Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

La condición humana

Que los jóvenes de hoy viven en una precariedad laboral y una falta de medios para establecerse de manera independiente, formar un hogar y tener acceso a  bienes materiales que las generaciones anteriores tuvieron a su edad, es un hecho indiscutible. Es fácil imaginar, pues, lo atractivo que debió resultar para los chicos que un día se encontraron con el anuncio en un periódico de Barcelona, de una oferta de trabajo que más o menos decía así: “Se busca joven con idiomas para realizar una labor consistente en analizar el contenido de videos. Sueldo mensual: 2.400 euros brutos”.

“¿Dos mil cuatrocientos euros por sentarse a ver videos durante ocho horas? ¡Pero si eso es lo que hago yo todo el día pegado al teléfono! Me pagarán por divertirme. Qué bicoca”. Más o menos es lo que habrá pensado más de uno. Y cuando llegó a la empresa en cuestión, se enteró de lo mejor: se trataba aparentemente de un contratista de servicios que decía trabajar para Meta. “¡Cómo, que voy a trabajar para Mark Zuckerberg! Lo que van a decir mis amigos. Y lo que lucirá ese dato en una hoja de vida”. 

Y ahí teníamos a nuestro hombre sentado ante un monitor dispuesto a analizar el contenido de videos que usuarios de todo el mundo querían colgar en las redes sociales del fundador de Facebook. Bien es cierto que previamente, durante el período de instrucción, le dijeron por encima, muy por encima, que algunos contenidos podrían ser fuertes. Nada más. 

Empezó a trabajar y llegó la sorpresa. Los “moderadores de contenido”, que es el título de quienes desempeñan el oficio que se ofrecía en el anuncio de prensa, son los que se ocupan de dejar limpios y apacibles el muro de Facebook o los feeds de Instagram, plataformas que millones de personas usan cada día y que ignoran que existe esa parte oscura en las redes sociales

Ellos deciden si se publican o no noticias falsas o las fotografías que no cumplen con la política de Meta. Pero también son los que se enfrentan al contenido más brutal: verlo, evaluarlo, censurarlo y, si es el caso, denunciarlo a la policía. Así que lo que pintaba como un placentero trabajo de fisgoneo sobre el material que la gente intenta colgar en el muro de las plataformas de las redes resultó ser un descenso a los infiernos.

Uno de estos jóvenes “afortunados” que creían haber encontrado el trabajo de su vida, terminó en el psiquiatra y en un tribunal de trabajo demandando a la empresa que le había causado grave daño a la salud mental. La empresa recurrió la demanda, el juzgado la desestimó y falló a favor del trabajador calificando como “accidente laboral” el daño sufrido por un “moderador de contenido”.

El protagonista de esta historia, cuyo nombre la prensa no da por razones obvias, dijo, refiriéndose a lo que debía enfrentarse a diario: “Antes de trabajar ahí no sabía de lo que era capaz el ser humano”. Los moderadores más eficientes reciben un buen puntaje, lo cual supone un mayor volumen de videos, fotos o publicaciones de suicidios, actos terroristas y demás brutalidades…, “al cabo de un tiempo no podía ver ni una carta de suicidio”, explica el joven. 

“Ver un video en directo de alguien explicando que se quería suicidar, tenías que seguir viéndolo, y no podías eliminar ni avisar a la policía, si no veías algo en la escena que sugiriese suicidio, una pistola, una ventana abierta… A veces, de pronto sacaban la pistola y se disparaban… Si empezaba el video con algún tipo de violencia, había que esperar por si salía algo más grave, como un asesinato, un desmembramiento, o un abuso sexual, para calificarlo según lo más grave”. Había que verlo todo hasta el final. 

No hay que tener muchos conocimientos científicos para adivinar el impacto de esta labor en los trabajadores. Como la empresa se niega a dar explicaciones a la prensa, podría ser efectivamente una subcontrata de Meta u otra cosa: “llegas a la conclusión —dice un trabajador— de que lo que están haciendo es entrenar una inteligencia artificial” y que aquella gente allí son carne de cañón.

Estremece pensar en aquella planta de empleados, unas 2.000 personas, acudiendo a diario a un puesto de trabajo en principio como otro cualquiera; como lo hace un panadero, un sastre, una secretaria, un tendero…, a ser testigos de hasta dónde puede llevar la condición humana.

Leo, en una revista científica que tengo por aquí a mano que “nosotros, seres vivientes, constituimos en esta procesión inusitada de eventos (termodinámica, remojo marino, preparación química, descargas eléctricas…) unas migajas de la existencia solar, un menudo brote de existencia terrenal”. Pues sí, seguramente todavía nos queda mucho para terminar la evolución. 

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