El mundo y el relacionamiento social cambiaron radicalmente desde la aparición en 1991 de la red de Internet global -conocida comúnmente como «www»-, y de la puesta en marcha en 1997 de la primera red social “SixDegress”. En 13 años (1991 al 2004), el avance de las tecnologías de la información transformó como nunca el comercio, la educación, los gobiernos, la salud y la forma de vincularnos social, económica y hasta afectivamente.
De manera paralela a la aparición y consolidación de la Internet y las redes sociales, las plataformas y tecnologías digitales hicieron lo suyo. Cada una de ellas siguió y sigue creciendo a un ritmo cada vez más vertiginoso, en el que parece no existen límites. Ahora, casi sin darnos cuenta, tenemos al frente la Inteligencia Artificial (IA).
No soy un experto en tecnologías y mucho menos en IA. Soy un ciudadano del común que ha aprendido, de manera empírica en muchos casos, que el desarrollo tecnológico debe ser promovido, pero también controlado. Pensemos tan solo en lo bueno y lo malo de Google, Facebook y Twitter, por citar solo unos ejemplos.
Si bien la tecnología, en todas sus dimensiones, resuelve muchos problemas, mal aplicada puede incrementar otros como por ejemplo la brecha social, la discriminación y el desempleo. Si algo hemos identificado sobre la marcha durante los últimos años de la llamada era digital, es que el mal manejo de las nuevas tecnologías y la falta de preparación para utilizarlas conducen a la desinformación, la inseguridad digital en los gobiernos y las empresas, la distorsión entre lo real y lo virtual en las personas y hasta el aislamiento social, entre otros factores.
Tan grandes son los impactos esperados por la IA en el corto plazo y tan inciertas las posibilidades que se abren día a día por su permanente evolución, que el Parlamento Europeo aprobó el pasado 14 de junio, por una amplia mayoría, el comienzo de las discusiones entre sus estados miembro, a través de los denominados “trílogos”, para redactar el texto de una ley al respecto.
De acuerdo con este parlamento, la ley que se negocia al interior de la Eurocámara “busca promover una IA centrada en el ser humano y digna de confianza, y proteger la salud, la seguridad, los derechos fundamentales y la democracia de posibles efectos perversos”.
Esta normativa pretende brindar las herramientas suficientes para garantizar que la IA, desarrollada y usada en Europa, se ajuste plenamente a los derechos y valores de las personas, respetando requisitos como la supervisión humana, la seguridad, la privacidad, la transparencia, la no discriminación o el bienestar social y medioambiental.
En este sentido, la discusión que se adelanta en la UE pretende regular en cuatro niveles de riesgo que van, desde la prohibición de tecnologías de reconocimiento facial generalizado, hasta los requisitos especiales para el uso de la IA generativa (creación de contenidos nuevos y originales).
La ONU, también durante el presente mes, pidió apoyar la creación de una agencia internacional para supervisar la IA, la cual sea inspirada por las funciones que hoy cumple el Organismo Internacional de Energía Atómica.
Para la ONU, “La nueva tecnología está avanzando a enorme velocidad y también lo están haciendo las amenazas que vienen con ella. Son los propios desarrolladores de la inteligencia artificial los que están dando la señal de alarma”. Para el organismo promover y controlar la IA es tan importante como promover y controlar la energía nuclear.
A nivel nacional la realidad no es diferente. Hace tan solo tres días se desarrolló en Bogotá la Cuarta Cumbre de Inteligencia Artificial, durante la cual se puso de manifiesto la obligación que tiene el país de prepararse para asumir, desde el gobierno y las empresas, el reto que esta supone, y el compromiso que se debe adquirir en la formación de las nuevas generaciones.
Debo aclarar que, como lo mencione en una anterior columna, aplaudo el aporte que la IA representa para el desarrollo de la humanidad; pero al tiempo realizo un llamado para que, en el país, como ya lo están haciendo en el mundo algunas de las principales organizaciones internacionales, se comience a trabajar con urgencia en su legislación y control.
Las IA llegaron, ya nos acompañan, están cada vez más presentes en nuestras empresas, son una parte de nuestra vida cotidiana que crece a pasos agigantados, y debemos ser líderes en la región en lo que a su utilización y control se refiere.
