Ortega no se irá…, por ahora

Hace unos días, Colombia llamó a consultas a su embajador en Nicaragua. Igual hizo España esta semana con la jefe de su misión diplomática en Managua; y México y Argentina han hecho otro tanto. La fórmula, como se sabe, se emplea cuando un Estado requiere información sobre un determinado asunto del destino en donde se encuentra un embajador o para recibir instrucciones. Pero es también una fase previa a la ruptura y supone un claro deterioro en las relaciones entre dos países.

El telón de fondo de esta medida diplomática expeditiva ante la cancillería nicaragüense es el rechazo de la comunidad internacional a la persecución contra la oposición política y contra la prensa, por parte del Gobierno de Daniel Ortega. El régimen ha encarcelado o puesto bajo arresto domiciliario a una treintena de opositores, algunos de los cuales pretenden disputar el mando al líder sandinista en las elecciones convocadas para el 7 de noviembre. Comoquiera que sea, Ortega no cambiará y, desde luego, él y su mujer y vicepresidente, Rosario Murillo, permanecerán aferrados al poder más allá de los próximos comicios. Y digo por qué.

De todos es bien conocido la forma en que llegó al poder el sandinismo en Nicaragua, con Ortega a la cabeza en un primer momento, tras el derrocamiento del dictador Anastasio Somoza en julio de 1979. Lo que se conoce menos es la labor de Fidel Castro después de los primeros fracasos de los rebeldes nicaragüenses frente a la Guardia Nacional somocista, que los reprimió de manera despiadada.

Era preciso reorganizarse y Fidel se empleó a fondo, en una reunión en La Habana, para convencer a un grupo heterogéneo de opositores al régimen de Somoza con el fin de que se entendieran. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se dividía en tres corrientes: la tendencia GPP (Guerra Popular Prolongada) de Tomás Borge era la más antigua. Los marxistas de Jaime Wheelock y Carlos Núñez Téllez, que se esforzaban en integrar a estudiantes y obreros con campesinos insurgentes. Y la formación menos dogmática y mejor financiada de los hermanos Humberto y Daniel Ortega.

Con su capacidad de convicción Castro consigue con los nicaragüenses algo que hasta ese momento había sido imposible. En El Salvador, el líder cubano también lo intentó y no consiguió poner de acuerdo al dirigente comunista Schafik Handal con su compatriota guerrillero Joaquín Villalobos. De modo que la guerrilla salvadoreña no pudo derrocar al poder y el país se desangró en una guerra civil, entre 1979 y 1992. 

Así que el triunfo del sandinismo fue también un triunfo de Fidel, que apoyó con armas el enfrentamiento de los rebeldes nicaragüenses, una vez hubieron alcanzado el poder, con la Contra financiada por Washington, y desplazó a su general del mayor prestigio entonces, Arnaldo Ochoa, como jefe de la misión militar cubana en Nicaragua. 

El tratado de Esquipulas II, liderado por el presidente de Costa Rica Oscar Arias, en 1987 pone fin a todos los conflictos de la región, de Nicaragua a El Salvador pasando por Guatemala, lo que hizo a Oscar Arias merecedor del Nobel de Paz. Pero el acuerdo prevé la realización de elecciones en Nicaragua, unos meses después de la caída del muro de Berlín. 

Es el final de la Guerra Fría, un contexto político diferente y Fidel Castro sabe bien lo que significa aquello. Conoce, por sus agentes desplazados en Nicaragua, la impopularidad del sandinismo, tras diez años en el ejercicio del poder. La gente reprocha a los sandinistas el haberse apropiado del patrimonio de Somoza, abandonando a su suerte a la población. 

En La Habana saltan las alarmas. Fidel trata de impedir unas elecciones que ve perdidas con la intervención de Manuel Piñero, alias Barbarroja, personaje célebre entre todas las guerrillas de izquierda latinoamericanas. Pero el pálpito del Comandante es acertado: las elecciones se realizan el 26 de febrero de 1990, y Daniel Ortega y los sandinistas son derrotados por Violeta Chamorro.

Es bueno repasar la historia para comprender por qué Ortega, tras retornar al poder en 2007, tiene claro que no lo soltará en un nuevo proceso electoral, se ponga como se ponga la comunidad internacional. Suma quince años en tres mandatos y aprendió la lección que le dio Violeta Chamorro, y tiene muy en cuenta las advertencias de su maestro hoy desaparecido.

Hará una pantomima de elecciones en noviembre, reprimirá, encarcelará lo que haga falta y, en el contexto de la profunda crisis política, económica y social que vive el país hace más de tres años, con la gente quizá de nuevo en la calle, podría tambalearse… o caer. Al precio que podemos imaginar, claro.

Más KienyKe
Con la más reciente emisión de 'La Casa de los Famosos', los televidentes quedaron impactados con la expulsión de Isabella Santiago.
Conozca algunos consejos para estilizar y combinar jeans de manera versátil, prolongando su vida útil y reduciendo el impacto ambiental. ¿Cómo lograrlo?
Después de que la noticia de la supuesta agresión de Robert de Niro a manifestantes propalestinos se hiciera viral en redes sociales, esto es lo que se sabe.
El periodista de deportivo estará en Europa cubriendo las tres grandes del ciclismo al lado de todos los ciclistas.
Kien Opina