Mario RUBIANOGROOT ROMAN – “Papayo el Velachero”

Muerte de Magallanes

Durante una tertulia con algunos oficiales de la Profesional y muy querida por los colombianos Armada de mi pais, les comenté que estaba preparando una conferencia magistral en conmemoración a la quinta centuria, de ese hecho histórico en que Fernando de Magallanes, portugues al servicio del rey Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germànico, partió de Sevilla el 10 de agosto de 1519 por el Guadalquivir hasta Sanlucar de Barrameda para terminar de avituallarse y el 20 de septiembre zarpar al Atlantico con las cinco naos llamadas la “Armada del Moluco” (“Maluco” le decian otros) y navegando hacia el Oeste (Occidente) arribar a “Rio de Enero”, a continuación el 28 de noviembre de 1520 (más de un año despues de partir de España) descubrir el estrecho de todos los Santos (que después le pusieron su nombre); navegar el Mar del Sur, al cual nuestro personaje lo denominó “Pacifico” y llegar luego de 4 meses a las islas Filipinas (en honor al hijo de Carlos I, Felipe II). Surgiò la pregunta de como murió Magallanes a lo cual la respuesta la doy a continuacion, según los historiadores, todos basados en Antonio de Pigafetta, cronista y lenguaraz de esta expedicion, como lo indique en la introduccion de esta gran empresa.

Quedamos en el relato anterior que las tres naos Trinidad, Concepcion y Victoria, habian atravesado el ancho mar del sur hasta llegar a las Filipinas y estaban en la isla Cebú en discusión con el guerrero de la pequeña isla Mactan, Lapu Lapu.

Muerte de Magallanes

Pero antes, le propongo a los lectores, que nos ubiquemos en alguna parte de las islas filipinas. Hay una isla relativamente mediana, llamada Cebu (Zubu la llama Pigafetta) y su “rey” era Humabon, hereje con su pueblo quien a la saga se convirtiò al cristianismo de una, por fuerza de la palabra, la polvora y el acero; dice Marin: “Y a nuestro hierro lo acompañaba la madera de la cruz; a la polvora, el ariete de la palabra".

Al frente de Cebu, està la pequeña isla llamada Mactan (Matan según  Pigafetta), cuyo rey era Lapu-Lapu (Silapulapu, dicho por Marin), quien no quiso aceptar esa conversion a la fe y a “.. reconocer a los navegantes como enviados de Dios, los guerreros mas poderosos de este lado del mundo, los hombres civilizados que venian a traer la paz y la prosperidad a este archipielago” (otra vez Marin). El dia 26 de abril de ese año (1521), navegaron en una de las tres naos, acompañados por una docena de aborigenes en sus peculiares barcas, llamadas “balanghai” y fondearon ante Mactan. Alboreaba el dia 27 de abril y prudente decidiò don Fernando que solo desembarcaran una cincuentena de hombres; en el silencio del amanecer, solo los remos al compas tocaban una melodia sobre la piel del agua. La marea, ese domingo, estaba inusitadamente baja, como si se aliara el mar contra ellos y alejara la orilla. Esas armaduras pesaban demasiado.

Muerte de Magallanes 1

De todas maneras la playa estaba desocupada y los españoles se acercaron con antorchas para quemar las cabañas. Entonces sucedió lo impensable. Renco como era, y en suelo resbaladizo, tropezò y cayó de bruces al suelo. Magallanes asomó la cabeza , escupió agua, maldijo entre dientes, se irguió con un cuchillo en la mano, libre de la coraza cuyos correajes habia cortado. Sin el lastre de hierro y con el agua aún en las caderas, siguieron avanzando hasta llegar a la orilla. El viento parecia mudo. No se movian siquiera las hojas de las palmeras. Es de anotar que por la caminata en el agua, de nada servian los arcabuces, pues las largas mechas estaban húmedas; tendrían que confiar, cuando llegara el momento, en la fuerza del cuero y del acero, con la disuacion de la antorcha y el hambre de la llamarada.

Muerte de Magallanes 2

De pronto, el silencio se quebró, y un alarido envolvió la orilla, y de la pantalla verde de las palmeras empezó a salir un diluvio de cuerpos veloces, que les envió una lluvia de flechas y lanzas que no esperaban y que a la larga se clavaban en los muslos y brazos desprotegidos de los marineros invasores. Don Fernando plantó las dos piernas en tierra, mojado aún y los ojos encendidos de colera, manda a cinco hombres a quemar sus chozas para amedrentarlos. Con la espada en la mano diestra, abatió a un lado y a otro, sin detenerse a mirar quien caia a sus espaldas o quien lo seguia. Los mactenses los estaban acorralando. -¡Que se jodan!- se vuelve a escuchar cuando comienzan a arder las viviendas. De una de ellas salen unos cincuenta guerreros. La lucha se hace cada vez mas virulenta y se lanzan sobre los europeos emitiendo un ruido ensordecedor que parece decir: La unión hace la fuerza.

Muerte de Magallanes 3

Me gustó la frase: - ¡A las barcas! -rugiò Magallanes- ¡Aquiles puede morir esta mañana, pero nunca Homero!. Una flecha se le clavó en el brazo, que se agitó con vida propia, acusando el impacto. La espada resbaló entonces de sus dedos. Un salvaje saltó y, con aquella larga lanza de caña que no era rival para las ballestas y arcabuces, atravesó el muslo del capitán general, la pierna que no era lisiada. Quedó el “Adelantado” clavado en el suelo, mientras los demas huian por la orilla, deshaciendo el camino hacia las barcas.  “Es el final. Mi cuerpo va a quedar en esta tierra que yo pensé era para mi”. El mismo Lapu Lapu se encarga de matarlo con un lanzazo en la garganta. Magallanes lo reconoce. “Es mucho mas joven que èl. Alcanza ver la mirada rebelde de un hombre que no da concesiones. Ve en él un semejante y en ese instante muere”. (Patricia Cerdà)

Pigafetta herido en la cara con una flecha y los demás, varios de ellos lisiados y lacerados, apenas alcanzaron la ultima chalupa y regresan al barco. Una nube invisible se instala sobre las tres naos. Llueve silencio y una sensacion de horfandad y que casi todos aprendieron a estimarlo. Por la noche, por el rostro inflamado por el veneno y los ojos llenos de lagrimas, el cronista describe lo ocurrido en su diario y termina el relato diciendo:

“Asi fue como pereciò nuestro guia, nuestra lumbrera y nuestro sosten….”. En cambio Obregon comentó: “Asi perdimos nuestro ejemplo, nuestra luz y nuestro consuelo. Mas constante que todos ante la adversidad, aguantaba mas privaciones. Dominaba a la perfeccion, como ningun otro, el arte de la navegacion….”.

Lo que viene a continuacion, es lo que los marinos llamamos “El Derrotero de las Filipinas a las Molucas” , articulo que se publicará el 25 de marzo.

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Mario RUBIANOGROOT ROMAN – “Papayo el Velachero”
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