Duele mucho la situación actual de la ciudad de Quibdó. Para los que hemos tenido la oportunidad no solo de nacer en ella (¡Gran privilegio!), sino de viajar a otras latitudes, es muy doloroso mirar como la capital del departamento del Chocó, se hunde en la inoperancia y la ineptitud de sus gobernantes.
Basta solo con echarle una mirada a los índices de TODO, (Ya hemos hablado de eso aquí hasta la saciedad), para darse cuenta que la situación no está bien. El hecho de que por sus calles circulen camionetas Toyotas TXL, motos NMax y todos los fines de semana los bares, discotecas y restaurantes estén abarrotados, no significa necesariamente que la Villa de Asís sea la capital de la pujanza.
Muchas platas son producto de negocios con Don Whirlpool o con Doña Mabe. Pero no nos metamos en esos temas, cada quien que cuadre. Es otra la situación la que hoy pretendo analizar más detalladamente.
Un amigo me decía hace poco, que hasta el clima está en contra del progreso del Chocó ¡y le creo! Es que en una de las regiones que más llueve en el planeta, sus habitantes nunca han sabido sacarle redito a la lluvia. Aquí si llueve se daña un concierto del artista más ranqueado, se cae una reunión súper importante, se aplaza un matrimonio o simplemente hasta ahí llegó esa cita con la persona que te gusta porque el tan anhelado día llegó para verse, pero llovió. ¡Increíble!
Es tanta la pereza mental de algunos corraciales, que simplemente se detuvieron en el tiempo. Un ejemplo: alguien tiene una OPS con un municipio con la cual se gana $3.400.000, ya con eso, según él, está resuelta su vida, pues cubierto el arriendo, los servicios, el mercado y le queda para las cervezas de los fines de semana, es más que suficiente. Parece un chiste, pero es la manera de pensar de muchos chocoanos, que simplemente dejaron de luchar por ellos mismos y por ende por su tierra, para caer en un letargo existencialista, en una fantasiosa comodidad, en una triste pobreza mental y es esa misma pobreza mental, la peor de todas las pobrezas, la que tiene a Quibdó y al Chocó entero, en un profundo abismo.
Pero esto no siempre fue así, para entender mejor la situación de Quibdó, tenemos que irnos a las primeras décadas del siglo veinte y así, reconstruir un poco la sociedad quibdoseña de aquella época.
Para esa época, Quibdó era un pueblo mediano, vinculado comercialmente con Cartagena, de donde venía muchos artículos importados desde Europa y donde socialmente había dos grandes categorías de personas: los blancos y los negros. La élite blanca estaba conformada por los descendientes de familias de inmigrantes de Antioquia, del Cauca y del Valle del Cauca. Pero también estaban “los turcos” que en realidad eran inmigrantes siro-libaneses, que llegaron huyendo del genocidio judío por parte de los alemanes y que en su momento controlaron el comercio de Quibdó. Estos eran los Meluk, los Uechek, los Bechara, los Dualiby.
Esta llamada “Elite” era netamente comercial, aunque algunos también poseían tierras que explotaban con minería y vivían en la carrera primera, cuya parte trasera daba hacia el Rio Atrato, en grandes casas de balcones donde la primera planta funcionaba sus negocios y las plantas siguientes eran de habitaciones, representados por los Ferrer, los Cañadas, los Trujillo, los Díaz.
La “Elite Negra” de Quibdó por su parte, tenía su base en la minería, la agricultura y los abarrotes. Tenían cierta posición económica que les permitió enviar a sus hijos a estudiar a ciudades como Bogotá, Cali, Medellín o Cartagena.
Los Mayo, los Valencia, los Martínez, los Velázquez, los Lozanos entre otros. Eran familias honorables de legítimos chocoanos, negros de ascendencia africana, que lograron su posición por la educación que tenían y porque amasaron pequeñas fortunas con trabajo honrado.
Los negros pobres trabajaban en las fábricas que existían en esa época, como la de licores, gaseosas, velas, baldosas entre otras, o simplemente hacían parte de la nómina de las dos “elites”.
Pero por más que hubiera una "élite" negra y unos mulatos acomodados, el pequeño núcleo blanco tenía un control cuasi-monopolista sobre el manejo mercantil y político de Quibdó y la región circundante. De esa clase obrera negra trabajadora, surgió Diego Luis Córdoba, quien con su grupo Acción Democrática, ganaron espacios políticos hasta cuando en 1949 la intendencia se convirtió en departamento, la burocracia regional se amplió, dando más espacio a la creciente clase administrativa negra.
Luego el Chocó se independizó de Antioquia en términos electorales y del Cauca en términos jurídicos, rompiendo la dependencia administrativa y política que antes había caracterizado relaciones entre el Chocó y el interior del país.
Con estos avances tan contundentes en la dinámica socio política y económica de la región, la tal llamada “elite blanca” se comenzó a desintegrar y a abandonar Quibdó. Pero fue el gran incendio del 66, quien le dio el “batacazo” final a la hegemonía blanca pues sus negocios fueron consumidos por las llamas obligándolos al destierro.
Luego de esto, los negros asumieron el control político y comercial, pero al no tener mucha aceptación, por racismo, ni relaciones públicas en Bogotá, epicentro de la toma de decisiones del país, y al no ser muy conocedores de los entre manejes del comercio, pues empezaron a tener grandes dificultades.
En los albores de los años 60s, aventureros y “Buscalavida” oriundos de Antioquia, llegaron a probar fortuna e hicieron asiento en los principales municipios del departamento, principalmente en su capital, donde se dedicaron inicialmente a las tiendas de barrio, luego pasaron a los almacenes de electrodomésticos y hoy controlan por completo el comercio de Quibdó en cuanto tiene que ver con ropa, calzado, compra ventas de oro y supermercados.
Es tanta la influencia de los antioqueños en estas tierras, que es innegable su contribución al desarrollo socioeconómico de la región y aunque aún no han logrado, posicionarse en cargos públicos de alto nivel, si son aportantes de capital para las campañas políticas, dándoles oportunidad de ser beneficiarios de grandes contratos con las administraciones de los distintos entes territoriales.
Los paisas, como son llamados a lo largo y ancho del país, hacen parte del motor que mueve la economía, a través de la generación de empleo y de sus conocimientos de las dinámicas mercantiles, cosa que aún no hemos podido aprender de ellos.
Se requiere pues con urgencia de tres cosas: 1: articularnos con las sinergias económicas de estos tiempos, que nos permitan avanzar hacia nuevos horizontes comerciales. 2: exigir, tras la importante votación lograda que permitió se eligiera este nuevo gobierno, a que se implementen políticas económicas, cuyos modelos sean aplicables a nuestras dinámicas, con viabilidad y coherencia y 3: En estas elecciones regionales (Alcaldías y Gobernación), elegir personas preparadas, con conocimientos en macro economías globales, que sepan afrontar los retos y desafíos que los devenires nos traigan y así, poder sacar a estos pueblos del ostracismo y el abandono en que se encuentran, que no solamente es culpabilidad estatal sino local, y que nos tiene cual barco sin rumbo.