Hay una gran diferencia entre complicidad y omisión, pero eso sí, existe una delgada línea que las divide. Me explico: Una cosa es que una persona haya participado en un acto ilícito con total conocimiento y otra, que se presente el hecho de que la persona tenga conocimiento, pero se haga el de la vista gorda, no opine, no denuncie y calle.
Eso nos ha pasado a todos y muy seguramente a ustedes, queridos lectores.
Omitimos grandes fallas que pasan por nuestras narices, hacemos caso omiso a situaciones que le pasan a otros pero que tarde temprano nos afectarán también, jugamos a la gallinita ciega ante eventos que afectan a nuestro departamento y lo peor, tenemos pleno conocimiento de ello, pero consentimos, permitimos y disimulamos las graves afectaciones en nuestro entorno.
Convivimos con personajes, los cuales conocemos sus oscuros pasados, pero “El conmigo nunca se ha metido…” así que aja!
Nos sentamos a manteles con ladrones de cuello blanco que disimulan su hedor de roedor de los recursos públicos, pero “Él es buen tipo”.
Compartimos ideas políticas con bandidos de puños de camisa con mancuernas de oro, pero “Él me dijo que cuando suba, me nombra”. Y así, vamos por la vida aplicándole un torniquete a la realidad, un quite a la deshonra, un “melo” a la desidia.
Luego, después chillamos cual cerdo en matadero cuando nos dicen corruptos, nos enervamos cuando desde el interior del país nos tildan de “Uñas Largas”, queremos “matar y comer del muerto” cuando se nos señala de disolutos, nos rasgamos las vestiduras cuando se nos sindica de deshonestos, y ahí vamos, dándonosla de diáfanos y cristalinos, cuando en realidad sabemos que somos participes de la debacle o mejor de las debacles causantes del abismo en el que estamos.
Mientras tanto nos hacemos los que luchamos a brazo partido por garantizarnos nuestros derechos fundamentales, esos mismos que están siendo relegados por la corrupción rampante, la sensación de inseguridad vuelve y nos recorre el cuerpo, aún no hemos podido vencer a la minería ilegal y con ella, el medio ambiente paga los platos rotos; el narcotráfico ni se diga, siguen los desplazamientos a causa de los grupos al margen de la ley, el desempleo cuyo porcentaje sube como espuma, la infraestructura continua deficiente, los servicios públicos casi inexistentes, la salud, el Hospital Municipal Ismael Roldan, cerrado y quebrado, el San Francisco de Asís, nuestro único hospital departamental, también cerrado y quebrado por deudas que ascienden a más de 9.000 millones solo al personal médico asistencial, sin contar con los terceros (Lavandería, vigilancia, alimentación, suministros de medicamentos, Insumos médicos etc.) más lo que adeudan las EPS y en cuanto al orden público…jummm, en los últimos días, las bandas han arreciado su accionar, no solo enfrentándose entre ellos, ya sea por territorio, droga, armas o por faldas, sino también con la fuerza pública.
Nos volvimos unos duros para aceptar, somos los tesos para resignarnos, los chachos para tolerar, los putas para conformarnos. Mientras tanto nuestro aguante raya con el estoicismo y nuestro estoicismo con la sumisión.
Todos sabemos quiénes son los que nos tienen así, les sonreímos cuando van en sus carros de alta gama, los saludamos con afecto en los restaurantes, los abrazamos fraternamente en los bares y discotecas, asistimos masivamente a sus eventos, confraternamos con sus transgresiones, somos participes de sus yerros y deslices.
Pero pensamos que llegó la hora de ponernos la mano en el pecho y decir basta ya a esta cofradía con bribones, a este “manage” con granujas, a esta sinergia con rufianes y de una vez por todas ponerlos en su sitio.
¿Y cómo hacerlo? Siendo coherentes con nuestro pensamiento, dejar de sumarnos a sus “non sanctas” intenciones, sus comportamientos poco ortodoxos, y sus maneras ruines de actuar.
Vienen las elecciones regionales, Gobernación, Alcaldías, Asambleas y Consejos, no lo olviden y es una muy buena oportunidad de cambiar el espectro, eligiendo personas idóneas para esos cargos que, en últimas, son los que representan nuestra dignidad y nuestro futuro.
Por lo pronto, nosotros arrancamos con un simple acto de contrición, teniendo en cuenta que es una disposición de la inteligencia y de la voluntad libre, más no de la sensibilidad; así que: ¡Mea Culpa!
