Uno de los grandes asuntos pendientes de la política colombiana es el de introducir la reforma que obligue a que los partidos políticos presenten listas cerradas en todas las elecciones de corporaciones públicas.
La experiencia nos ha demostrado que el voto preferente, o lista abierta, acaba con la disciplina y convierte a los partidos en meros centros de concesión de avales, donde las ideas y las grandes propuestas son desplazadas por los intereses de particularísimos de cada uno de los candidatos.
Los defensores de las listas abiertas alegan, con algo de razón, que en las listas cerradas son muy pocos los que hacen trabajo político, mientras que en el voto preferente todos los candidatos están en igualdad de condiciones, lo que estimula a que se adelante labores proselitistas mucho más sólidas.
El razonamiento es cierto e incontrovertible. En una lista cerrada con 20 renglones, para una circunscripción cualquiera, es evidente que los que ocupen los primeros lugares trabajarán denodadamente para alcanzar sus respectivos escaños mientras que los últimos no moverán un dedo, pues saben que sus posibilidades son absolutamente remotas.
Pero eso puede ser fácilmente subsanable a través de una presencia fuerte de los partidos en las diferentes regiones del país. Se trata de enaltecer el papel de los partidos, dándole prelación a las propuestas programáticas y a las ideas de las colectividades.
Precisamente, con las listas cerradas se debilitan las microempresas electorales que, no nos llamemos a engaños, son caldo de cultivo para la corrupción.
Las costumbres políticas de un país en el que la sociedad se muestra agobiada y saturada frente a los partidos, solo pueden cambiar si las condiciones varían.
El Centro Democrático, en el año 2014 apareció en la arena pública como el partido que se constituiría en la voz de millones de colombianos inconformes con lo que sucedía en el país. El grueso de las personas que integramos esas primeras listas a Senado y Cámara éramos nuevas, sin mayor trayectoria pública, pero con un apego irrestricto a las ideas sobre las que se construyó la colectividad que más ha crecido en Colombia en las últimas décadas. En 4 años, logramos pasar de grupo significativo de ciudadanos, a partido de gobierno con la bancada más grande en el Congreso.
El debate vuelve a tomar fuerza de cara a las elecciones de 2022. ¿Listas cerradas o abiertas? Yo, que llevo dos periodos en el Congreso, una vez elegida en lista cerrada y otra con voto preferente, vuelvo a ratificar mi posición: en aras de fortalecer al partido, de ubicar sus tesis en lugar preponderante, considero que las listas a Senado y Cámara, por las distintas circunscripciones que vayamos a presentar, deben ser cerradas e integradas por colombianos de las más altas calidades.
Los políticos no podemos hacer oídos sordos frente a las demandas de los ciudadanos. El país reclama un cambio en las costumbres políticas y un congreso de mejor calidad. Esta es, entonces, la ocasión precisa para hacer reformulaciones e implementar los ajustes necesarios. En mi criterio, el primero de ellos debe ser la eliminación del voto preferente en las elecciones parlamentarias del año entrante.