Tres palabras y una coma

James Carville, queriendo animar la campaña de Bill Clinton de 1992, convirtió en eslogan tres palabras y una coma con las que se hizo famoso. Ese slogan ayudó a que el joven e inexperto candidato venciera a Bush, muy popular en las encuestas y con una aprobación de su gobierno de un 90%. A pesar de los buenos resultados en política exterior el presidente que buscaba la reelección, no podía mostrar buenas cifras en el campo económico, lo que era su talón de Aquiles. Por ahí atacó el estratega de la campaña con su slogan “The economy, stupid”.

Sucede con demasiada frecuencia que los ciudadanos depositan el voto motivados por posiciones políticas que pueden llevar a una ciega pasión que no permite medir las consecuencias de su acto. Un voto más un voto menos, es lo que convierte a un ciudadano cualquiera en el hombre más poderoso de un país. Aunque no tenga las condiciones para ejercer ese poder se le otorga y lo mantendrá durante el periodo, así quienes lo eligieron se arrepientan luego. Unos pocos meses después de la posesión del elegido el ciudadano despierta del sueño letárgico causado por una contienda electoral que lo ha llevado a construirse mundos imaginarios y va a sentirse defraudado porque del dicho al hecho hay mucho trecho.

La economía es el termómetro que mide el éxito o el fracaso de un gobierno pero no ocupa el primer lugar en las campañas presidenciales porque son contados los candidatos que tengan el conocimiento y la experiencia necesaria que les permita ser visionarios y proponer medidas económicas que lleven a su país por el camino del progreso. La seguridad, la corrupción, la salud, el empleo, la educación son algunos de los temas que acaparan el poco espacio que dejan las luchas personales, las puyas y las descalificaciones. Si esos temas fueran estudiados y debatidos con seriedad y no con palabrería, tendríamos una visión de las consecuencias que traerán los votos cuando el que reciba la mayoría de ellos ejerza su mandato.

El próximo presidente se va a encontrar con un nudo gordiano y es con el filo de la espada de la economía que lo podrá cortar. Mientras la mayoría de los precandidatos se desgastan tratando de desatarlo, contamos con quien lo cortaría de tajo. De las brumas de este presente tenemos que salir para mirar con claridad hacía adelante.

Pienso que el eslogan de la campaña Clinton va muy al caso en este momento y podría ser el que lleve a la presidencia de Colombia en 2022 a quien se pueda jactar de enarbolarlo de nuevo. Pienso en Óscar Iván Zuluaga, el único precandidato experto en cuestiones económicas. Habría que hacerle un ajuste, a nadie le gusta que le digan estúpido y mucho menos a los que lo son de sobra.

Como cuando Pastrana preparó el terreno para que Uribe pudiera implementar su Seguridad democrática, veo con esperanza que Duque lo está preparando para implementar el de la Seguridad económica. Colombia tiene una oportunidad de oro. Ojalá no la deje pasar.

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