y se dedicó de lleno a terminarla?

GGM: Desde entonces no me interrumpí un solo día en una especie de sueño demoledor, hasta la línea final en que Macondo se lo llevó el carajo.

RC: ¿ Su esposa Mercedes fue clave para mantener la maltrecha economía familiar?

GGM: Mercedes se hizo cargo de todo cuando acabamos de fatigar a los amigos. Logró créditos sin esperanza con la tendera del barrio y el carnicero de la esquina. El toro negro de la miseria nos embestía por todos lados.

RC: ¿Y cuál era su principal preocupación en esa escasez económica?

GGM: Uno de mis problemas más apremiantes era el papel para la máquina de escribir. Mercedes se gastaba medio presupuesto doméstico en pirámides de resmas de papel que no duraban la semana.

R.C: ¿Exactamente cuándo terminó la novela?

GGM: A fines de agosto, de un día para otro, se me apareció a la vuelta de la esquina el final de la novela.

R.C: ¿Cómo surgió el título de su obra?

GGM: No recuerdo si entonces tenía el título de la novela, ni dónde ni cuándo ni cómo se me ocurrió. Ninguno de los amigos de entonces ha podido precisarlo.

R.C: ¿Quién fue el primer lector del original?

GGM: Alvaro Mutis fue el primer lector de la copia definitiva, aún antes de mandarla a imprenta.

R.C: ¿Cómo fue el contacto con la editorial argentina?

GGM: Nunca he sabido cómo fue que en esos días recibí una carta intempestiva de Paco Porrúa – de quien nunca había oído hablar- en la que me solicitaba para la editorial Sudamericana los derechos de mis libros. El único consuelo que se me ocurrió fue contestarle que estaba a punto de terminar una novela muy  larga y sin compromisos.

R.C: Pero el dinero no alcanzaba para enviar los originales hasta Argentina

GGM: Era un paquete de quinientas noventa cuartillas. El empleado del correo puso el paquete en la balanza, hizo sus cálculos mentales, y dijo:

-Son ochenta y dos pesos- Mercedes contó los billetes y las monedas sueltas que llevaba en la cartera, y me enfrentó a la realidad: Sólo tenemos cincuenta y tres.

R.C: ¿ Y entonces?

GGM: Abrimos el paquete, lo dividimos en dos partes iguales y mandamos a Buenos Aires sólo la mitad.

R.C: ¿Y la otra mitad?

GGM: Encontramos dos cosas apenas empeñables: el calentador de mi estudio y una batidora.

R.C: Mercedes que le dijo

GGM: Lo único que falta ahora –dijo- es que la novela sea mala.

 

Sin la realidad no hay magia. Hay que seguir leyendo a Gabo y lograr entrevistas, allí donde hay muchas respuestas.

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