Ignacio Arizmendi Posada

Periodista de la Universidad de Navarra.

Exdecano de la Facultad de Comunicación de la UPB.

Excolumnista de El Colombiano y El Mundo (Medellín), El País (Cali), El Tiempo y Revista Cromos (Bogotá).

Autor de 15 libros de historia y ensayo.

Ignacio Arizmendi Posada

¿Una semana santa paralela?

En mi infancia, las semanas santas se repetían cada año con manifestaciones externas concebidas según la fe de entonces, expresada en maneras que hoy, con los vientos que soplan, no calan mucho, por lo cual, dado el ambiente actual en Colombia, no sorprendería hablar de una semana santa “paralela”. Evoquemos el pasado.

Ejemplos de cosas que sucedían ayer:

• Desde el Domingo de Ramos hasta el Jueves Santo, los muchachos íbamos a las procesiones con la instrucción familiar de admirar las imágenes sagradas, cargadas por feligreses muy devotos. Pero en quienes realmente centrábamos la admiración era en las muchachas, a quienes “tocábamos” velozmente cuando se embelesaban con el paso de las andas…
• El Jueves Santo era un día muy especial por la costumbre de visitar cinco “Monumentos”, es decir, cinco iglesias arregladas de modo solemne, ocasión en que la gente que podía estrenaba ropa, en particular las chicas, que nos parecían otra clase de “monumentos”… Además, era el día clásico para comulgar, pues daba indulgencias.
• El Viernes Santo, ningún católico podía comer carne de animales de superficie, sino de mar o ríos, ¡con lo costosa que era! Además, con esa actitud ante la carne, ningún católico podía tener sexo solitario o con alguien el Viernes Santo, por lo cual, si se tenía, lo que ganaba no era una indulgencia, sino un tiquete sin retorno al infierno.
• Los Viernes Santos también tenían otra gracia: el “Sermón de las 7 palabras”, pronunciado por oradores escogidos, algunos provenientes de otras ciudades o países, que hacían el milagro de convertir las siete palabras en miles, tarea que les tomaba hasta dos horas.
• Entre el Domingo de Ramos y el Jueves Santo, la radio emitía música clásica (o ninguna); el Viernes y Sábado Santos, música sacra, y el Domingo de Resurrección se normalizaba todo. Vallenatos, cero.
• No podían faltar las películas mejicanas (como “El mártir del calvario”) que nos hacían llorar a moco tendido con los sufrimientos de Jesús. Menos mal, el familiar mayor que nos acompañaba nos decía que no era real sino una simple película.

Ejemplos de cosas que sucederían hoy:

• El Domingo de Ramos sería el Domingo de Petro, quien entraría a su pueblo, Ciénaga de Oro, montado en un burro sabanero en medio de la conmoción alegre de sus paisanos.
• El jueves dejaría de ser santo, pues en lugar de la hostia tradicional, la comunión sería con unos trozos de comidas ancestrales como saludo a Francia (Francia Márquez).
• Ese mismo día, los monumentos serían en homenaje, no a la Eucaristía, sino a las culturas de nuestros antepasados prehispánicos. Por supuesto, las calles no estarían bloqueadas por la Primera Línea.
• La oración de Jesús en el Huerto de los Olivos sería en el Huerto de los Verdes, uno de los partidos de la coalición. Y no representaría al Redentor, con mayúscula, sino al Putin colombiano. Y no diría “Que se haga tu voluntad y no la mía”, sino “Que no se haga tu voluntad sino la mía”. 
• Petro, el redentor, con minúscula, sería “crucificado” y lo haría con los ferragamos puestos, abucheado por una turba de sus seguidores haciendo creer que eran uribistas.
• No sería absurdo imaginarse que el sermón de las siete palabras estaría a cargo de un eclesiástico cercano al mesías, y sostendría que el expresidente Uribe había ordenado crucificar a Jesús.
• Margarita de Francisco, fiel seguidora del señor (me refiero al candidato), personificaría a María Magdalena en alguna de las situaciones que se suelen considerar en la Semana Santa tradicional. 
• Pese a todo, el Esmad de la época no estaría conformado por miembros de la guardia pretoriana, común en aquellos lejanos años. Actuaría la guardia indígena.
• Un último ejemplo, de los muchos configurables, sería “El himno petriótico”, que el Domingo de Insurrección, perdón, de Resurrección, y luego todo el año, se oiría en las emisoras y en cuanto medio o sistema lo permita. En especial, se reproduciría el coro: Los humanos y las humanas / somos petristas muy finos / que vamos por los caminos / despertando muchas ganas / de votar por El Divino, / de votar por El Divino.

¿No sería una “semana santa paralela”? Ideal para lelos… 

INFLEXIÓN. Según un proverbio chino, “Es una maldición vivir en tiempos interesantes”. A quien lo haya creado hay que decirle: “Mermale, mermale, tampoco es para tanto”.

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Ignacio Arizmendi Posada
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