La Ignorancia es atrevida!

Para que una democracia funcione de forma correcta, los ciudadanos deben tener claro quiénes son y qué hacen sus dirigentes. De no ser así́, es muy difícil que estos ejerzan un control apropiado a sus representantes, y que estos, a su vez, rindan cuentas de manera adecuada. El conocimiento de la política es por tanto, un factor decisivo para que una democracia sea eficaz.

Bajo esa premisa, el “Buen Político” debe tener en cuenta, que sus representados esperan que al ser elegido, gracias al voto que depositaron por él y que es el que lo tiene en esa dignidad, llámese Presidente, Representante a la Cámara, Senador, Gobernador, Alcalde, Diputado o Concejal, tiene unos deberes para con sus electores, que van, ya sea de cumplir a cabalidad con el plan de gobierno con que se comprometió en su campaña, hacer buen manejo de los recursos que tiene a su cargo, propender por el desarrollo socioeconómico de su pueblo, mantener una imagen diáfana y digna durante su mandato, desarrollar estrategias para el direccionamiento efectivo y eficaz de su gestión y sobre todo, mantener informado a sus gobernados de todas las actividades que emprende para el desarrollo de su administración.

Esto puede sonar tan sencillo, que puede ser la respuesta al porque hay tanto político buscando elegirse, desesperados por llegar a curules y gobernar. Lo que no he podido comprender, después varias campañas políticas que he asesorado, aquí y afuera, es en qué momento la sal se corrompe? A qué hora un “tipo bien” se transforma en un pícaro, que se alza hasta con el hueco del rollo del papel higiénico, déspota, desentendido completamente de las necesidades de su región, amangualado con otros para saquear las arcas de su propio terruño, sin temor alguno al escarnio público, a la cárcel y al mismo Dios y se convierte en un ser despreciable, defraudando a todos, un bandido, un criminal.

Esto pasa de norte a sur, a lo largo y ancho de la geografía, no solo nuestra, sino fuera del país. Y aunque muchos de mis lectores identificarán en sus regiones personajes con la descripción anteriormente mencionada, me refiero es a Nicolás Maduro, pues él es una muestra fehaciente de ello. Yo juraría que cuando Chávez lo proclamó Presidente, entregándole las banderas de la fuerza política más poderosa de la vecina nación: El Chavismo, ni por su cabeza pasó el mierdero en que este busetero Norte Santandereano le iba a terminar convirtiendo a su país, otrora con una de las economías más sólidas de Suramérica por encima de Brasil, gracias a sus ricas reservas petroleras, que lo hacían súper atractivo para entablar negocios multimillonarios con Rusos, Árabes y Norcoreanos.

Hoy Venezuela es la niña pobre y sucia del barrio, la mugrosita que nadie quiere. Pero para información de ustedes, queridos lectores, ya esta crisis se vislumbraba desde la época de los 90s, durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez, cuando aumentaron los índices de pobreza, la emigración hacia las ciudades, la reducción de la fuerza laboral campesina, y por ende, el incremento del trabajo informal. Cuando Pérez se inventó un embeleco llamado el Paquetazo Económico: donde privatizó empresas públicas, eliminó las subvenciones, aumento el combustible, el transporte y los alimentos, que produjo el famoso “Caracazo”, ese 27 de febrero (Día de mis cumpleaños) pero en 1989, en respuesta popular contra las medidas empobrecedoras impuestas por el Fondo Mundial Internacional y que produjo muertos, heridos y desaparecidos cuando un grupo de militares venezolanos encabezados por Hugo Chávez, se cranearon un golpe de estado que terminó fallido.

Hoy, 32 años después, la crisis que produjo el ex presidente Pérez y que padecieron millones de Venezolanos, es un chiste, comparada con la debacle creada por Maduro, y que algunos se niegan a aceptar, solo por posar de revolucionarios, por dárselas de Seudo intelectuales izquierdosos, por sentirse unos Che Guevara, apoyando el magnicidio que este demente viene cometiendo y culpando a toda cadena noticiosa que haga un intento en revelar el infierno en el que viven Médicos, Abogados, Ingenieros, Maestros, hoy convertidos en unos parias, entrando y saliendo de su país todos los días en busca de comida, medicinas o simplemente para vender sus cuerpos, para llevarle sustento a sus hijos.

No podemos satanizar a todos los venezolanos y pecar de xenofóbicos. Como en todo país, hay gente pujante, trabajadora, honrada y sobre todo digna, esa palabra que hoy parece una utopía, desdibujada por completo por algunas manzanas podridas que andan delinquiendo por doquier, mordiendo la mano al país que los acoge y los apoya como un acto humanitario y que los emplea a pesar de las prohibiciones legales por no contar con los documentos para hacerlo y donde se han convertido en una papa caliente.

Y aunque según cifras de la Secretaría Distrital de Seguridad del 14 de marzo de este año, los migrantes venezolanos cometen apenas el 2 por ciento de los hurtos en Bogotá. En 2018 fueron capturados 2.457 venezolanos inmigrantes; en 2019, 4.830, y en 2020, 3.903.

De acuerdo con las más recientes cifras de Migración Colombia, la capital tiene 340.711 migrantes en su territorio, es decir, el 19,55 % del total de personas que han llegado del vecino país huyendo de la dictadura.

Lo paradójico del tema, es que el pasado 5 de mayo, comenzó la primera fase de la implementación del Estatuto Temporal de Protección a Migrantes Venezolanos, establecido por el Gobierno Nacional por medio del Decreto 216 de 2021, que firmó Duque el 1° de marzo, que les otorga un estatus legal de protección por 10 años, pero que según Maduro, es una forma de "lavarle la cara" al presidente. Y ahí es cuando yo digo: Por Dios que la ignorancia es atrevida!

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